Algo tan fugaz como un zapping hizo que uno conozca al otro. Ernesto Snajer vio tocar a Matías Arriazu por tv, cerca del año 2000. “Salieron tocando un tema mío en Cosquín y me alucinó. Lo hacían al palo”, evoca el guitarrista. Más de quince años después, aquel tema surcó horas y horas hasta eternizarse en un CD. El tema se llama “El poste”, el disco que grabaron ambos, De dos argentinos, y aquel vínculo impersonal se personalizó en una misma intención. “Ese tema lo hacíamos con Policromía, un grupo que tenía con mi hermano, a los 18 años”. El que evoca ahora es Arriazu, por entonces un joven formoseño entusiasta de la guitarra que devino en compositor, arreglador e instrumentista singular. Cultiva, en rigor, la alquimia de extirparle bellezas sudamericanas a sus guitarras de siete y ocho cuerdas. “Después volvimos a cruzarnos un par de veces, hasta que me lo tomé en serio”, vuelve ahora Snajer, recalando en el paso a paso previo al disco. “Cuando produje Igual a mi corazón, de Liliana Herrero, Matías era el guitarrista, y ahí sí le presté más atención”, acerca Snajer. “Por mi parte, una vez llegó a mi casa de Formosa un cassette que decía Snajer y que no tenía ni tapa. Un amigo me dijo que lo escuche y me partió la cabeza”, retoma el guitarrista litoraleño.
Era aquella una instancia muy anterior a la que conectó a Arriazu no solo con Herrero, sino también, y en diversos escenarios, con Mercedes Sosa, Teresa Parodi y Juan Falú, entre otros. Antes, también, de que pusiera sus cuerdas al servicio de Arismar do Espírito Santo, Yamandú Costa o Rogerio Souza, brasileños que ejercieron como puente para que, al día de hoy, el guitarrista pase sus días entre Buenos Aires y Río de Janeiro. “Cuando escuché ese cassette –retoma él– no sabía si había una o dos guitarras, no entendía nada. En esa época no había YouTube ni nada. Yo tenía 13 años, y la música de Ernesto ya andaba dando vueltas”, se ríe el violero, que recaló en Buenos Aires en 2003 y una de las primera cosas que hizo fue ir a ver a Snajer en vivo. “Nos conocimos personalmente, nos escribimos mails y volvimos a cruzarnos por intermedio de Koki y Pajarín Saavedra. Yo estaba haciendo unos arreglos para ellos y fuimos a grabar a su estudio. Después llegó lo de Liliana, y ahí sí trabamos amistad musical y humana”, recuerda Arriazu, que acaba de publicar un muy buen disco solista llamado Petei Pó (Cinco, en guaraní).
Si bien el vínculo tuvo pausas directamente proporcionales a los trabajos de Snajer y a los recurrentes viajes de Arriazu al Brasil, permaneció hasta desembocar en el disco. “Era inevitable que grabemos juntos; no sé, me parecía una demencia que sacara temas míos de oído”, admite Snajer que, cuando no está grabando su programa de entrevistas musicales (Notas de paso) para Canal à, está componiendo o produciendo algún disco, como el último de So Abra. O tocando en el Zabeca Dúo, que comparte con el percusionista de Aca Seca, Mariano “Tiki” Cantero, o imaginando músicas para películas, como el caso de El origen de la tristeza. Fue en uno de esos intersticios en los esta pareja musical parió el disco que mostrará en público el próximo jueves a las 21.30 en el Café Vinilo (Gorriti 3780). Y que contiene nueve piezas propias e instrumentales: una de Germán Arriazu por su hermano Matías (“Pal bailetín”), otra de Snajer por Snajer (“El estaño de los peces”), y siete dúos para guitarra compuestos por el guitarrista porteño (e interpretados por los dos), entre los cuáles figura el tema que inició la yunta. “‘El poste’ lo hice cuando era joven e investigaba bebop como loco, pero también me gustaba la música de acá. Lo que intenté hacer fue un vals peruano que no sé si salió. Es más, la versión original (la del cassette) era a los pedos, algo que ahora no puedo hacer porque estoy más viejo”, ríe Snajer.
