Cada vez son más los tanques vacíos de la villa 31: desde julio en la manzana 100 están sin agua , pero estas últimas semanas se sumaron las manzanas siete, diez y cuatro del barrio Güemes, dentro de la villa. El conflicto llegó con los inicios de una de las obras de “integración urbana” que el Gobierno de la Ciudad tiene planificadas en el barrio. Tras los reclamos de vecinos y el trabajo de una de las comuneras del barrio, el sábado por la tarde llegó un camión de la empresa estatal AySA, con capacidad de 35 mil litros de agua para cargar los tanques de las casas.
“Cuando vimos la calidad nos dimos cuenta de que veníamos recibiendo agua que no era potable, que estaba sucia, amarillenta”, relata María Chaile, que vive en la manzana 100 de la villa. El agua contaminada que menciona viene en pequeños tanques, que llegan en motos cuando alguno de los vecinos reclama. “Tenemos que pedir la moto cuando nos quedamos sin agua y si tenemos suerte llegan recién al día siguiente”, señala María y cuenta que hace unas semanas su hijo se enfermó del estómago y estuvo varios días con dolor de panza y descompostura: “pensé que era algo de la comida en mal estado por el calor, pero cuando vi que varios pibes de la manzana estaban igual, nos dimos cuenta de que era el agua que estaba mala”. Desde entonces, para tomar y cocinar que comprar bidones de agua mineral.
El conflicto empezó en julio del 2019 cuando la manguera que llevaba agua a las casas de la manzana 100 de la villa dejó de funcionar. “Cuando empezaron con la obra (el Gobierno de la Ciudad) el agua dejó de funcionar. Pusieron otra manguera, pero la red todavía no estaba habilitada”, relata María. Entonces hicieron un acuerdo con otra manzana, para llevar agua desde ahí, pero al tiempo dejó de alcanzar para todos. “Conectamos la manguera vieja a otra red, de una manzana vecina, pero cuando la gente empezó a notar que en sus canillas no había presión, nos amenazaron y tuvimos que irnos de ahí también. Todo esto de la obra nos está causando problemas entre nosotros que antes no teníamos”. Ya habían hecho reclamos al Gobierno de la Ciudad, pero la respuesta era siempre la misma: que cuando terminara la obra iba a funcionar la red. “Les llenan los tachos de agua a los de la obra para que puedan trabajar, mientras al lado está la gente sin agua para bañarse”, relata Sofía González, de la comuna 1, dentro de la que se encuentra el barrio Padre Mugica, “como lo llaman los vecinos”, señala en relación al nombre de “Barrio 31” que la Ciudad le otorgó sin tener en cuenta su historia. La obra a la que se refiere es la que se está llevando a cabo en la manzana 100: “en noviembre del año pasado salió una licitación por 60 millones de pesos para pintar las fachadas, pero las casas por dentro siguen con los problemas de siempre”.
Al enterarse de la falta de agua, la comunera convocó una reunión con legisladores y vecinos para recorrer la manzana 100 que es la más afectada. “En las casas había pilas de platos sin lavar, sábanas y mucha ropa sucia que se venía juntando”, relata. Comprobaron que los caños de la red de agua solo llegan hasta la entrada del barrio, donde el gobierno porteño debería continuarlos hacia adentro de la villa, en cambio, dos motos con capacidad de 300 litros, abastecen las emergencias cada vez que alguien se queda sin agua y llama de urgencia. Walter Larrea es docente del Polo Educativo Mugica, donde muchos de los pibes de la villa van a la primaria, jardín o secundaria. Según una encuesta que hicieron dentro de la escuela, un 70% de los estudiantes tiene problemas en su casa con el agua desde mitad del año pasado. “Ves todas las casas pintadas y algunas calles asfaltadas, pero las obras más importantes no las hacen”, señala.
Después de la reunión del martes, desde la Secretaría de Integración Social y Urbana de la Ciudad se comprometieron a enviar tres camiones por semana con capacidad de 6 mil litros de agua para llenar los tanques. “La semana pasada vino uno el miércoles y otro el viernes, pero ya el del viernes alcanzó para la mitad de las casas”, explica María Chaile, que forma parte de la brigada de bomberos voluntarios de la villa. Hace diez días hubo un incendio en otra manzana del barrio y desde la brigada tuvieron que evacuar a las personas y llamar a las ambulancias. Se había quemado un transformador eléctrico y el fuego alcanzó a tres casas. “No tenemos las herramientas para apagar un incendio, solo deberíamos actuar para prevención, pero como los camiones hidrantes no llegaban y no teníamos agua a mano, tuvimos que darle prioridad a salvar a la gente”, relata. Este viernes el camión del Gobierno de la Ciudad no alcanzó para todas las casas, y muchas familias tuvieron que contentarse con un par de litros en tachos o baldes. Pidieron motos para el sábado pero al llegar, una de ellas, estaba rota. Ese mismo día convocaron a una nueva reunión con comuneros para resolver la situación del fin de semana. Al presentar el conflicto, la empresa AySA ofreció el camión hidrante de 35 mil litros, que tuvo que entrar por atrás de la estación de ferrocarriles, y desde allí tender una manguera para llenar los tanques. “Cada uno se encargaba del suyo, y a las casas donde la manguera no llegaba teníamos que pasar el agua en baldes”, relata María. Desde la llegada del camión, a las seis de la tarde, la manzana fue recuperando por unas horas el agua en las canillas, para lavar algunos platos y bañar a los más chicos. El operativo terminó cerca de la una de la mañana. “Una vez más tuvimos que enviar el operativo para asistir a los vecinos por la falta de agua. Desde AySA siempre vamos a estar presentes ante estos inconvenientes”, señaló la presidenta de la empresa estatal, Malena Galmarini.
Informe: Lorena Bermejo.