Claudio “Chiqui” Tapia presume de ser el próximo presidente de la AFA. Y como dice que le sobran por todos lados los votos para convertirse en el sucesor de Julio Humberto Grondona, actúa en consecuencia. Se sentó al lado de Javier Medín, el delegado personal del presidente Mauricio Macri en la Comisión Normalizadora de la AFA, y enfrente de Sergio Marchi para tratar de levantar el paro de jugadores. Y no lo consiguió.

Luego, en ese mismo viernes loco, quiso demostrar que el ascenso, la base de su poder, le guarda obediencia debida y decidió que los partidos de la B Metro y la C se jueguen igual pero con jugadores amateurs o de primer contrato. Y tampoco lo consiguió. El sábado, cinco horas antes del comienzo de los partidos, AFA suspendió las fechas con la excusa de que “no estaban los aptos médicos”.

Parece haberse apresurado demasiado el yerno de Hugo Moyano en demostrar que es el nuevo hombre fuerte del fútbol argentino. Y en ese apuro se autoinfligió un desgaste prematuro, y acaso innecesario. Pulseó con Marchi y hasta ahora perdió. Y sus clubes estaban flojos de papeles como para romper una huelga de final incierto. No es una buena noticia que a 23 días de las elecciones que pueden llegar a consagrarlo, Tapia ponga en duda la fortaleza de su muñeca política. Detrás de él, están Moyano y Daniel Angelici, dos zorros acostumbrados a ganar siempre. Y que hoy por hoy constituyen el sustento principal que tiene Tapia para pretender sentarse en la poltrona presidencial de la calle Viamonte.

Por lo bajo, algunos compañeros de ruta ya le hacen sentir a “Chiqui” el rigor de las primeras críticas. Por estas decepciones parciales y por cierto talante altanero que creyeron haberle visto en algunas reuniones. Nada serio, por ahora. El tema es que esto pasa no en medio del ejercicio del poder puro y duro, sino en la previa. Mucho antes de ser electo y asumir.

Tapia debería redoblar esfuerzos, acaso más que nadie, para que a partir de hoy la situación tienda a encaminarse, y el próximo fin de semana retorne el Fútbol de Primera. Tendrá que exigirse a fondo para que el dinero faltante aparezca y para que todos los futbolistas queden al día: la única condición que puso Marchi para levantar el paro. Eligió salir en la foto antes de tiempo y ahora no puede dar un paso al costado.

Si en las próximas 72 horas, los jugadores cobran y vuelven a jugar, “Chiqui” Tapia tendrá su cuota parte en la solución de este problema y podrá seguir avanzando con paso triunfal rumbo a la Asamblea del 29 de marzo. Ahora, si todo sigue empantanado, Marchi no afloja su dureza, los jugadores sostienen la fuerza de su medida y la pelota continúa parada, es posible que el sólido frente interno que le llevó casi un año poder consolidar, empiece a mostrar fisuras inquietantes y que su figura siga sufriendo un desgaste anticipado. Junto con las de Angelici y Moyano. Que a 23 días de las elecciones presidenciales, tal vez empiecen a pensar si el presidente del humilde Barracas Central es el hombre indicado para heredar el puño de hierro con el que Grondona condujo el fútbol argentino a lo largo de 35 inacabables años.