"Hay compañeras que están en los paradores y que si un domingo no abrimos el local no comen ni ellas ni sus hijos", dice Dina Sánchez, vocera del Frente Darío Santillán. Y advierte que, a pesar de que la gravedad de la pobreza se debatió en
la campaña, y también antes con la discusión de la emergencia
alimentaria, y de manera más reciente por la sanción de la ley de
solidaridad, la situación de las mujeres pobres sigue siendo
naturalizada.
En el lanzamiento de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, Dina Sánchez convocó a sus compañeras a trabajar para hacer un sindicato feminista. Después le tocó ir a la Casa Rosada, para participar de la primera reunión por el pacto social; entre los 60 representantes empresarios, gremiales y de movimientos sociales convocados al encuentro con el presidente Alberto Fernández había sólo cinco mujeres. La foto de esa mesa tuvo una amplia circulación porque la secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, la difundió con un tweet crítico hacia su propio gobierno. Sánchez lo reinvindica: "Sin meter un codazo, sin pelear por nuestro lugar, va a ser muy difícil", señala.
- Fue la única mujer que habló en el encuentro.
- Habíamos entrado un representante por organización social. Alberto habló, agradeció y dijo “no voy a ser yo el que va a cerrar, si alguien quiere tomar el micrófono, bienvenido”. Por eso dije “listo, yo también quiero hablar”.
- ¿Qué planteó?
- Que la prioridad es con los que realmente lo hemos pasado mal, con las familias de los trabajadores que se quedaron en calle, sin trabajo. Nosotras a la solidaridad la trabajamos concretamente. Voy a poner un ejemplo simple: en la organizaciones, con las compañeras que se les cayó el programa y no cobran un peso tratamos que se lleven aunque sea un paquete de arroz. Cuando hablamos de solidaridad en las organizaciones hablamos de eso. A mí me pasó el día de la reunión que cuando iban hablando otros me sorprendí, porque escuchaba a algunos que decían “hay compañeros que están cobrando 20 mil pesos, nada más”... y yo con 20 mil pesos en el bolsillo me siento millonaria. No tenemos esa cantidad de dinero. Cuando escucho esas cosas, me cercioro de que no es un chamuyo pedir que la solidaridad empiece por los que hemos sido más afectados, porque tenemos miles de compañeras que no cobran nada, o que sólo tienen un subsidio por alimentos. Hay compañeras que están en los paradores y que si un domingo no abrimos el local no comen ni ellas ni sus hijos.
Dina ingresó en el Frente Darío Santillán en 2013, cuando se acercó a un comedor popular en La Boca porque estaba sin trabajo y con dos hijos preadolescentes. A través del comedor retomó sus estudios secundarios en un bachillerato popular. Sus compañeros la eligieron para que fuera la encargada de expresar públicamente al Frente, con una decisión en la que pesó el género, su condición de migrante peruana y lo que definen como la inclinación a poner siempre el cuerpo.
Sánchez cuenta, con un guiño, que para sentarse a la mesa del acuerdo debió hacer uso de decisión, porque todos los lugares estaban previamente asignados. "Todos hombres", marca, "y aparte con ese personalismo de querer sentarse al lado del Presidente… de querer estar ahí. Para empezar, las sillas tenían nombre. Yo lo voy a confesar: me robé un nombre y me senté ¡Si no, quedaban todos varones sentados alrededor de la mesa! Saqué el papelito y me senté… porque es así: si no metemos un codazo, si no peleamos por nuestro lugar, va a ser muy difícil. Y si lo van a plantear así, bueno… así fue nuestra experiencia en la UTEP. Aprendimos a decir las cosas, muchas veces chicaneando, sin faltar el respeto, con un chiste pero a decirlo. Y hoy en la dirección de la UTEP somos varias mujeres".
- En el lanzamiento de la UTEP dijo que quería un sindicato feminista. ¿Cómo cree que se puede hacer ese camino?
- Para empezar a salir del sindicato tradicional tenemos que tener paridad de género en el secretariado ejecutivo y en todas las ramas en las que se va a trabajar, no sólo en la rama de cuidado, de lo social, sino en otras como la de producción popular, del trabajo cooperativo. Esto es algo que todavía se está discutiendo. Porque hasta ahora no se ha armado el secretariado ejecutivo con nombres y apellidos; es algo que quedamos en hacer en este mes. Pero es lo que acordamos y se va a respetar, sí. Y hubo un avance en los hechos: a las últimas dos reuniones, es decir después del anuncio de la paridad, vinieron más compañeras.
- ¿Cuánto tiempo les llevó llegar a este acuerdo?
- La discusión viene de años. Se dio durante mucho tiempo, siempre planteando en las reuniones nuestras que había mucho varón... con un chiste, con un chicaneo, lo planteábamos siempre, porque las mujeres somos las que tomamos la batuta en el territorio, es algo que sabemos hacer, una cosa cultural, pero a la hora de ir a sentarse con el gobierno a negociar siempre el que va es un varón. Y en la lucha de estos cuatro años ya se veían más compañeras como representantes: estaban Jackie (Flores) del MTE, estaba Pini (Marianella Navarro), del FOL, yo por el Frente… es un cambio que tenemos que seguir haciendo porque en las organizaciones de la economía popular la mayoría somos mujeres.
