El significado de cierta sigla británica es lo primero que aparece en The Capture. Ese “cuidando a la comunidad a través de la vigilancia”, firma de la CCTV, que en este thriller de vigilancia se desarrolla con más oscuridad que sarcasmo. Se trata del complejo sistema de seguridad dispuesto en cada esquina de la Londres actual a través de 500 mil cámaras. Se sabe, la capital inglesa es el lugar más controlado del mundo por este mecanismo y se estima que en toda la isla hay una cámara cada once personas. Todo es captado, en todo momento, y no hay lugar a una metáfora orwelliana porque se trata de la más estricta realidad. ¿Qué sucedería si esas imágenes fueran alteradas para otros fines? Ahí el quid que desarrolla esta entrega de la BBC. Sus seis episodios de una hora acaban de ser dispuestos en Starz Play.
El protagonista no es el “hombre común puesto en una situación extraordinaria”, prototípico del suspense hitchconiano, sino de un ex soldado con su currículum manchado de sangre. Shaun Emery (Callum Turner) pasó seis meses preso por asesinar a sangre fría a una persona Afganistán. A 18 horas de ser liberado por un tecnicismo –el registro del aparato de su compañero no es del todo fiel- resulta incriminado por otra camarita. En este caso el circuito de vigilancia callejera lo registra en el ataque y la desaparición de su propia abogada. El problema deriva de que el espectador sabe que tal hecho no ha sucedido. La encargada de resolver el asunto es Rachel Carey (Holliday Grainger), a quien llaman “la ráfaga” por su capacidad resolutiva e interés en ascender. La oficial de Homicidios aprovecha sus contactos en Operaciones Especiales y al rascar un poco cae en la cuenta de que la verdad es una simple cuestión de perspectiva. ¿El footage policial no miente? ¿Por qué hay tantos agentes estadounidenses interesados en el portfolio de Emery? ¿Puede “corregirse” por medio de la tecnología lo que no pasó en favor del control y la tranquilidad social?
El guionista de la serie, Ben Channan, dijo que su ambición era crear un thriller que evocara el estado de ánimo que retrataron films post Watergate como Asesinos S.A. (Alan J. Pakula; 1974) y Los tres días del cóndor (Sydney Pollack; 1975). Claro que los tiempos son otros y en este título manda tanto el espionaje como el hecho de estar viviendo en una distopía contemporánea. Por momentos, el interés de referirse a la postverdad y el uso del deepfake facial es mayor que la construcción de un relato con vigor. Tal ambición opera en desmedro de la narrativa y los personajes pero es, a su vez, el mayor logro de la entrega.
“Es una historia sobre la verdad, descubrir qué es la verdad y luego poder probarla en un mundo con tantas fake news dando vueltas. Realmente es una historia sobre lo que nos espera en nuestro futuro más cercano. Somos capturados en imágenes todos los días y de todas las maneras imaginables. Lo maravilloso de The Capture es que el espectador está constantemente haciéndose preguntas, tratando de adivinar y de adelantarse a la historia, pero la historia siempre está por delante de ellos y de los personajes. Hay mucha intriga, es una telaraña en la que querés llegar al centro.”, dijo Famke Janssen. La actriz encarna a Jessica Mallory, la jerarca de una de esas agencias de espionaje que operan tras las sombras. El espectador local también reconocerá al infatigable Ron Perlman como el miembro de uno de esos departamentos. The Capture, en definitiva, toca las mismas coordenadas que otras entregas británicas recientes como Informer y Bodyguard. El contexto es, como en aquellas dos, el de una capital en estado de alerta permanente, una metrópoli nerviosa por la multiculturalidad donde los chavs festejan que se ejecuten a los árabes y con un enemigo interno siempre listo a hacer de las suyas. Mientras, el ojo blindado nos mira muy bien.