El director del Observatorio de Deuda Externa de la UMET, Arnaldo Bocco, analiza en diálogo con PáginaI12 el crecimiento acelerado de la deuda pública y advierte sobre el peligro que supone en un contexto de apertura irrestricta de la economía y ausencia de un proyecto productivo.
–¿Por qué aumentó el ritmo de endeudamiento en los primeros meses de 2017?
–La magnitud de la deuda colocada al comienzo de este año sorprende. El incremento de la emisión de bonos responde en parte a que el Gobierno no estaba preparado para enfrentar las nuevas condiciones del mercado internacional. Pero también a que este año no sólo deberá cubrir el déficit fiscal. Con la apertura comercial indiscriminada, que fomenta en forma irracional las importaciones, se profundizan los desequilibrios de la cuenta corriente y se requiere de más deuda para cubrir también ese bache. El déficit gemelo acelera las necesidades de financiamiento externo.
–¿Se pueden sostener estos niveles de emisión?
–Hay un límite. No se puede prolongar estos niveles de endeudamiento en forma indefinida, más aún con los desequilibrios que se observan en las principales cuentas macroeconómicas. Ocurre que más temprano que tarde empieza a cambiar la calidad de los inversores. Los que se animan a prestarle al país son fondos cada vez más especulativos y que exigen mayor nivel de tasa de interés. Algunos ya le proponen al Gobierno que abra las puertas para un regreso al Fondo Monetario Internacional. Pero no por la ventanilla tradicional de préstamos. Sino que deje la posibilidad abierta para obtener créditos a través del capítulo de la deuda en mora. Esto es una ventanilla especial que tiene el Fondo a la que acuden países con dificultades para cancelar vencimientos con acreedores privados. Significa que ya empiezan a aparecer los inversores preocupados por la posibilidad de que la deuda local se torne impagable.
–¿Por qué la economía no crece con una entrada tan importante de dólares del exterior?
–El problema es que se entró en una lógica perversa de apertura irrestricta de la economía y tipo de cambio planchado, lo cual genera una fuerte tensión productiva para las industrias que producen para el mercado interno y no estimula las exportaciones. Esta economía, aunque por ahora no haya tablita, es parecida a la de Martínez de Hoz. El atraso cambiario es muy marcado y no les queda otra alternativa que tomar deuda para financiarse. Las importaciones están desarmando la producción interna y falta una propuesta de mediano y largo plazo para crecer.
–El Gobierno afirma que se crecerá en base a exportaciones e inversión.
–Australia, por ejemplo, exporta 10.000 dólares por habitante y la Argentina exporta 1000. No están generando ninguna condición para poder exportar más. La industria metalmecánica es importante, tiene más de 80 años, pero no consigue venderle al exterior. Para colmo, entra competencia de afuera que le impide seguir vendiendo al mercado local y provoca fuertes tensiones en materia de empleo. Respecto de la inversión, el país tiene capacidad importante de ahorro. Se ve en los niveles de atesoramiento de dólares o colocación de Lebacs. Pero el problema es que no se está usando para infraestructura ni para impulsar la industria. El Gobierno no tiene un proyecto productivo. Es impreciso y anti industrial. Hay muchas cosas que podrían hacerse, por ejemplo en materia de logística con los ferrocarriles.
–El tipo de cambio en 16 genera controversias. ¿Se puede mantener en estos niveles?
–El Gobierno por ahora lo sostiene porque tiene miedo de agregar mayor tensión a los precios antes de las elecciones de octubre. Pero después es muy probable que haya una corrección. El resultado de las elecciones puede marcar un punto de quiebre además en las expectativas del mercado, sobre todo si ven limitadas las posibilidades de que continúe esta gestión. A esto se suma que el Gobierno está leyendo mal el contexto internacional. Insiste en abrir la economía y endeudarse, cuando sube la tasa de interés para las economías emergentes y el resto de los países se empiezan a cerrar.