Es su segunda vez en Buenos Aires. La anterior fue hace diez años, dice que esta vez va a llegar hasta la Patagonia, que quiere conocer El Calafate y pide que le recomienden excursiones. Que va a caminar sobre el Perito Moreno. Se defiende con el español dice, porque su hijo vivió en Cuba donde se especializó en literatura latina, ella lo visitó y también, ama Latinoamérica. Paula Bomer (Indiana. EEUU, 1968) tiene un cuerpo estilizado, como de muchacha y conversa con todos los que se acercan a saludarla con su ejemplar en la mano.

La presentación del libro Bebé y otros cuentos, de Paula Bomer se hizo en un centro cultural de CABA en Villa del Parque, lejos del mundanal ruido, fiel acaso al recorrido que ha tenido el libro entre los lectores. Bebé y otros cuentos es el primero publicado de Bomer en 2014, traducido y ahora reeditado en Argentina por la editorial Momofoku, luego de que la primera edición 2015, se agotara gracias a un creciente boca a boca.

En la contratapa, dice Jonathan Franzen: “Leer Bebé y otros cuentos es como ser atacado por un perro rabioso y sentirse agradecido por ello. De las plumas más crudas y apremiantes con las que recuerdo haberme encontrado”. Aunque cada vez que se lo cita a Franzen, Bomer aclara que no lo conoce personalmente aunque ambos viven en Nueva York. Bomer en Brooklin, donde transcurren la mayor parte de sus cuentos.

El libro está habitado por parejas de clase media alta en las que el nacimiento de un hijo viene a detonar aquello que ya se sabe: la imposibilidad de que el otro complete lo que nos falta. “Ninguna persona puede salvar a otra”, le dice una mujer en medio de una discusión a su marido. Y acaso de eso se trate en esencia este libro de Bomer si se hace una lectura atenta y profunda, sin dejarse encandilar –ni escandalizar - por los platos que vuelan o esas mujeres pariendo de piernas abiertas. Además de un agudo tratamiento de clase (los chicos van en cochecitos Perego por las mejores calles de Nueva York) estos cuentos son un golpe de frente con el costo emocional que acarrea el mandato social de vivir en familia; y donde el partenaire y los hijos apenas son un analgésico para el dolor de existir.

Lo más valioso es que Bomer logra esa profundidad sin declamaciones. Por el contrario, de la mano de una prosa ágil, afiladísima y al punto, apoyándose en la acción sin adorno sentimental, hace que el lector palpe el alma y el profundo sufrimiento de la gente común. Aquellos que se esmeran en llevar una vida digna, y sin embardo, al revés de lo que esperan, cada paso que dan es hacia el abismo.

Una mujer va a encontrarse con su amante a la salida de subte mientras empuja el carrito del bebé que tuvo con el otro. Un marido siente culpa por haber violado a su propia mujer después de años de no hacer el amor. Otro queda traumado luego de que lo obligaran a presenciar el parto de su esposa. Madres que pasean a sus hijos por el cementerio. Otras que no logran conectar emocionalmente con su segundo hijo recién nacido porque todo el amor está condensado en el primero. Un marido que cree sentirse libre y hasta ¿feliz? con la muerte de su mujer. Alguien hace un cálculo: son más años de infelicidad que de felicidad los que llevan juntos.

¿Qué fue lo que dio origen a los cuentos de Bebé?

-El primer cuento que escribí y que también terminó siendo el primero en el libro, “La madre de sus hijos” es inspirado en un cuento de Mary Gaitsikill, así que resultó similar en cuanto a la estructura, y en particular, mi cuento también sucede en un avión como el de ella, aunque en otros aspectos es muy diferente.

Hacés continuas referencias a Mary Gaitsikill.

-Hay gente que dice que es parecida a mí, no por lo que escribe sino por el estilo. Cuando tenía 22 años leí su primera colección de cuentos Portarse Mal y supe que eso era lo que quería hacer. Si ella puede escribir sobre estas cosas, me dije, yo puedo escribir sobre lo que quiera. Es muy valiente.

Después de la publicación de Bebé y otros cuentos, te han preguntado frecuentemente si lo que se cuenta en el libro es real. ¿Por qué creés que sucede eso?

-Creo que es un problema en general, pero más marcado con autoras mujeres. Si escriben desde “su vida” (y lo pongo entre comillas), están siendo narcisistas y egoístas. Pero cuando el autor sueco, Karl Ove Knausgard escribe tres volúmenes sobre su vida, es un genio que reflexiona profundamente sobre su alma. Pero en general es un problema, cuando escribís ficción, la gente asume que todo es autobiográfico Después de diez años de publicar y veinticinco de escribir, estoy acostumbrada, ya no me molesta. Al principio sí, porque con mis primeras historias, que están en este libro, la gente se me acercaba a decirme “¿cómo podés escribir eso si tenés hijos?”

Has dicho que escribís para tratar de comprender a las personas. ¿Eso —escribir para tratar de comprender—fue algo que te propusiste o que surgió mientras escribías?