- No es 50 a 50, debe ser 80 a 20.
- Puede ser 80 a 20… lo que es seguro es que no es 50 y 50. Somos muchísimas más mujeres las que sostenemos la economía popular, en lo textil, en la carpintería, la herrería; hay mujeres en nuestras cooperativas que hacen cloacas y veredas, ni qué decir en los trabajos de cuidado.
- A nivel barrial, ¿sí ve en las mujeres mayor poder de decisión?
- En el territorio sí, porque las responsables de cada barrio somos mujeres. En todos estos años, además, fuimos empoderándonos, ya tenemos eso de decir "no quiero que venga un varón a decirme lo que pienso o lo que pasa, quiero hablar yo". ¿Por qué? Porque en los espacios de cuidado, y cuando tenemos que hacer acompañamientos por situaciones de violencia, las que estamos somos mujeres. Entonces, para dar la discusión sobre todo lo que nos pasa, sobre el endeudamiento, sobre que nos echaron del lugar donde vivíamos, ya no nos callamos, ya levantamos la voz o decimos "no, eso no es así". Damos la discusión. Lo que sí es que los varones tienen una facilidad de usar la palabra en público bastante más fluida... tienen la capacidad de jetonear. A mí me pasaba que por eso no me animaba, pero hoy creo que, más allá del término que use, es importante que hable en los espacios donde se juega la representación política.
- El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, habla de ir hacia una ley que reconozca las tareas de cuidado. ¿La UTEP tiene una propuesta?
- Es un debate que no se va a resolver de un día para el otro, como lo que pasó con la tarjeta alimentaria, porque en la economía del cuidado hay que discutir desde los derechos a reconocer hasta a quienes va a abarcar. Hay muchas mujeres que no están militando en las organizaciones y que también hacen trabajos de cuidado, en el hogar, con sus hijos. Y tienen que estar contempladas las disidencias, que son doblemente marginadas del mercado laboral. Las mujeres, las disidencias y los jóvenes son los que hoy la están pasando peor.
- ¿Cómo funcionan las guarderías en el Frente Darío Santillán?
- Nosotros tenemos guarderías a la mañana y a la tarde, y en época de clases en los bachilleratos populares, también en la tarde/noche. En estos espacios de recreación los chicos de las compañeras son cuidados mientras ellas trabajan o estudian.
- ¿Qué cobran quienes trabajan en las guarderías?
- Muchas tienen el salario social complementario, pero otras no tienen nada o se les ha caído el salario social. Porque, si recibís un subsidio por alimentos, la Anses te recorta enseguida, y lo que más recorta es lo de valor más alto, como el salario social.
- Será muy difícil sostenerlas cuando el salario social se cae…
- A nosotros nos ayuda que recibimos muchas donaciones, porque estamos hace años en los barrios, nos conocen. Los vecinos nos dan ropa, nos traen juguetes… en los movimientos todo se resuelve comunitariamente, aunque es cierto que nadie vive del aire. Las compañeras buscan changas, consiguen aunque sea ir a limpiar una casa una vez por semana. La guardería también está para eso, para las compañeras que se les cayó el programa, o para las compañeras que recién llegan y que no tenemos para hacerlas entrar a una cooperativa, pero vienen a desayunar o almorzar. Muchas veces hacemos gastronomía, pastafrolas, pan casero y salimos a vender, aunque sea para cargar la SUBE. Lo que tratamos es que las compañeras no dejen de venir, si una compañera desaparece por varias días la buscamos, porque muchas veces sufren violencia. En los barrios populares esta problemática se siente más. La violencia sigue, el machismo no se ha terminado.
- Los movimientos presentaron una ley contra la violencia de género, que hoy está frenada.
- Cuando tuvimos la primera reunión con Alberto Fernández fue lo primero que le dijimos, que había leyes encajonadas, como este proyecto y el de acompañamiento para los pibes con adicción. Son leyes muy necesarias, porque en los barrios se sufre la violencia y hay muchos jóvenes con adicciones. Nosotros organizamos emprendimientos para ellos, como la xerigrafía y la venta de artículos de limpieza, porque si no hay otra cosa para ofrecerles es muy difícil que puedan recuperarse. Salir de la droga es muy complicado. Tenemos madres que viven situaciones muy difíciles. El trabajo de la mujer es muy importante; pudimos subsistir en estos cuatro años haciendo malabares. Muchas de nosotras si llegamos a fin de mes es porque desayunamos, almorzamos y merendamos en los comedores que creamos. Entonces, desde ahí, con esa experiencia, podemos dar discusiones políticas, porque todo esto que nos pasa es político. ¿Por qué van a hablar solamente los hombres si somos las mujeres las que estamos endeudadas, las que nos quedamos en la calle con nuestros hijos?