Debajo del parque Los Andes, en el barrio de Chacarita, se encuentra el taller ferroviario Rancagua. Allí se reparan los vagones de la línea B del subterráneo. Allí, varios metros bajo tierra, un operario termina de colocarse un mameluco blanco descartable con capucha sobre otro mameluco, una máscara vidriada con válvula de exhalación para facilitar la respiración y filtros a ambos lados del mentón. Apenas quedan visibles sus ojos. Guantes y botas de seguridad completan el atuendo que lo deja listo para una película de ciencia ficción clase Z, o, como es el caso, para manipular material peligroso dentro del túnel de vacío donde transcurre la escena. Otros tres empleados de la empresa Borg con sus trajes puestos lo acompañan, así como también algunos periodistas y funcionarios. La escenificación fue parte de la presentación que hizo este jueves la empresa Metrovías a la prensa para mostrar cómo se está retirando el asbesto
, un material altamente contaminante y cancerígeno, de las formaciones del subte B
.
El asbesto o amianto está compuesto por miles de fibras que pueden separarse con facilidad, hasta llegar a fibrillas de tamaño microscópico cuya aspiración causa enfermedades que afectan la pleura, como el mesotieloma, que es un cáncer, o la asbestosis. Por este motivo su manipulación es altamente peligrosa y requiere de medidas de seguridad extremas para evitar la contaminación propia y del ambiente.
Por estas razones, la empresa Borg, contratada por Metrovías, montó en el taller Rancagua un túnel de vacío de más de 60 metros de largo para desamiantar las formaciones. A esta estructura rígida, forrada con polietileno de 200 micrones, se le conectan dos grandes depresores que producen 5 pascales de presión negativa para mantener las partículas en el interior del túnel, que luego son filtradas y enviadas como aire limpio al exterior.
Para el proceso de desamiantado las formaciones van ingresando al túnel de a tres vagones, una tripla (cada formación tiene seis coches, dos triplas). Una vez adentro, se procede al sellado del área y se extrae la presión del interior para generar el vacío. Un trabajo constante es mantener la hermeticidad del sector asegurando que el nylon que reviste el interior del túnel se conserve en buen estado.
Luego, las piezas que contienen asbesto son desmontadas y se embolsan para ser trasladadas al cuarto de descontaminación, un habitáculo dentro del área de trabajo del túnel que funciona bajo el mismo principio, con presión negativa de cinco pascales.
El gerente de operaciones de Borg, Aníbal Rojas, explicó que dentro de esta burbuja “ se ingresan las piezas a descontaminar, se lavan, se ponen dentro de otra bolsa y se sacan descontaminadas para ser trasladadas a la zona de acopio en el taller. Los residuos van en doble bolsa de nylon de 200 micrones y selladas con el sistema denominado cuello de ganso y precinto”.
Cuando llegan a una cantidad de residuos que les justifica el traslado, un camión cada tres triplas aproximadamente, los desechos son llevados “en transporte autorizado --tiene que tener chofer y vehículo autorizado—para su disposición final en los rellenos autorizados por Nación. En este momento, el único habilitado es en San Lorenzo, provincia de Santa Fe”, detalló.
Los trabajos de descontaminación en las formaciones se concentran en un 90 por ciento en la zona baja de los vagones, en los apagachispas y aisladores de resistencia de los trenes. El resto se reparte entre la cabina del motorman y, según explicaron, en dos puntos del salón de pasajeros: el pulsador de emergencia y alas de las cabina que no se utilizan más. “Ninguno de estos puntos están en contacto con los pasajeros”, aseguraron los funcionarios de Metrovías.
Para desamiantizar la cabina del conductor, como no se puede desmontar uno de los sectores afectados, se lo aísla con vacío y se procede a ocluirlo: se lo reviste con una producto denominado Rust Grip, el mismo que se utiliza en los subtes de Nueva York, según detallaron.
En todo el proceso de desamiantado, el personal contratado por Borg, que trabaja nueve horas, una para almorzar, utiliza mamelucos descartables tipo Tyvek que, de acuerdo a las especificaciones, retiene el 99% de bacterias, 98% de las partículas del medio ambiente y 97% de las partículas de asbesto. Y unas máscaras panorámicas full face de seguridad que filtran partículas de hasta tres micrones. Guantes y botas. Todo un equipamiento de seguridad que contrasta con el que utilizaban los empleados del taller de Metrovías hasta que optaron por hacer retención de tareas y no tocar más las piezas contaminadas.
Porque, un dato que cabe recordar, es que el proceso de desasbestización del subte B comenzó hace sólo unos meses, a pesar de que la presencia de asbesto en los vagones fue denunciada por los trabajadores en enero de 2018, y de que hay 14 empleados de esta línea a las que les diagnosticaron placas pleurales por exposición al material contaminante.
Para este plan de gestión de asbesto, tras largas disputas y reclamos de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP) se conformó una Mesa de Trabajo entre la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, el gremio, Metrovías, la Agencia de Protección Ambiental (APRA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (SBASE) y la Defensoría del Pueblo. Esta mesa es la encargada de darle el okey al finalizar la descontaminación de cada tripla para que vuelva a servicio.
Hasta el momento sólo una de las 16 formaciones fue descontaminada. Restan 90 vagones y el cálculo estimado por la empresa a cargo del trabajo es de dos trenes por mes. Entonces, teniendo en cuenta que el contrato de Borg es con Metrovías y que el proceso de licitación del subte aún no se resolvió, la incógnita que se abre es qué pasará con este proceso si finalmente la empresa queda fuera de carrera y cambia el concesionario. En la rueda de prensa, sólo hubo conjeturas.