El ex agregado cultural iraní en la Argentina Mohsen Rabbani insistió en su inocencia respecto del atentado de la AMIA y consideró que a Alberto Nisman lo mataron o que lo indujeron al suicidio. El hombre, que no pisa el país desde hace 22 años, por supuesto no aportó ni un elemento de prueba ni explicó cómo pudo haberse cometido el supuesto crimen ni cómo podrían haber obligado al fiscal a suicidarse. La entrevista radial a Rabbani desató una verdadera fiesta de los grandes medios, como si el ex funcionario iraní tuviera precisos conocimientos sobre lo ocurrido en el edificio Le Parc, cuando en realidad especuló echándole la culpa de la muerte de Nisman a los servicios de inteligencia norteamericanos o a los servicios de inteligencia argentinos aliados a los norteamericanos. Su hipótesis es que Nisman iba hacer un papelón en el Congreso con su denuncia por el Memorándum con Irán y entonces los servicios lo mataron para que el naufragio no fuera tan notorio. Todo obviamente incomprobable.

Acusado

Rabbani atendió el llamado del programa Mañana Silvestre --conducido por Gustavo Silvestre en Radio 10-- desde Irán donde vive desde 1998. El ex agregado cultural no puede salir de ese país porque tiene orden de captura internacional con alerta roja de Interpol desde que se fue a Teherán, tras ser algo así como el líder espiritual de la congregación chiita de la mezquita de Flores.

Los servicios de inteligencia y la investigación judicial le adjudicaron un papel central en el atentado de la AMIA, inicialmente porque apareció preguntando precio por una camioneta Traffic en 1993 en los negocios de venta de autos usados de la Avenida Juan B. Justo. Fue incluso vestido con su ropa de sacerdote islámico, lo que le quita un poco de peso a la prueba. Su teléfono estuvo intervenido desde el mismo día del atentado, o sea que sospecharon de él desde un principio.

En su contra hay algunas evidencias que no permiten descartar la acusación. Se supone que el organizador del ataque fue un libanés llamado Salomón El Reda, que había vivido en Colombia, y que estuvo en Ciudad del Este. Nisman argumentaba que El Reda y su hermano José estaban casados con las hermanas Saín, una de ellas secretaria de Rabbani, y que entre todos ellos, los dos matrimonios y el agregado cultural, más algunos otros miembros de la mezquita, se hicieron fundamentalistas y perpetraron el atentado bajo las órdenes del gobierno iraní.

A diferencia de lo que afirmaba Nisman, en la investigación hay elementos que apuntan a una célula chica, independiente, como la que perpetró el primer ataque a las Torres Gemelas en 1993. Aquel atentado en Nueva York fue ideado por un sacerdote ciego, el sheik Omar Abdel Rahman, y fue perpetrado por un pequeño grupo de seguidores.

Hay un dato impactante. En el documental de Netflix Nisman. El fiscal, la presidenta y el espía, aparece Ross Newland, ex responsable de la CIA en la Argentina, diciendo que no hay ninguna prueba de que el atentado haya sido auspiciado o cometido por Irán.

Nada

Como es obvio, Rabbani reiteró que no tuvo la menor relación con el atentado. "Irán no tiene nada que ver. No dejan declarar. No quieren que se sepa la verdad", insistió Rabbani.

En verdad, la acusación no es fácil de sostener. Nunca se pudo averiguar de dónde salió el explosivo; nunca se determinó quién le compró la camioneta que estalló en la AMIA al armador de autos robados Carlos Telleldín; nunca se supo dónde se armó la camioneta explosiva ni quién se sentó adentro para hacerla estallar en la mutual judía, ni quien entró al país para concretar el ataque. En una palabra, no se esclareció nada de nada sobre los hechos concretos del atentado, por lo tanto no hay buenas evidencias para ligar a Rabbani. Sólo informes de inteligencia.

Y lo más llamativo: a Rabbani lo acusaron por el atentado desde el primer día, pero sin embargo no lo detuvieron. Vivió en la Argentina cuatro años más sin ser molestado y se fue muy tranquilo en 1998.

Las organizaciones de la comunidad judía, que apoyaron todo lo que decía entonces el juez Juan José Galeano se rasgaron ahora las vestiduras planteando por qué Rabbani no declara en la Justicia, cuando Galeano --si hubiera tenido pruebas-- podría haberlo detenido en su momento.

Desde ya que Rabbani debería prestar declaración indagatoria, pero todo está trabado. Se intentó con el Memorándum, pero habría que buscar otras variantes como una indagatoria en un tercer país o soluciones de esa naturaleza.

Nisman

El ex agregado cultural siguió el razonamiento que sigue el régimen iraní desde el primer día: la investigación en la Argentina está dirigida por la CIA y el Mossad israelí. La idea de echarle la culpa a Irán surgió de un diálogo entre los presidentes de Israel y de la Argentina --Carlos Menem-- al día siguiente del ataque.

Ese mismo razonamiento lo aplicó respecto de la muerte de Nisman. Cristina Kirchner quiso avanzar en el diálogo con Irán, pero las fuerzas y servicios norteamericanos buscaron condenarla. En ese marco, Nisman, alineado con Washington, armó una denuncia falsa y como estaba por naufragar, lo mataron o lo indujeron al suicidio, para que no quedara evidenciada la trama de los servicios de inteligencia norteamericanos e israelíes.

En el diálogo con Mañana Silvestre, por supuesto, Rabbani no pudo aportar ninguna prueba. Quedó en la misma situación que la Justicia argentina, que en cinco años no pudo encontrar ni un sospechoso, no trazó siquiera una hipótesis de cómo alguien entró a ese edificio, cómo ingresó a un departamento cerrado por dentro, cómo le pegó una supuesta paliza al fiscal sin desordenar nada y sin que hubiera una gota de sangre en todo el departamento y cómo el supuesto asesino entró y salió de un baño cuya puerta quedó virtualmente cerrada por el cuerpo del fiscal. Lo de Rabbani fue especulación pura, diagnóstico político para echarle la culpa, sin pruebas, a la CIA, el Mossad o sus adláteres argentinos.

Quizás consciente de este problema, el ex agregado saltó entonces del homicidio a la inducción al suicidio, como si todo fuera igual y no importara la diferencia. Tampoco en este terreno aportó nada. Inducir al suicidio implica algún tipo de mensaje del tipo "o usted se pega un tiro o le matamos a toda su familia". Rabbani, que no está en la Argentina hace 22 años, tampoco pudo detallar ninguna prueba al respecto.

Curiosidades

Resultó curioso escuchar a los grandes medios considerar como "palabra santa" los dichos de Rabbani, que adjudicó la muerte a un homicidio, aunque después --sin escalas-- también habló de suicidio. Fue una fiesta de los alineados con Cambiemos y Washington. De golpe le dieron crédito al supuesto gran organizador del atentado.

La realidad es que la causa AMIA no avanza un milímetro porque Irán considera que es un expediente armado y la Argentina tampoco tiene grandes pruebas para sostener la acusación.

Y también el expediente Nisman está paralizado. El fiscal Eduardo Taiano y el juez Julián Ercolini no encontraron evidencia de homicidio transcurridos cinco años. Sólo una disparatada pericia de Gendarmería hecha a pedido de Patricia Bullrich.

Nada de todo eso lo soluciona el diagnóstico político de un sacerdote que está a 14 mil kilómetros y del que cada uno toma las palabras que le convienen.