Estefanía Pozzo sugiere sentarse a conversar en el cordón de la vereda del pasaje Santa Rosa, para eludir el remolino de bullicio que emite el barrio de Palermo en días de post Navidad y pre Año Nuevo. Y con los pies en el asfalto, entrada la charla, surgen varias cuestiones: ¿Para qué trabajás? ¿Cuál es el motivo por el que le dedicás gran parte de tu día a generar valor en una economía? Ella formula esos y otros interrogantes, consciente de la manera en que está ordenado el mundo. Su trabajo periodístico y de divulgación económica y financiera la ubican como una referente atenta a las actuales discusiones, también, de los feminismos y de la economía feminista.

Durante ocho años, Pozzo trabajó en El Cronista, donde empezó en 2011, cuatro meses después de llegar a Buenos Aires desde su Córdoba natal. Ahora es columnista en C5N y hasta hace unos días se la podía escuchar en Futuröck, donde por casi cuatro años co-condujo A los botes junto a Werner Pertot y Lupita Rolón: “En el programa intentamos contar una época de manera rigurosa y apostando al análisis y la profundidad”, escribió a modo epílogo en su cuenta de Twitter .

Es muy común escucharla citar el trabajo de colegas o recomendar seguir a personalidades que le resultan interesantes y necesarias para el pensamiento y el debate: “Lo que hago no es un trabajo solitario. No se me ocurren las cosas en mi casa. Es porque escucho y leo a otra gente. Y me parece importante nombrar a esas personas que nos ayudan a pensar”. Ella explica que las finanzas son una caja dentro de otra, dentro de otra. “Es difícil de entender, porque detrás hay modelos matemáticos y estructuras híper complejas. Indicadores sobre indicadores, que además no es que existen siempre: son muy dinámicos. Entonces todo el tiempo está esa sensación de hiperproducción de nuevos indicadores, nuevas metodologías, nuevas formas de medir. Y en general es muy difícil seguir toda esa información”.

Son muchas las barreras del mundo financiero pero, al mismo tiempo, entenderlo es importante porque se trata de un partido que está jugando no solo la Argentina sino toda la economía internacional. “Coincido con lo que alguna vez me dijo Ana Correa respecto de que la sección Economía de los diarios sigue hablándole a un público muy experto, súper especializado, y eso va haciendo que la gente no se interese.” Es importante despertar ese interés, y ella lo plantea cada vez que se la consulta. Hace quince días, invitada al panel de Redistribución de la riqueza en clave feminista, de la Feria del Libro Feminista, insistió en que hablar de economía tiene que dejar de ser patrimonio único de los economistas.

“Es cierto que es un saber muy técnico relacionado a ciertos cálculos matemáticos, proyecciones y demás, pero no hay que olvidar que lo que hace la economía es organizar y distribuir lo que una sociedad produce y lo que necesita para sobrevivir. Los sistemas económicos organizan la vida personal y social. Entonces, esa distribución y organización de una sociedad no puede ser sólamente patrimonio de algunas personas. Es muy importante que más personas sepamos y entendamos las lógicas de esos modelos y podamos decir qué cosas les faltan.”

¿Sentís una tendencia hacia eso?

--Creo que ahí los feminismos están haciendo una tarea enorme de asociar el capitalismo al sistema patriarcal. Gran parte de las jóvenes cuestionan la división sexual y biologicista del trabajo. Están cuestionando el binarismo económico: ”Si naciste mujer, no por eso tenés que ser madre ni hacerte cargo del trabajo no remunerado”. Hay una profunda crítica desde los feminismos al ordenamiento económico actual.

Estefanía se ve atraída a esos análisis y sostiene que la economía feminista es de las teorías económicas que más le abrió la cabeza. “Corina Rodríguez Enríquez siempre habla de la sostenibilidad de la vida, y eso no lo plantea ni la ortodoxia ni el liberalismo, ni siquiera la heterodoxia. Lo hace la economía feminista. Después podemos pensar cómo trascenderla y qué pasa con la diversidad y con las identidades”, considera. E invita a pensar la economía queer o la economía travesti, como pedía en ese mismo panel Morena García, integrante de la comunidad trans y del programa TransFormar del Área de Internacionalización de la Universidad Nacional de Rosario. “¿Cómo pensamos una economía travesti? Estaría buenísimo y es momento de escuchar a las compañeras, porque las personas cis en algún momento tenemos que callarnos y escuchar”, dice.

¿Qué alternativas surgen sobre esos cuestionamientos?

