La nota, publicada hace un par de días en Variety –el centenario medio estadounidense dedicado al quehacer cinematográfico–, pasó algo inadvertida, quizás porque los guarismos no son explosivos ni “polémicos”, esa palabreja utilizada como comodín por los medios de comunicación. Pero los números sí son importantes, aunque resulta imposible afirmar si se trata de una tendencia o bien de una coyuntura excepcional. El título del texto, firmado por el periodista Brent Lang, afirma que las mujeres cineastas estuvieron detrás de un número récord de películas en 2019, aunque en la bajada –como para poner un trapo frío antes de pasar a describir los hechos– el autor utiliza una metáfora clara: “el techo de cristal de Hollywood puede no estar quebrado, aunque muestra algunas fisuras”. Los datos provienen de un informe de la USC Annenberg Inclusion Initiative de la Universidad de Southern California, una iniciativa que estudia cuestiones ligadas a la inclusión y la diversidad en el mundo del entretenimiento. Allí se concluye, luego de ofrecer un amplio listado de ejemplos y cifras globales, que la amplia y acalorada discusión pública, durante la última década, acerca de la falta de oportunidades para las mujeres, los afroamericanos o latinos y los miembros de la comunidad LGBTQ en la industria del cine y la televisión, tal vez haya comenzado a cambiar lentamente el estado de las cosas.

El éxito de taquilla de películas como Mujercitas, dirigida por Greta Gerwig, La noche de las nerds, de Olivia Wilde, o Estafadoras de Wall Street, de Lorene Scafaria, son apenas tres ejemplos de un fenómeno que les permitió a los autores del paper llegar a la siguiente conclusión: de los cien films más taquilleros de 2019 en el territorio de los Estados Unidos, un 10.6% fueron dirigidos por mujeres, contra un 4.5% del año anterior. Habrá que ver si 2020 mantiene esas calificaciones para comenzar a pensar en un cambio significativo, en un mundillo tradicionalmente manejado por hombres: la imagen del productor todopoderoso del Hollywood clásico –sentado en su despacho, habano en mano– o la del realizador con sus pantalones holgados y su silla exclusiva desde donde dar las órdenes, siguen formando parte del imaginario popular. Es también por ello que, en tiempos recientes, se han recuperado y analizado bajo una nueva luz figuras como las de la directora franco-americana Alice Guy –pionera detrás de las cámaras durante el período mudo– o la actriz Ida Lupino, que a finales de los años 40, siendo una importante estrella de cine, fundó su propia empresa productora y se lanzó a dirigir largometrajes de manera independiente.

Mujercitas

En la nota mencionada se ofrecen asimismo algunos detalles respecto de cómo pueden estar produciéndose los cambios. En primer lugar, la presión pública, que ha generado un mayor cuidado de las grandes compañías a la hora de ofrecer oportunidades a las mujeres realizadoras. Por el otro, la explosión de la producción televisiva y de los sistemas de streaming, que está necesitando de nuevos talentos para cubrir nuevos espacios. Para apoyar esa tesis, el informe detalla que, del total de largometrajes producidos directamente por Netflix, el 20 por ciento tuvieron una voz femenina gritando “acción”, mientras que del universo de las series televisivas norteamericanas un 31% de los episodios fueron dirigidos por mujeres. La nota de Variety enlaza esos datos duros con las críticas hacia los electores de los Globos de Oro: en la votación de los premios que se entregaron anoche en California ninguna cineasta quedó nominada en la categoría de Mejor Director/a. En una tono positivo, el texto afirma que 2020 será un año fuerte para las realizadoras de películas de gran presupuesto, citando tanques como Mulán, Aves de presa, Mujer Maravilla 2, Eternals y Black Widow, todas ellas con firma femenina.

Black Widow

¿Y por casa cómo andamos? En la Argentina, desde la sanción de la Ley de Cine en los años 90 y a partir de la renovación generacional de comienzos de siglo, las mujeres que lograron ponerse detrás de las cámaras han sido muchas, con intereses, sensibilidades y estilos muy diversos. Tal vez sea un poco temerario afirmarlo, pero la intuición permite imaginar que son pocas las industrias cinematográficas periféricas en las cuales un porcentaje tan alto de la producción cinematográfica anual tiene el nombre de una mujer debajo del cartel “dirigida por”. Los números reales, sin embargo, no son tan extraordinarios: según una pesquisa del decenio 2008-2018 publicada por el INCAA, de 1622 películas argentinas estrenadas comercialmente, sólo 222 fueron dirigidas por mujeres, poco menos del 14%. Más allá de los números, resulta innegable que hay muchas directoras argentinas de alcance internacional, auténticas embajadoras del cine nacional, entre las cuales es imposible no destacar los nombres de Lucrecia Martel, Anahí Berneri, Albertina Carri, Celina Murga, Ana Katz y Lucía Puenzo, por nombrar apenas a un puñado y a riesgo de dejar a muchas afuera.

A propósito de Martel, una votación internacional llevada a cabo hace un par de semanas por la BBC, cuyo objetivo fue encontrar las “cien mejores películas de la historia dirigidas por mujeres”, ubicó tres obras de la salteña en distintas pero muy relevantes posiciones: en el puesto número 15, su ópera prima, La ciénaga; en el 30 su film más reciente, Zama; en el 53, finalmente, La mujer sin cabeza. Pero, ¿están cambiando las cosas por aquí también? Una mirada veloz por los catálogos de las últimas ediciones del Bafici y del Festival de Mar del Plata permiten obtener las siguientes cifras: de los catorce títulos presentados en la Competencia Argentina del evento porteño, cinco fueron realizaciones encabezadas por una o más mujeres, más de un tercio del total, al tiempo que de las diez películas exhibidas en la sección correspondiente del festival marplatense, un total de ocho tuvieron una firma femenina, incluidos estrenos recientes como La botera, de Sabrina Blanco, y Las buenas intenciones, de Ana García Blaya. Un número imponente que no parece consecuencia directa de la aplicación de una “cuota femenina” forzosa, sino el resultado de un estado de situación: son muchas las realizadoras jóvenes que están dando sus primeros pasos en la dirección de largometrajes y los festivales de cine no pueden sino hacerse eco de ello. La mujer es el futuro del cine.