Desde París
Occidente aprovecha la crisis que sacude a Irán desde que se supo que Teherán había derribado por accidente el avión de la compañía Ukraine International Airlines para forzar el mantenimiento del acuerdo nuclear.
Luego de haber operado en segundo plano para evitar la escalada entre Irán y Estados Unidos e impedir que la República Islámica dejara de respetar lo poco que queda del acuerdo nuclear firmado en 2015, los tres principales países europeos de la escena mundial cambiaron ahora de rumbo y se metieron en el tortuoso camino del presidente norteamericano, Donald Trump.
Las tres potencias europeas que firmaron el acuerdo de Viena, Francia, Alemania y el Reino Unido, pusieron en funcionamiento un dispositivo de “resolución de disputas” cuyo principal efecto podría conducir a que estos países abandonen también el acuerdo y se sumen a Washington en la imposición de nuevas sanciones en caso de que ambas partes no lleguen a un nuevo pacto.
Esta medida es tanto más paradójica cuanto que si hay alguien que rompió el acuerdo y agredió militarmente a Teherán no fue Irán sino Donald Trump: primero cuando destrozó el acuerdo en 2018 y luego cuando mandó a asesinar a Qassem Soleimani, el jefe de las fuerzas especiales y de los guardianes de la revolución.
No obstante, en este juego de siluetas y sombras la iniciativa europea parece tener un doble fondo: entretener al furibundo twittero de la Casa Blanca y mantener a Irán ligado a los términos del acuerdo nuclear luego de que, el pasado 5 de enero, la República Islámica decidiera que ya no estaba obligada a respetar ningún límite en lo que atañe “la cantidad de centrifugadoras” utilizadas para la producción del combustible nuclear. En suma, Teherán emprendía así su propio retiro del texto de Viena.
Por medio de su alto representante de la Política Exterior de la Unión Europea y de la diplomacia de los gobiernos implicados, las partes aseguran que se trata de “preservar el acuerdo” conocido como JCPoA. Washington ha emprendido desde 2018 una densa campaña que apunta a obligar a sus socios europeos a salir del acuerdo nuclear con Irán. Aún no lo consiguió, pero la crisis que atraviesa Irán desde hace varios meses y los errores políticos que ha cometido Teherán parecen diseñar un momento ideal para incrementar la fuerza de la tenaza contra un régimen que ya venía tambaleándose bajo el peso de un poderoso movimiento social al que el gobierno reprimió con sangre.
El presidente francés, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, Boris Johnson, intimaron a las autoridades iraníes a que "vuelvan al cumplimiento total del acuerdo". De hecho, desde que Trump dejó de respetar el pacto de Viena, Irán se ha ido poco a poco alejando de sus compromisos, sobre todo a partir de julio de 2019 cuando amplió las actividades de sus centrifugadoras. El texto de Viena estipula un límite del 3,67 por ciento para el enriquecimiento del uranio. Desde el año pasado, Teherán lo subió al 4,5 por ciento, un porcentaje mucho menor al 20 por ciento al que se llegó antes de que, al cabo de tres años de negociaciones, se firmara el acuerdo nuclear. En ambos casos se está muy lejos del 90% requerido para fabricar una bomba atómica.
La amenaza de las tres potencias es un jueguito estratégico y una manera de manifestarle a Irán que, pese a lo que haya hecho Trump, el acuerdo nuclear es una columna vertebral de las relaciones. Por ello hay en este capítulo una lectura doble donde lo que se ve no es lo esencial sino lo que está por debajo. Hay además otros dos actores de gran influencia firmantes del acuerdo: Rusia y China. Al lado también juegan de mediadores Qatar y Pakistán (potencia nuclear). Existen cuatro teatros abiertos: el twitter de Trump, sus humores que lo pueden llevar a matar, los europeos y los vecinos de Irán. A nadie le interesa que el irresponsable presidente de Estados Unidos precipite a Medio Oriente a un nuevo pozo ciego.