1.- "Escuchar las dos campanas", "hay que ser equilibrado"; "una de cal y una de arena"; "ni muy muy ni tan tan". Las consignas parecen haber sido las rectoras del documental de Netflix, Nisman, el fiscal, la presidenta y el espía
, que se estrenó este 1° de enero. Son seis capítulos de una hora. El director, Justin Webster, adscribe a la moda del supuesto equilibrio.
Lo que sucede es que semejante contenido es difícil de aceptar para los que pensamos que no existen las dos campanas cuando se trata de cosas indudables, tipo dos más dos es cuatro (aunque los matemáticos me dirán que tampoco eso es indudable). En la cuestión de si a Nisman lo mataron o si se suicidó, debería haber certeza, tipo dos más dos, cuatro. Es incontrastable que el fiscal se disparó a sí mismo en un departamento que estaba cerrado por dentro; en el que no hay rastro de ninguna pelea ni desorden; en un baño del que no se podía salir, por lo que ningún asesino podría hacer salido sin dejar huellas, pisadas o gotas de sangre; y en una escena donde -según la junta de criminalistas- no había ninguna otra persona en el momento del disparo.
Más allá de la ambigüedad del documental, la secuencia alentadora de Nisman se da en el contrapunto entre cuatro peritos de la Gendarmería, que en el documental tratan de sostener la postura auspiciada por Cambiemos , que al fiscal lo mataron; con las explicaciones demoledoras del perito Luis Olavarría , representante de la defensa del informático Diego Lagomarsino. Olavarría los aplasta y queda muy claro. Para colmo, los gendarmes se asientan en que al fiscal lo tuvieron atontado con una droga llamada ketamina, algo que en la actualidad ya no toma en cuenta ni el fiscal porque no se pudo demostrar.
2.- El documental tiene magníficos logros. Por empezar, las imágenes de máxima calidad y sobre todo inéditas. Además hay espectaculares primicias periodísticas. Webster logró entrevistar a Ross Newland, el que fuera representante de la CIA en la Argentina. El ex espía cuenta que a Nisman lo tenían alineado, o sea en sintonía con las posiciones e intereses de la central de espionaje norteamericano. También aparece Jim Bernazzani quien estuvo al frente de la delegación del FBI que envió Bill Clinton a revisar la causa AMIA. Bernazzani demuele la investigación: "no buscaban la verdad, sino acomodar las cosas a una teoría previa". Como es obvio, la "teoría previa" era achacarle el atentado al archienemigo de Washington, Irán, y en aquel entonces a policías bonaerenses que revistaban en la fuerza del gobernador Eduardo Duhalde, adversario de Menem.
3.- Tal vez el mayor logro es la larga entrevista con Horacio Antonio Stiuso, el otrora poderoso jefe de Operaciones de la SIDE. En todo momento, Stiuso exhibe una sonrisa socarrona del estilo de "papá, yo me las sé todas, ustedes no existen". El hombre que siempre estuvo detrás de Nisman -¿fue virtual jefe del fiscal?- insiste en que el atentado lo cometieron los iraníes en la AMIA porque Carlos Menem no cumplió con supuestos compromisos de aportar al desarrollo nuclear de Irán. Sin embargo, a la hora de las pruebas, Stiuso naufraga por varios lados. Reitera que el suicida en Buenos Aires fue un libanés llamado Ibrahim Berro, algo que hoy ya está desmentido por los análisis de ADN. Pero, además, Webster lo pesca en una gravísima maniobra. Nisman puso en su denuncia por el Memorándum de Entendimiento con Irán que un hombre clave en el acuerdo con los iraníes fue el espía Allan Bogado quien -según Nisman- estuvo en Nueva York y Zurich negociando con los enviados de Teherán. Resulta que, meses antes, Bogado había sido denunciado en la justicia por haberse arrogado una falsa pertenencia a la SIDE y que en realidad no salió de la Argentina en toda su vida. Pregunta: ¿Quién lo denunció? Respuesta: Stiuso. Ahora pregunta Webster: "¿Usted no le dijo nada a Nisman de que Bogado alardeaba falsamente, que no estuvo fuera de la Argentina y que usted lo había denunciado?". En otras palabras, ¿por qué dejó que Nisman hiciera una denuncia con un elemento clave equivocado y falso? El ex jefe de la SIDE quedó casi mudo en el documental, aunque aún así mantuvo la sonrisa socarrona.
4.- La producción de Netflix no trata sólo de la muerte de Nisman, sino también del atentado contra AMIA, del Memorándum y del expediente sobre el Memorándum. En cierto sentido es su debilidad, salta de un tema a otro y es difícil seguirle el hilo, aunque tiene logros en cada uno de los aspectos.
5.- Quien le da el mayor contenido al documental es el fallecido ex canciller Héctor Timerman. Webster trabajó cuatro años en la serie de seis capítulos y tiene imágenes de Timerman antes de la enfermedad y en la dolorosa parte final. Lo que se ve es dramático: la destrucción física de un ser humano, no sólo por la enfermedad, sino también por la persecución siniestra de una justicia que fue instrumento de Cambiemos y que no tuvo nada de justicia. Es una síntesis de los efectos que tuvo la utilización del cuerpo de Nisman para hacer política. Y, por supuesto, me hizo llorar.