Hay algo acerca de Billie Eilish que obsesiona de manera transgeneracional. Puede que sea la complejidad de su disco WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?, que rompe la maquinaria de la música pop y le agrega tonos oscuros inherentes a esas sensaciones viscerales que nadie controla a los 17 años, edad que la cantante tuvo durante casi todo 2019 (cumplió los 18 hace menos de tres semanas). Pero esta centennial ya la rompió a los 14, con un tema compuesto por su hermano que subió a Soundcloud. Con esa canción jubiló prematuramente a los veinteañeros de la industria. “Nunca voy a tener 27, eso es ser viejo”, dijo una vez, con su apatía registrada y sin importarle desbaratar ese mito que el rock alaba pero que a su generación ya poco le importa.

 

La versión estadounidense de la revista Rolling Stone le dedicó una tapa bajo el título “El triunfo de lo raro”, olvidándose que ese apelativo también se le adjudicó a David Bowie y a Kurt Cobain en su momento. Pero ella es “rara” en tanto que ninguna chica había tenido un lugar así en el pop sin hacer uso explícito de su sexualidad. Y tampoco es que Eilish sea andrógina: es simplemente una piba de recién cumplidos 18 años con un entourage rockero que consiste en su mejor amiga, su hermano (quien produce y compone la mayoría de sus temas), sus padres y su mánager.

Billie no para de decir “fuck” como muletilla, a lo “boludo”, y todavía sigue yendo al pediatra si le duele algo. No tiene miedo de declarar sobre sus ataques de pánico, hablar de su síndrome de Tourette ni describir cómo lucha contra la depresión. Estos temas sangran en su música, donde logra una tenebrosidad propia del contraste de su voz susurrante y beats que explotan en bajos.

“Sos la única que está haciendo algo interesante”, le dijo Thom Yorke (cantante y compositor de Radiohead), con algún que otro “fucking” perdido en la traducción. Y es cierto: la cantante es la encarnación de la cultura pop y nos vomita temas que combinan bizarreadas como el sonido de ella sacándose los aparatos (!!!!!!, el corto introductorio del disco), referencias interminables a la serie The Office (my strange addiction) y sus miedos a los “monstruos” debajo de su cama (bury a friend). Todo termina en una alegoría sensual y macabra, alejándose de los clichés del rock y lo romántico.

La industria no le perdonaba que fuera menor de edad y rechazara la idea de la actitud glam rockera asociada a la música juvenil. Pero el empoderamiento de la nueva generación es lo mismo que atrae y seduce de su música y personalidad. La obsesión con Billie Eilish está en observarla trazar su propio camino.

* La distinción del de Billie Eilish como el “mejor disco internacional” está en el marco de la Encuesta del NO, donde lxs músicxs que fueron entrevistadxs durante el año eligieron lo que más disfrutaron de 2019. Encontrá el detalle de todos los votos acá.