El 2020 bien podría decirse que es el año electoral para el universo sindical. La CGT deberá renovar su actual conducción. Se prevé un proceso difícil mas no imposible. Eso sí, el mandato de unidad que dio el triunfo electoral del Frente de Todos les impone un condicionante, que no es otro que el de dejar de lado las diferencias y desconfianzas antiguas y recientes, que hay en buena parte de la dirigencia, para tener una central sindical única. Este proceso tiene como final tentativo el mes de agosto pero incluye por lo menos una escala previa dentro de los próximos sesenta días. Se trata de la renovación de las autoridades de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) donde pugnan poderosos sectores que también apetecen el sillón del secretario general de la CGT.
En la CATT hay cerca de 40 gremios importantes y poderosos como los camioneros, una decenas de sindicatos aeronáuticos, trenes, colectivos y otros tantos de servicios marítimos. Todos sindicatos que a la hora de una medida de fuerza general aportan para su efectividad un porcentaje superior que el resto de los integrantes de la central obrera. Hasta ahora la CATT es conducida por Juan Carlos Schmid, el jefe del gremio de Dragado y Balizamiento, que había llegado a esa sillón de la mano de Hugo Moyano. El espacio le sirvió para que el camionero lo pusiera luego en el triunvirato de la CGT cuando decidieron unirse en 2016 ante la llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada. Ese vínculo se fue desgastando a tal punto que Schmid renunció a su silla en el triunvirato convencido de que no que había conseguido sus objetivos pero también de que el moyanismo lo había abandonado.
Ahora que se acerca el fin del mandato de Schmid los grupos que integran esta central sindical del transporte han comenzado moverse en busca de esa poltrona que puede transformarse en el trampolín a la sede de Azopardo 802 donde funciona la CGT. Hay en este trance al menos cuatro grupos.
El primero es el que integran Sergio Sasia de la Unión Ferroviaria (UF), Omar Maturano de La Fraternidad y Roberto Fernández de la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Tres sindicatos que por sí solos pueden parar un país o hacer naufragar un medida de fuerza como ocurrió en diciembre de 2017 cuando la UTA cambió de opinión y levantó su adhesión al paro contra la reforma previsional del macrismo haciendo fracasar la protesta que por fin había lanzado la CGT. Por otra parte, el jefe de la UTA arrastra una conflictiva relación con los Moyano que se agudizó en diciembre pasado cuando una corriente interna del gremio de colectiveros tomó la sede central del sindicato y lo destrozó. Roberto Fernández está convencido que ese grupo actuó con el respaldo de camioneros. Esta inquina nació con la llegada de Fernández a la UTA porque Moyano jamás tuvo problemas con el anterior secretario general, el histórico Juan Manuel Palacios. Es más, en 2006 cuando se normalizó la CATT lo hicieron Palacios, Moyano y el taxista Omar Viviani. De allí surgió la conducción de la CGT de entonces y algunos aspiran que este año se repita ese proceso.
El otro grupo es el que lidera justamente el gremio de Camioneros que tiene como adherentes al sindicato de peajes que lidera Sergio Sánchez y los tripulantes de cabina que conduce Juan Pablo Brey. La gente de Moyano busca sumar a los gremios navales, portuarios, marítimos y guincheros que integran la Federación Marítima Portuaria de la Industria Naval (Fempinra) que todavía dirige Schmid. Es un grupo interesante en cuanto a votos porque al momento de elegir las autoridades cada gremio (pequeño, mediano o grande) vale un voto.
El tercero lo integran los gremios aeronáuticos. Son una decena de sindicatos entre los que se destaca el piloto Pablo Biró y Edgardo Llano de la Asociación del Personal Aeronáutico que además está en la CTA. A este sector hay que sumarle el personal de líneas aéreas extranjeras y el personal superior de Ferrocarriles Argentinos y la administración de puertos.
Del cuarto y último grupo sobresalen Omar Viviani de peones de Taxi y Marcos Castro del Centro de Capitanes de Ultramar. Es el menos numeroso pero si los otros grupos no logran imponerse, el de Viviani puede convertirse en el que desempate y eso siempre es importante.
Hay poco tiempo para definir quién será el conductor de la CATT. La unidad forma parte del discurso de todos sus miembros pero no tiene el mismo efecto que en el mundo de la política. En principio porque no hay un Macri entre sus dirigentes. Por otra parte, Macri ya no está en el gobierno y eso hace que el intento por diluir las diferencias se vuelva mucho más complicado. Sin embargo, una fractura sería más que inconveniente porque no sería saludable para el devenir del gobierno de Alberto Fernández. Algo similar ocurrirá con la segunda etapa de este camino que será la elección de la nueva conducción de la CGT.