-Creo que sí es un propósito fundamental entender a la humanidad. Mi carrera de grado la hice en psicología y decidí que me va mejor entendiendo a las personas, desde la escritura más que desde la psicología, que se ocupa de cómo funcionan los seres humanos. Dejé la psicología y estudié escritura y desde entonces me dediqué a escribir.

Tenés un libro llamado “Misterio y mortalidad”, que tiene una pequeña bajada - “ensayos sobre el corto y triste regalo que es la vida- donde decís que te proponés lograr un cruce entre literatura y vida ¿Cómo lo hiciste?

-“Misterio y mortalidad” es un guiño a una colección de ensayos de Flannery O’Connor - una autora que releo y estudio constantemente - que se llama “Misterio y maneras”, así que es como un chiste interno para el que conoce el libro. Me interesó ir y venir entre un libro de ficción y no ficción y mi propia vida. A eso se le llama “ensayo híbrido”. En la colección algunos ensayos son más personales: como “La demencia de mi madre” que trata sobre eso y otros como “Parker’s Back de Flannery O’Connor” que es claramente un ensayo literario, donde solo hablo de ese cuento. En cambio en “El suicidio de mi padre y “Los días de abandono”, que es un libro de Elena Ferrante hablo del suicidio de mi padre y de Ferrante, alternadamente. A eso se le llama ensayo híbrido, es como construir las bases de un edificio para entender tus propios problemas. Yo escribo ficción, pero fue lindo tomarme un respiro y escribir estos distintos tipos de ensayos, aunque el ensayo literario es el más difícil.

¿Por qué elegiste a Elena Ferrante?

-Es muy leída en los Estados Unidos. Mantuvo su nombre en secreto y fue descubierta por el New York Review of Books. Me pregunto si tiene algo que ver con el hecho de ser mujer. Porque nadie sabe quién es Thomas Pynchon ni donde vive y a todos les parece cool, y respetan su privacidad, pero en el caso de ella pensaron que estaba siendo deshonesta. Ella me contactó para agradecerme después de que se publicó el ensayo.

Nombraste a tu padre y a tu madre. Creciste en Indiana donde leías mucho. ¿Haber empezado a leer desde chica en un pueblo te determinó para ser escritora?

-Definitivamente. No confío en escritores que no son también grandes lectores. Creo que las dos cosas van de la mano. De niña era una gran lectora, vivíamos en una casa pequeña, tenía dos hermanas, así que deseaba escabullirme con un libro y tener tiempo a solas. Si querés ser escritora, debés poder pasar tiempo en soledad. Aunque conozco algunos autores sociables, la lectura y la escritura son tareas solitarias. Más tarde, cuando mis niños eran pequeños, deseaba tener veinte minutos a solas mientras dormían la siesta. Ahora que tengo 52, el tiempo a solas es lo único que tengo.

¿Qué lecturas te marcaron de aquella época?

-En la secundaria tuve una currícula muy estricta—leía a Shakespeare, Dickens. Cuando tuve que estudiar a Flannery O’Connor me enamoré de ella. También de Jean Rhys. Y de Thomas Hardy porque era muy oscuro. Fue recién después de los veinte que pude leer lo que quería. Por ejemplo, cuando me fui a estudiar a España a los 25 años descubrí a Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Saramago.

¿Tenés novelas no publicadas?

-Sí, varias. Tía Eva, un libro que vendí hace dos meses y está próximo a salir. Estoy muy feliz. El título está en alemán, la historia sucede en Berlín y está basada en la vida de mi tía materna, quien era una comunista en Alemania Occidental y con la cual pasé mucho tiempo. También me encargaron escribir un libro sobre El hombre que amaba a sus hijos de Christina Stead que es una novela muy extensa y complicada con un idioma en sí mismo, casi como Faulkner, aunque me gusta más que Faulkner. En el libro, alterno entre la novela de Chistina Stead y mi vida. Pero luego el editor dijo que no iba a publicarlo porque era demasiado loco y vulgar, aunque cito a Madame Bovary, de Flaubert porque en ambas novelas hay escenas de muerte. Tengo amigos a los que se las di a leer y les encantó, así que por suerte ya recuperé mis derechos de autor.

Leí que el mejor consejo que recibiste de un maestro, con respecto a la publicación fue que era como llegar a una ventanilla: tenías que esperar en la fila con paciencia y que entonces finalmente te iban a atender.

-Así es, le pregunté cuál era el secreto para el éxito, y me dijo eso, que me iba a llegar el turno si esperaba en la cola. Me lo tomé un poco demasiado en serio. Escribí tantos libros que cada tanto me olvido de ellos. Bebé salió cuando yo tenía 42 años y ya venía escribiendo hacía diez. Hago siempre el chiste de que los saco del estante cuando me preguntan si tengo un libro. Entonces tengo que revisarlos, lo cual es tedioso. Pero sí, tengo al menos tres libros más “en el estante”, como se suele decir.