Este domingo se cumplieron 10 años del devastador terremoto sufrido por Haití, durante el que murieron alrededor de 316 mil personas, mientras el dolor se mezcla con la ira y la amargura por los esfuerzos fallidos de reconstrucción y la continua inestabilidad política del país.
Miles de haitianos acudieron en masa a las iglesias del país para celebrar misas en memoria de las víctimas.
El presidente de Haití, Jovenel Moise, acompañado de miembros de su Gobierno y con presencia de diplomáticos extranjeros, participó en una entrega floral a las afueras de la capital, Puerto Príncipe, donde están enterrados miles de los fallecidos en el terremoto.
"Comimos juntos, dormimos juntos, lloramos juntos, rezamos juntos" después del terremoto, rememoró Moise. Pero ahora, añadió, "el odio y la discordia ha llenado nuestros corazones... Hoy necesitamos esa solidaridad, esa unidad".
Cuando Moise apareció, un grupo de manifestantes antigubernamentales se acercó para protestar, una muestra del resentimiento entre la sociedad por los fracasos del gobierno y de los grupos de ayuda internacional desde el devastador terremoto de hace 10 años.
Durante unos 35 largos segundos, un terremoto de magnitud 7 transformó la capital, Puerto Príncipe, y las ciudades cercanas de Gressier, Leogane y Jacmel en ruinas polvorientas. Más de 1,5 millones de haitianos quedaron sin hogar, dejando a las autoridades de la isla y a la comunidad humanitaria internacional ante un desafío colosal en un país que carece de un registro de tierras o de reglas de construcción.
"Ha sido una década perdida, totalmente perdida", dijo el economista haitiano Kesner Pharel a la AFP. "La capital no ha sido reconstruida, pero nuestra mala gobernanza no es responsabilidad exclusiva de las autoridades locales; a nivel internacional no hemos visto un mecanismo para administrar la ayuda que permita que el país se beneficie".
Los miles de millones de dólares prometidos por los donantes internacionales en las semanas posteriores a la catástrofe parecen haberse desvanecido, alimentando la amargura de los sobrevivientes que están hoy expuestos a los mismos peligros que existían antes del terremoto. "El país nunca fue reconstruido y estamos de vuelta en el punto de partida", aseguró.
El terremoto destruyó cientos de miles de hogares, así como edificios administrativos y escuelas, sin mencionar el 60% del sistema de salud.
Haití se ha visto también afectado por una grave crisis sociopolítica.
En 2018, los escándalos de corrupción que implican al presidente Moise y a todos los gobiernos posteriores al terremoto provocaron una fuerte y violenta reacción. Los cascos azules, por otra parte, fueron denunciados por cantidades de violaciones a mujeres y de haber desatado epidemias, como la de cólera, que provocó 7 mil muertes más.
Las protestas fueron protagonizadas sobre todo por jóvenes -más de la mitad de los habitantes de Haití son menores de 30 años- que viven con pocas posibilidades de empleo en un país marcado por una creciente inseguridad en medio de frecuentes enfrentamientos entre pandillas armadas.