“Nos está pasando en este momento. “Vogue” ha alcanzado el número uno en las listas y se corrió la voz”. La frase brota en la segunda temporada de Pose y se refiere al exitazo de Madonna en 1990 con el que la diva material registró la denominada “Ball Culture”. Los diez nuevos capítulos de este fresco sobre chicas trans, drags y performers, se ubican en Nueva York hacia 1990. Además de la masividad de los bailes esculturales, ese fue el tiempo de los estragos a causa del SIDA. Sobre esos dos tensores oscila la ficción concebida por Ryan Murphy. Su estreno será el miércoles a la medianoche por FOX Premium Series.
La corte de personajes sigue siendo la misma que en la primera temporada aunque con mayor nivel de producción. Pose trabaja temáticas como las elecciones familiares, la fraternidad, la lealtad y lo que significaba entonces ser seropositivo como estigma y pasaporte a la muerte. En estos diez episodios, por otro lado, hay una mayor presencia sobre el activismo en la comunidad gay. Se trata de un estricto registro coral que por momentos raya el melodrama con diálogos ácidos y personajes que quieren convertirse en algo más a partir de la impostación. Lo hace, por otra parte, con elocuencia visual y sonora (Technotronic, Milli Vanilli, Roxette, Neneh Cherry y Sheila E se suceden sin descanso). Los íconos estéticos y musicales del pasado son uno de los puntales de la narrativa. Tiene sentido. Blanca, Angel, Pray Tell y el resto de les federades en voguing bailarán hasta que se acabe el mundo.