En la comunidad indígena Huni Kuin, Ernesto Neto --nacido en 1964, en Río de Janeiro-- conoció a chamanes, a quienes define como bolas de fuego, con los que compartió rituales y la vida cotidiana en la Amazonía. “Me di cuenta de que todos eran artistas y de que todo era sagrado. Allí me dijeron, y aprendí, que la alegría es cura”, dice Neto, vestido de blanco y con flores de jacarandá detrás de las orejas, en el Malba. Estuvo con los Huni Kuin en 2013, luego regresó ocho veces. “Para los indígenas no existe separación entre la naturaleza y la espiritualidad: están unidas porque la espiritualidad no les fue robada por el cristianismo –señala–. Lo sagrado no está lejos, allá en el cielo, sino que está acá entre nosotros: en lo que hacemos, en cada movimiento, en cada palabra que escribimos”.

Esa vivencia que marcó su vida habita en sus esculturas biomórficas y multisensoriales, y en sus instalaciones, con las que se propone explorar el vínculo del hombre con la naturaleza, con la espiritualidad y con su semejante. Soplo, la primera exposición retrospectiva de Neto en nuestro país, incluye más de medio centenar de obras. Con curaduría de Jochen Volz y Valéria Piccoli, director y curadora jefe de la Pinacoteca de San Pablo –donde ya se presentó la muestra– reúne trabajos sobre papel, fotografías y grandes instalaciones inmersivas realizadas desde finales de los años ochenta hasta hoy.

Metamorfose, Ernesto Neto

Muchas de las instalaciones pueden recorrerse, habitarse y hasta olerse. Neto se nutrió del biomorfismo, la escultura minimalista, el neo-concretismo, y otros movimientos de vanguardia brasileros de los años sesenta y setenta, para desatar una obra que alude y suma materiales orgánicos como especias, estructuras de corcho o arena.

Sus trabajos están hechos con elementos simples y, al tiempo, simbólicamente potentes: tierra, hilados al crochet, pólvora, medias de nylon.

Su obra se encuentra en importantes colecciones como el MoMA y el Museo Guggenheim de Nueva York; la Galería Tate en Londres; el Centro Pompidou en París y el Museo Hara en Tokio. En 2001 representó a Brasil en la 49a Bienal de Venecia; en 2017, en Vive Arte Viva en la 57a Bienal de Venecia.

Neto, quien se define como discípulo de Lygia Clark y de Constantin Brancusi, en sus creaciones explora lo ritual y sagrado como aspectos terrenales, vivenciales. Encontró en la cosmovisión indígena un refugio: “El cristianismo es un elogio constante a la tristeza y al dolor, pero la vida es mucho más que eso: es comunión, alegría, juego, danza, canto. Necesitamos volver a traer esa energía a la vida. Estas esculturas buscan que nuestro cuerpo nos enseñe y haga trabajar nuestra mente para que no sea dominante y controladora”. Sostiene que “el artista es una especie de chamán que trata con lo subjetivo, lo inexplicable, aquello que sucede entre el cielo y la tierra, con lo invisible”. Y al mismo tiempo le quita cualquier atributo sacro, al considerar que el artista es aquel que va por la calle y es capaz de descubrir encantamiento en algo que ve por azar.

Oxalá. Ernesto Neto

Sus obras participativas son un respiro, una bocanada fresca, lúdica. Hay que treparse, atravesarlas, olerlas, tocarlas. Uno puede sacarse los zapatos y recorrer Flying Gloup Nave, una estructura colgante aproximadamente a medio metro del suelo hecha con tul de lycra. Es una especie de organismo vivo que se modifica cuando uno lo recorre: con economía de recursos, Neto nos sumerge en el interior de un ser desconocido. En Velejando entre nós, una gran estructura colgante hecha con tejido al crochet, es posible sentarse en un diseño que estimula la convivencia con varios lugares al lado para que otros se sienten. Es una especie de panal de abejas que, cuenta el artista, “representa el tiempo orgánico: cada punto está atado a una vuelta pasada y una vuelta futura”.

Velejando entre nós, Ernesto Neto

Circleprototemple...! es una estructura con forma de corazón con sitios para sentarse en ronda y en el centro un bombo para tocar. El sonido se escucha de pronto en toda la sala del museo como un ritual artístico. “Es el principio de la existencia: respiramos y nos expandimos –dice Neto– En la espiritualidad nos metemos en lo más profundo de nuestro interior para expandirnos en las estrellas, la eternidad, el futuro, en la biblioteca de Borges”. Y en O Sagrado é Amor, el artista, que entona un mantra mientras camina y lleva un recipiente con hojas que encendió, creó un espacio para la meditación que en su interior tiene clavos de olor, hojas de laurel y jaspe color rojo. Quien lo desee puede sentarse en el piso a meditar y colocarse sobre la cabeza una forma circular tejida (hay varias conectadas entre sí).

A partir del minimalismo abstracto, Neto recrea esculturas blandas y estructuras orgánicas con membranas rellenas con especias o plomo. Copulônia, el término es un neologismo que une las palabras cópula y colonia, está hecha con medias de nylon (que representan lo femenino) rellenas con pólvora (que alude a lo masculino, “lo macho” dice Neto). Son formas orgánicas que condensan distintos aspectos en tensión: peso y levedad; transparencia y opacidad; la vida de las formas celulares y la muerte que anida en su interior. “La obra ocurre al caer”, explica el artista al levantar una de las piezas hechas con medias de nylon rellenas con pólvora y dejarla caer suavemente en el piso de la sala, donde queda marcada una huella de pólvora. “Todo mi trabajo tiene algo de masculino y de femenino: la naturaleza es continuidad”, afirma.

Circleprototemple...!, Ernesto Neto

Hay que animarse a jugar con las estructuras simples, cálidas, hiladas con el amor con el que se puede hacer un tejido al crochet como el que Neto aprendió con su abuela y su tía abuela en Brasil, y que recomienda hacer todos los días. Neto exhibe una alegría intensa. Es expansivo: se detiene en cada obra, comparte anécdotas personales. Mientras recorremos la sala, de pronto canta “Prefiero ser esta metamorfosis ambulante. Que tener aquella vieja opinión formada sobre todo. Quiero decir ahora lo opuesto de lo que he dicho antes”, una canción de Raúl Seixas.

Copulonia, Ernesto Neto

La recorrida de prensa se extiende por unas tres horas. Ya al final, cuando apenas quedamos unos pocos, vamos a ver su obra Sueño Soplo Nido, que pende del techo, en la explanada del museo. Neto nos pide que nos demos las manos y hagamos una ronda. Nos pide también que repitamos las palabras que él enuncia. Giramos de un lado hacia el otro en la ronda, siguiendo sus indicaciones. Cantando y bailando, junto a su obra tejida al crochet que contiene alfalfa, estiércol, hojas de tipa y jacarandá. Elementos terrenales para una obra que se eleva.


Soplo se puede visitar en Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. Jueves a lunes de 12 a 20; miércoles de 12 a 21; martes: cerrado. Feriados: de 12 a 20.