“Le puse así –sigue– porque en el intento de hacer un vals bebop muy ligero, me daba la sensación de ir en un tren mirando postes de luz. Y en la jerga de los músicos se dice que cuando los temas van muy rápido los acordes pasan como postes”, explica Snajer que, después del experimento, inició un trayecto que lo llevaría a tocar con Pedro Aznar, Lito Vitale, Javier Malosetti, Verónica Condomí, y Lilian Saba, entre otros exponentes de la MPA. “Lo que me llamó la atención de ese tema fue el sonido que parecía, como dije, de dos violas”, insiste el formoseño, mientras su alter ego infiere: “Es más, casi toda la música de este disco la escribí en esa época, y la premisa que tenía en ese momento era que las dos voces tuvieran la misma importancia. No me gusta ese formato de uno saliendo lindo para la foto y otro acompañando”.
–¿Cuál sería la diferencia sustancial entre aquella versión que tomó Policromía y la que grabaron ambos para De dos argentinos, combinando una guitarra de seis cuerdas y otra de ocho?
Ernesto Snajer: –La idea del disco, en general, fue tocar los temas como en un concierto. Además, a ninguno de los dos nos gustan las músicas demasiado introspectivas... somos guitarreros y estamos orgullosos de eso, entonces lo primordial era que no hubiera mucha edición. No digo que no hayamos arreglado errores, pero el 85 por ciento de lo que se escucha fue grabado en vivo, y la versión de “El poste” no escapa a eso. Por eso salió calentita.
Matías Arriazu: –Además, es un tema bastante largo que tiene varias partes y cuando lo tocamos en vivo lo hacemos más rápido. En el estudio hicimos dos o tres versiones y quedó la intermedia, ni tan lenta, ni tan a los pedos.
–¿Qué hay del antes y el después? El disco arranca más telúrico con “El zapateo”, por caso.
M. A.: –Otro tema toma 1, ese... Re caliente. Es más, Ernesto me dijo “acordate de que nunca más lo vamos a tocar así”. Y es cierto, porque se escucha con un swing que ni siquiera logramos en vivo. Después está “Pal Bailetín”, el tema de mi hermano que hago yo. El lo compuso pensando en dos guitarras y la melodía es un quilombo . Fue un desafío que me pareció tremendo y no podía tocarlo solo, hasta que lo saqué y me animé a grabarlo.
E. S.:–Es un moño tocar ese tema, sí. Parece fácil, porque la escucha es fácil, pero nada que ver. Es muy difícil tocar el bajo y la melodía a la vez.
–Snajer, el suyo es “El estaño de los peces”. ¿Qué dice de él?
E. S.: –Es un tema muy tranquilo que hice cuando mi amigo escritor Pablo Ramos sacó la novela El origen de la tristeza, cuya última parte se llama igual. Lo hice porque los cuentos de ese libro, que hablan de su infancia y de la mía, me hicieron agarrar un tremendo ataque de nostalgia y me salió esta música tranquila, nostálgica, pero no depre.
–¿Cómo funciona la combinación entre ambas guitarras, que es uno de los rasgos clave del dúo?
E. S.: –Me gusta lo que Matías logra con la guitarra, porque no solo es un gran solista, sino que también acompaña bárbaro. Eso a mí me alucina, porque en general los tipos que son grandes solistas cuando tienen que ir al arco se hinchan las bolas. También la cosa más folklórica. Pasa que yo a veces toco chamamé con vergüenza porque, si bien estoy en las fronteras, siempre me caigo un poco para el lado de Buenos Aires (risas), y él me hace perder todo lo complejo. Es más, cuando tuvimos que tocar “Tereré on the rocks” (otro de los temas del disco) en Formosa, pensé que nos íbamos a comer un botellazo.
–¿Tan celosos son los formoseños del chamamé? Parece cosa más de correntinos...
M. A.: –Los correntinos son bravos en este sentido, sí, pero en general todo el litoral es muy cuidadoso de su música. Igual, Ernesto tiene todo, y mi aporte principal es por el lado de tocar un chamamé en lo rítmico. Por ahí va la cosa.