La explosión del transbordador espacial Challenger, el 28 de Enero de 1986, fue la imagen que eligió Paul Virilio (1932-2018) para plantear la necesidad de crear, en paralelo a los museos de la guerra existentes, un Museo del Accidente. Para el filósofo cultural y urbanista francés, la humanidad aún necesita entender que cada tecnología que se inventa hace surgir un accidente específico. La invención del barco derivó en los naufragios y la conquista del espacio propició la explosión del Challenger (transmitida en vivo por TV al mundo vía satélite) a los 73 segundos de su lanzamiento. Y en el último tiempo internet –omnipresente, omnisciente– dio lugar al accidente de los accidentes: anónimos y fantasmales, virales y estéticamente accidentados, los memes son la expresión más representativa para una generación que creció y se formateó cada vez más hiper-ciber-conectada e inclinada hacia todo tipo de pantallas.
“La imagen pobre tiene mala calidad y resolución sub-estándar, y se deteriora al acelerarla. Es el fantasma de una imagen, una miniatura, una idea errante en distribución gratuita, viajando a presión en lentas conexiones digitales comprimidas, reproducida, ripeada, remezclada, copiada y pegada en otros canales de distribución”, escribió Hito Steyerl en Los condenados de la pantalla. La paradoja de la que escribió la videoartista y pensadora japonesa/alemana es que las imágenes pobres (“basura arrojada a las playas de las economías digitales”) de los memes tienden a la abstracción: no solo de fake news, de los trolls de turno y de los pataduras que se burlan del Pipa Higuaín y de Messi vive el meme.
La rubia enojada y el gato imperturbable sentado en la mesa, las dos poses de Drake (lo que sí y lo que no), el novio distraído y su novia ofuscada, Macri desairado y Trump llevándose el amplificador o las etapas del cerebro expandido son arquetipos memeros que tienen cientos de versiones. Y es que la gracia del meme reside en su capacidad para sintetizar ideas: en cuanto más niveles funcione, más gracioso el meme.
Algo más: en un mundo dominado y regido por la propiedad privada y el copyright, los memes no son de nadie. O son de todos. Cualquiera puede robarlos o versionarlos y no provienen ni de la literatura ni del cine ni de la plástica, aunque puedan valerse ocasionalmente de sus herramientas. Y aunque el término tiene supuestamente su origen en el concepto concebido por el zoólogo y científico Richard Dawkins en su libro El gen egoísta (donde define el meme como la unidad mínima de información que se puede transmitir), lo que conocemos como tal es el lenguaje y el medio de expresión que encontraron los habitantes de Internet para sintetizar ansiedades, percepciones, sentimientos y estados de ánimo.
Y también para reírse de todo y de todos: de la malicia de los memes no se salva nadie, pero a la vez un meme te puede salvar el día o ayudarte a reír de la fatalidad o del sinsentido de nuestras vidas. “En estos tiempos, cuando todo tiene que ver con todo y lo personal es político, el meme es la forma más directa y entradora de inculcar a través del humor y de la ironía una idea o una forma de pensar, una queja o una exigencia”, explica Natalia Drago, cantante y guitarrista de Señorita Trueno Negro , quien está haciendo ¡una tesis sobre los memes!
Contradictorios o reaccionarios, delirantes o groseros, los memes propiciaron una revolución imperceptible pero real: una revuelta cualquierista hecha con la basura de nuestro nuevo imaginario virtual. En tiempos de corrección política, la impunidad salvaje, catártica y visceral de los memes resulta liberadora, justa y necesaria. Quien ríe solo, de sus memes se acuerda, se podría parafrasear. Y si la risa es salud, en un contexto de saturación absoluta en la que todo y todos nos interpelan, los memes (quizás por estar hechos con lo mismo que nos envenena) son un antídoto infalible. Como le dijo el músico y camionero Reno al NO : “Los meses son la última alternativa para generar algún tipo de evento colectivo de conocimiento común, libre de culpa o ‘policía’ de la moral. Capaz que se tiene que pedir perdón por una frase errada, pero el meme no se mancha”.