--Muchas tienen que ver con el consumo: pensar de qué manera el consumismo tiene sus límites ambientales. En ese sentido, hay una cosa interesante que tiene que ver con los movimientos ambientalistas, la agrupación Jóvenes por el Clima y esta crítica a los sistemas productivos extractivos, que además producen más desigualdad. Lo interesante de la agrupación es que a las reivindicaciones ambientales que se hacen en Europa, desde América Latina se les pone una lectura de clase y se dice que las crisis ambientales impactan de manera diferenciada, y obviamente con mucha más fuerza, en los sectores más vulnerados.

¿Cómo estás tomando todo lo que estuvo ocurriendo en Mendoza ligado a la ley 7722?

--Es muy penoso, la verdad. Es una vergüenza en especial pensando que la Barrick Gold tuvo varios derrames de cianuro en San Juan. No es muy lejana la experiencia de una gran minera con fuga de químicos que lesionan la vida. Yo vengo de una provincia donde la lucha contra la megaminería es una cuestión constitutiva. Como las Madres de Ituzaingó, que lograron fallos históricos para que no se siga fumigando arriba de las cabezas de les niñes. Esta tradición de lucha social debería invitar a los gobiernos a no aferrarse a esos modelos como las únicas respuestas a las necesidades económicas de las provincias.

Da la impresión que Latinoamérica sufre permanentemente esa problemática del lobby corporativo y el abuso de las elites.

--Ahí tenés colonialismo, por eso es tan importante pensar las cosas desde América Latina. No es lo mismo lo que pide Greta Thunberg en Europa, que lo que pide Jóvenes por el Clima en Argentina. La lectura de clase y de desigualdad que hacen es, a mi entender, muchísimo más compleja e interesante. Y seguimos absolutamente colonizadxs: América Latina como productora de materia prima, sin agregado de valor, y por ende con estructuras productivas que van hacia la restricción externa. Eso es absolutamente colonial, y tenés sectores de la economía argentina que siguen pensando que es la única estructura posible.

Estefanía repara en las discusiones de largo plazo que siente que hay que dar: “Son incómodas y generan muchas tensiones, pero es muy importante tenerlas. Me voy a morir militándolas, pero son absolutamente utópicas en la manera que está ordenado el mundo”.

¿A cuáles te referís?

--Pensar en un ordenamiento económico que tenga en cuenta que la vida de las personas sea sostenible. Hay muchas personas que trabajan y que están por debajo de la línea de pobreza. O sea, hoy trabajar no te garantiza que no seas pobre. Entonces, ¿para qué trabajás? ¿Cuál es la promesa del capitalismo a les trabajadores? Y eso si tenés la suerte de tener un ingreso, porque hay muchas mujeres que hacen un trabajo que no es reconocido como tal, y que es fundamental para el capitalismo: el trabajo de cuidados y la gestión del hogar. Ahí tenés trabajadoras que más que explotadas son completamente espoliadas por este sistema.

¿Cómo pensás que va a repercutir la incorporación del ítem del uso del tiempo en la Encuesta Permanente de Hogares?

--Va a permitir salir de la opinión, tener los datos y ponerle un valor económico: comparar cuánto sería si esas horas se pagasen a valor de mercado. En la ciudad de Buenos Aires se hizo esta encuesta del uso del tiempo y se midió que hay casi 4 millones de horas de trabajo doméstico no remunerado, y que, de aplicarse el valor de mercado, era algo así como el 14 por ciento del PBI porteño. Es una cantidad demencial. Esos datos, que hasta ahora no existen a nivel nacional, te permiten pensar de manera feminista la política pública.

“Somos las mujeres, las lesbianas, las travestis, las trans y las personas no binarias las que más le ponemos el cuerpo a la crisis. Como gobierno, necesitás darle una respuesta a esas personas y para eso necesitás estructuralmente incorporar esa perspectiva”. Por su parte, Pozzo asumió un compromiso público de paridad de fuentes en sus notas. “Hago todo lo humanamente posible y me juego mi honestidad intelectual, que para mí es de las cosas más importantes, en sostenerlo. Generalmente busco primero fuentes mujeres y después varones, que es mucho más fácil y suelen opinar con menos miedo que las mujeres.”

Precisamente por eso, Estefanía pensó un taller en conjunto con Revista Anfibia para entrenar a mujeres y disidencias que quieran tener más herramientas para hablar con los medios. “Me pasaba que muchas decían que tenían miedo o que no sabían cómo”, comparte.

¿A qué se teme habitualmente?

--Al archivo, a equivocarse, a no saber cómo responder, a que les hagan preguntas agresivas. Miedo a que las pongan con personas que las basureen; cosas que vemos a diario en la televisión y que pasan bastante seguido en los medios de comunicación. Y para eso hay que tener herramientas.