¿Cómo no es más conocida la obra de Ada Tvarkos, quien al igual que sus contemporáneos masculinos pintó el paisaje urbano de Rosario en el lenguaje depurado de las paletas tonales y las formas puras? ¿Y alguien se acuerda de Silvia Torrás? Nacida en España en 1936, vino con sus padres a la Argentina al año siguiente, como tantos otros que huían de la barbarie franquista. Pintora formada en dos escuelas de arte de Buenos Aires, a fines de los años '50 se casó con el pintor Kenneth Kemble, por entonces un joven inseguro y divorciado. "Ella me dio confianza", reconoció él ante su biógrafo Rafael Squirru.
Expusieron juntos en la galería Peuser en 1960. Fueron los pioneros del estilo informalista en Buenos Aires. En dos fotos de 1961 por Jorge Roiger se ve a Silvia en la galería Lirolay formando parte, con su obra, su marido y otros colegas, de la polémica muestra Arte destructivo. Ganó algunos premios al año siguiente y en 1963 (el de la primera retrospectiva de Kemble) dejó de pintar. La pareja se separó; él se casó de nuevo y ella emigró a México, donde falleció en 1970. Él siguió viviendo en su casa natal de Martínez hasta su muerte en 1998.
Por entonces el nombre de Silvia Torrás era un secreto a voces. Pero el día de su gran muestra retrospectiva aún no ha llegado. Una búsqueda en Google arroja palabras como "maestro" en referencia a Kemble; Torrás figura como "estudiante" que "continuó su formación" en el taller de él. Internet arroja sólo dos reproducciones de sus obras.
La primera, la única
Un repaso por las dos listas de obras de la colección de arte contemporáneo del Castagnino+Macro de Rosario permitió calcular 147 artistas mujeres y 299 autores varones en una lista de 442 obras: un tercio femenino casi exacto, el mismo porcentaje de artistas mujeres que fueron o son aún miembros de la Royal Academy. En la colección histórica del Castagnino, en cambio, existe sólo una: Emilia Bertolé.
También poeta, Emilia Bertolé (1896‑1949) fue la "primera mujer artista que tuvo en Rosario un gran reconocimiento público", como escribe la curadora Adriana Armando en el catálogo de una exposición donde en 2010 reunió 49 artistas en la Fundación OSDE: La naturaleza de las mujeres. Artistas rosarinas entre 1910 y 2010. A través de una exhaustiva investigación, Armando sacó de los arcones (entre muchas otras obras, poco o nunca vistas) dos crepusculares paisajes al óleo por María Angélica Junquet de Arcal (pintora y poeta, madre de la escritora Angélica Gorodischer, quien publicó un libro sobre su vida poco después) y un par de composiciones florales de la pintora santafesina Ana Caviglia de Calatroni (quien en 1941 ganó el Premio Gobierno de Santa Fe en dibujo por su acuarela Boda campesina en el XVIII Salón de Mayo del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez). Las pintoras mujeres de la primera mitad del siglo pasado parecen haber oscilado entre la intimidad del hogar donde practicaban géneros convencionales (paisajes y flores; no era bien visto que tomaran clases en academias de arte, copiando modelos desnudos) o la singular figura de la diva: "la Bertolé". Y sus retratos, porque de pintarlos por encargo y escribir artículos vivía. Fue una mujer sola e independiente. Pero "diva" podía haber sólo una.
Hermanas o esposas
Sólo en años recientes se viene mostrando la obra plástica de Aíd Herrera, compañera de toda la vida de Juan Grela, quien la pintó en bellas "Maternidades" y retratos familiares. Una exposición curada por Nancy Rojas el año pasado rescata su rol activo como docente en el taller que daban ambos en Alberdi. La historia más repetida sigue siendo la del biógrafo de Grela, Ernesto Rodríguez, quien cuenta cómo ella le preparaba materiales caseros en tiempos de penuria.
Lo que no se dijo es que las curvas abiertas y fluidas de sus grabados, dibujos y pinturas de los años '70 pueden pensarse como una posible influencia en la obra tardía de Grela. Con sus colores puros, su simetría y motivos biomórficos, las obras de Aíd Herrera sorprenden al apartarse del tono grave y sublime que caracterizó al arte moderno.
También en OSDE Rosario, en 2012, fue la exposición Los hermanos Schiavoni, con curaduría de Sabina Florio y de Iván Hernández Larguía. Allí el público local vio por primera vez en décadas las pinturas tardías de María Eugenia Schiavoni, hermana del pintor Augusto Schiavoni. Aunque se vienen rescatando los paisajes etéreos que pintaba María Eugenia a mediados del siglo pasado, nadie esperaba estos colores sorprendentes y formas indescifrables. Al igual que María Angélica Arcal, ella entró en su madurez en un período místico.
Dice la artista británica Tracey Emin en su documental What Price Art? (2006) para la serie ArtShock de Channel 4, en diálogo con una integrante del colectivo estadounidense Guerrilla Girls, que si una mujer a mediados del siglo pasado en Estados Unidos hubiera hecho todo lo que hacía Jackson Pollock (emborracharse, orinar en la chimenea, pintar a lo loco dejando gotear pintura sobre la tela puesta en el piso), la habrían internado en una clínica psiquiátrica. Sin embargo, un cuadro de Pollock se vendía en 40 ó 50 millones de dólares mientras que los de su esposa Lee Krasner arañaban el millón. Una obra de la escultora modernista inglesa Barbara Hepworth (fallecida en 1975 luego de 25 años de soledad tras separarse de su marido Ben Nicholson, también escultor) se subastó en 2004 en Sotheby's por 1.228.000 de dólares; en la misma subasta, por otra de su contemporáneo Henry Moore el comprador pagó 8.408.000. Sin embargo, tanto en la entrevista de Emin al agente de la casa rematadora como en su paseo por la casa museo de Hepworth, se aprecia una obra mucho más resistente al paso del tiempo, y que tiene más sentido para el espectador contemporáneo.
"Longevidad versus impacto", tal es la dicotomía que plantean. O quizás se trate de algo más simple: nos cansamos de ver durante años, en fotos reproducidas en los libros de historia del arte, los "grandes gestos" artísticos de Pollock o de Moore; las rotundas formas halladas por Hepworth parecen nuevas. Remiten al huevo, al origen de la vida.
¿Cómo era estar casada con Diego Rivera? "Como estar casada con George Clooney", especula la curadora de la exposición de Frida Kahlo en la Tate Modern Gallery en 2005. ¿Mostró Diego Rivera en la Tate? "No", responde la curadora a la artista y entrevistadora. "Ella es mejor artista", coinciden. La abundancia de público lo comprueba. Los precios lo reflejan: apenas 3.082.500 por un Rivera en Sotheby's en 2005, contra una pintura de Frida Kahlo que 5 años antes se fue por no menos de 5.065.750 de la misma casa. Publicar los precios del arte es como mostrar las bombachas usadas y las botellas de vodka vacías: precisamente lo que Emin hace en su obra My Bed ("Mi cama"), vendida en 2014 por dos millones doscientos mil libras, duplicando el millón doscientos que pagaron diez años antes por una de su colega Damien Hirst (cuando una de Emin, pese a estar en el mismo grupo, valía diez veces menos). ¡Lo lograste, muchacha! Pero... ¿cuál ha sido el precio?
What Price Art puede verse en https://lalulula.tv/documental‑2/sueltos‑documental‑2/cual‑es‑el‑precio‑del‑arte‑por‑tracey‑emin.