Sergio Marchi, el jefe del sindicato de futbolistas argentinos, en huelga desde hace nueve días, asegura que acepta las críticas a su gestión, especialmente si le permiten ver sus errores. “Una vez, a un presidente (de un club) lo invité a pelear en la puerta. ‘Me pongo las zapatillas y voy’, le dije, porque yo para pelear me pongo zapatillas. Pero no siempre es bueno este tipo de actitudes”, dijo en 2009 a la revista deportiva El Gráfico.
La decisión tomada el viernes 25 de febrero de paralizar el fútbol en reclamo de una deuda millonaria salarial de los clubes con los jugadores le valió a Marchi innumerables críticas de dirigentes y funcionarios de Gobierno.
“Notamos mucha inflexibilidad de parte del gremio” de los futbolistas, dijo el sábado el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, sobre la negociación para poner fin a la huelga de jugadores.
“No se puede negociar más con ladrones. Lo único que le importa al gremio es por donde entra la guita (el dinero). Me extraña que algunos dirigentes quieran negociar con estos ladrones”, expresó Diego Maradona.
Sin embargo, Marchi tuvo el respaldo de sus representados, que mantuvieron la postura del gremio en cada reunión mantenida hasta el momento.
Marchi quedó al frente de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) a fines de 2006, cuando renunció a la conducción del sindicato Jorge Domínguez, ex jugador de Boca en la década del ochenta.
Domínguez dejó su cargo enemistado con Marchi, a quien criticó por mantener una relación cercana con el histórico presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, fallecido en julio de 2014 tras 35 años en el poder del fútbol.
Según dejó trascender Domínguez, Marchi conspiró contra una huelga que los futbolistas habían decidido luego ser víctimas de agresiones de los aficionados en las canchas. Ante el anuncio de un paro, Grondona amenazó con sancionar a quienes lo hicieran. Cuando la medida de fuerza estaba a punto de comenzar, la intervención de Marchi desactivó el reclamo y provocó una ruptura en la conducción del sindicato, dijo Domínguez.
Hasta su reaparición del 25 de febrero muchos se preguntaban dónde estaba Marchi frente a la crisis institucional y financiera que aqueja al fútbol argentino.
En medio de la disputa dirigencial, que requirió la intervención de la FIFA, solo los futbolistas se mantenían callados. Apenas Lionel Messi, en sus redes sociales, se quejó del desorden mostrado por la AFA en el traslado del seleccionado argentino a la Copa América del Centenario, jugada en 2016 en Estados Unidos.
La declaración de Marchi convocando a la huelga coincidió con el día en el que los clubes argentinos acordaron avanzar en una normalización de su gestión. El gremio de los jugadores apareció para recordarles que les adeudan 260 millones de pesos (16 millones de dólares) desde noviembre pasado. “Hasta que no aparezca la plata (el dinero), no jugamos”, expresó el capitán de Vélez, Fabián Cubero, tras una reunión con Marchi. La postura se mantiene inflexible.
Antes de ser futbolista, participó como estudiante secundario en diferentes marchas contra la dictadura militar (1976-1983).
Marchi se inició en Gimnasia La Plata, logró el ascenso a Primera División en 1984 pero a la siguiente temporada debió dejar el club enfrentado con la dirigencia. En su puesto de defensor lució por su juego aéreo y la férrea marca, a veces violenta, y no por su calidad. A fines de esa década integró un equipo de San Lorenzo llamado “los camboyanos” por su entrega en cada partido pese a las dificultades del club. “No teníamos dónde entrenar, no nos pagaban, a veces practicábamos de noche. Una vez hasta nos bañamos con agua mineral”, recordó.
A mediados de 2016, un operativo policial ordenado por la Justicia encontró irregularidades en el manejo de los fondos de la “Fundación El Futbolista”, que depende del sindicato a cargo de Marchi. El dinero, presuntamente, provenía de un convenio firmado en 2009 con la AFA administrada por Grondona.