El reciente decreto del presidente Alberto Fernández imponiendo una doble indemnización para desalentar despidos en el marco de la crisis económica generó el rechazo de los economistas ortodoxos. “Es una burrada” afirmó Juan Luis Bour de FIEL, agregando que se está “dando una señal al que va a contratar para que lo piense diez veces antes de hacerlo”. Por su parte, Ramiro Castañeira de Econométrica señaló su irrelevancia dado el elevado nivel de informalidad laboral. A su vez, el mediático Martín Tetaz comparó la medida con “prohibir los divorcios o duplicar el costo” para que haya “menos separaciones”.
Respecto al temor empresarial expresado por Bour, de que la doble indemnización desaliente la contratación de nuevos empleados, esta contemplada en el decreto que indica que la misma no rige para empleos generados luego de su implementación. De esa manera, el incremento del costo de los despidos no inhibe la creación de empleo ya que sólo rige para los empleos preexistentes a la fecha que se publicó el decreto.
Tampoco la informalidad laboral que esgrime Castañeira es un argumento contra la medida ya que, por lo menos, cubre a los trabajadores registrados y le da la posiblidad de incrementar el costo del despido en el sector informal, bajo la amenaza del trabajador de recurrir a un ámbito judicial para hacer valer sus derechos.
En el caso de Tetaz, la metáfora está mal lograda ya que “prohibir los divorcios” claramente genera “menos separaciones” más allá de la opinión que se tenga sobre su conveniencia, por lo que su comentario no clasifica como argumento en contra de la doble indemnización pese a la voluntad de su autor.
La evidencia histórica también rechaza los argumentos ortodoxos. La doble indemnización fue implementada en 2002 y rigió, con algunas variaciones, hasta 2007. Durante ese período la tasa de desempleo y subocupación que estaban arriba del 20 por ciento de la población trabajadora cada una de ellas bajaron a niveles de un dígito, mientras la tasa de empleo pasó de cerca del 35 por cianto a más del 40 por ciento de la población. Por su parte, la informalidad laboral pasó de alcanzar a 1 de cada 2 trabajadores a ubicarse en niveles cercanos al 35 por ciento.
En situaciones de debacle económica, encarecer los despidos actúa como una herramienta contracíclica que amortigua la recesión.
En esos contextos, los empresarios intentan compensar sus menores ventas reduciendo personal. De esa manera, se acentúa la pérdida de puestos de trabajo y como un desocupado más es un consumidor menos, se agrava la merma en las ventas empresariales profundizándose la crisis económica y laboral.
La doble indemnización, al encarecer temporalmente los despidos, reduce la retroalimentación entre crisis productiva, laboral y de consumo que caracteriza al comportamiento de mercado en la recesión. La medida es una herramienta para amortiguar la crisis pero no una solución a la misma. Superar la crisis requiere en el corto plazo incentivar la demanda para encender la economía y en el mediano, superar las restricciones que habitualmente choca la economía local en expansión.