Desde Brasilia
Dentro de diez meses, cuando se celebren las elecciones municipales que medirán su popularidad a mitad de mandato, se sabrá si al presidente Jair Bolsonaro le queda aliento para disputar la reelección en 2022. De no ser así posiblemente apueste a incendiar lo que queda del sistema democrático para permanecer en el poder a través de alguna salida más o menos golpista.
Este escenario a futuro no es una profecía de año nuevo en un sistema político impredecible como es el brasileño. Se trata de un boceto – solo tentativo, con alto margen de error – de lo que se puede esperar de un gobernante cuyos primeros doce meses de gestión transcurrieron bajo el signo de la convulsión.
Bolsonaro se mueve bien en el caos y reacciona con vehemencia cuando quedan en evidencia maniobras ilegales de su entorno, de las que hubo varios ejemplos.
Sin educación democrática acude a la violencia como método y como discurso.
En estos doce meses no se cansó de reivindicar a la dictadura (1964-1985) y exaltar a los militares más sanguinarios como el presidente de facto Emilio Garrastazú Médici (al que recuerda con "nostalgia" ) o el torturador estrella del régimen, el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra a cuya viuda colmó de elogios en una audicencia realizada en el Palacio del Planalto.
Bolsonaro terminó el año como lo empezó.. En pie de guerra contra la prensa cuando es indagado sobre temas sensibles, como son los posibles delitos cometidos por su clan familiar encastillado en puestos claves del poder.
Repasemos el año entonces.
En diciembre al salir del Palacio de Alvorada, la residencia oficial, le preguntó a un periodista si era homosexual en lugar de responderle sobre la situación penal de su hijo Flavio Bolsonaro. Utilizó una técnica de distracción que le es habitual, generando un escándalo con esa frase homofóbica para tapar el tema que importaba .
Según el Ministerio Público Flavio, alias "01", que fue durante 16 años diputado provincial en Río de Janeiro, habría sido el cabecilla de una "organización delictiva" dedicada a quedarse con dinero de empleados ñoquis.
En diciembre fue allanada una chocolatería en un shopping carioca aparentemente utilizada por Flavio para lavar dinero obtenido irregularmente de la Asamblea Legislativa.
En ese mismo operativo fueron requisadas las viviendas de otros familiares del presidente, como su ex suegro y su ex cuñada, presuntos intgrantes de la gavilla comandada por Flavio.
El aparato montado en Río le quita el sueño al presidente.
En enero pasado Jair Bolsonaro suspendió una conferencia de prensa en Davos, Suiza, advertido de que iban a consultarlo sobre la plata aparentemente mal habida de Flavio.
Hay quienes sostienen que Bolsonaro padre pierde los estribos no por salvar a su hijo de un proceso penal, sino para cuidar su propio pellejo porque si esa investigación avanzara podría demostrar que el verdadero "boss" de esa asociación ilícita es el actual presidente.
Dentro de la trama delictiva uno de los principales operadores es Fabricio Queiroz, amigo de Bolsonaro padre desde los años 80 cuando ambos estaban en el Ejército. Queiroz luego se enroló en la policía donde habría sido parte o tenido relaciones con las "milicias" paramilitares.
Junto con sus tareas en el mundo del paramilitarismo Queiroz fue un operador financiero ( ¿lavador?) que trabajó para el clan en la Asamblea de Río. En las últimas semanas trascendió que el mandatario pierde la compostura cuando alguien le advierte que Queiroz podría romper su silencio.
Fake news
Carlos Bolsonaro, alias "02", es el segundo hijo presidencial y el que se desenvuelve con más soltura en el Palacio del Planalto por donde circula como si fuera un ministro.
A fines de octubre el mandatario dejó a todo el mundo helado cuando apareció a las 4 de la madrugada en vivo en las redes sociales, con la voz y el gesto desencajados, denunciando una campaña persecutoria contra Carlos, sin nombrarlo.
Fue una transmisión de más de 20 minutos en la que tocó varios asuntos. El tema central era su preocupación sobre las investigaciones sobre el asesinato de la concejal Marielle Castro (marzo de 2018) a manos de presuntos paramilitares y el riesgo de que ésta llegue a Carlos por adulteración de pruebas.
Nuevamente el ex capitán y actual presidente no sólo defendió a su bástago. También en causa propia porque porque las revelaciones de la investigación – sustanciada con suma parsimonia policial – podrían tener un descenlace explosivo. Los "milicianos" presos por la muerte de Marielle Franco tienen o tuvieron algún tipo de relación con el actual gobernante, que en sus casi treinta años como legislador federal siempre fue un abanderado de la violencia paramilitar.
El inventario de pronunciamientos ofensivos de Jair Bolsonaro en sus primeros doce meses al frente del Ejecutivo excede el espacio de este artículo. Varios asuntos importantes serán dejados de lado.
Hace un mes el gobernante cargó contra la diputada derechista Joyce Hasselmann, que luego de romper con el gobierno comentó a contar algunas infidencias ante la Comisión Parlamentaria Invetigadora sobre las fake news.
Las miradas de la Comisión están dirigidas hacia Carlos Bolsonaro y su desempeño como reponsable del disparo de millones de mensajes falsos durante la campaña presidencial de 2018 y en la actualidad como presunto jefe de un "gabinete del odio", instalado en el Planaldo, desde donde se lanzan informaciones apócrifas valiéndose del aparato del Estado.
Si la Comisión Investigadora progresa lo suficiente a principios de este año, antes de las elecciones municipales, se conocerá la probable violación de la legislación electoral, lo cual puede conducir a la impugnación de la victoria.
Ante tantas sospechas el diputado Eduardo Bolsonaro reivindicó el Acta Institucional 5 de la dictadura, que cerró el Congreso y proscribió a partidos en 1968. Su papá no lo reprendió, más bien lo aprobó discretamente porque no se descarta que ante un cerco judicial se opte por una salida ilegal para permanecer en el cargo.