PáginaI12 En Francia
Desde París
Cuarenta días de hecatombe, de suicidio político, de embestidas groseras contra la justicia, de mentiras manifiestas y de una de las peores expresiones del populismo más vulgar que se haya visto en un partido de gobierno en el continente europeo parecen ir rumbo a una paz fingida. El comité político del partido conservador Los Republicanos le manifestó su respaldo “unánime” al candidato presidencial François Fillon. Pese a ello, la derecha francesa no salió del trance en el que está sumida desde que su candidato a las elecciones presidenciales perdió su aura de hombre virtuoso a raíz de los trabajos imaginarios que su esposa e hijos realizaron en la Asamblea Nacional. A las puertas de la imputación, Fillon decidió continuar con su candidatura pese a la hemorragia en los sondeos de opinión y a los cientos de parlamentarios y colaboradores que desertaron su campaña electoral. La crisis llegó a tal punto que se puso sobre la mesa la posibilidad de que Fillon fuera remplazado por el ex jefe de gobierno Alain Juppé. Esta puerta de salida estaba ya dibujada como certera pero el Intendente de la aristocrática ciudad de Burdeos la cerró definitivamente. En una breve alocución, este líder que representa una derecha moderada y que quedó segundo en las primarias donde salió designado Fillon decidió terminar con las especulaciones. Juppé anunció que en ningún caso sería el candidato B. Con ello, la solución del remplazo forzó un acuerdo entre las distintas trincheras de la derecha que terminó eligiendo apoyar a un hombre que atacó como nadie a los medios y puso en tela de juicio la independencia y la pertinencia de la justicia.
Alain Juppé lamentó el “desperdicio” del caudal electoral perdido, reconoció que había dudado hasta que comprendió que su candidatura no respondía a la aspiración de los franceses hacia “una renovación de la dirigencia política”. Juppé entendió también que la “radicalización” a la que Fillon condujo a la derecha hacía para él imposible unirla con vistas a una victoria presidencial. “Es demasiado tarde” dijo Juppé cuando admitió que no se sentía capaz de aportar “la unidad necesaria en torno a un proyecto federador”. Luego, el comité político de Los Republicanos cerró filas ante su cuestionado candidato a la espera de que los tres ingredientes de la derecha, la corriente Fillon, la de Juppé y la del ex presidente Nicolas Sarkozy, se reúnan este martes o miércoles para pactar la línea política y la recomposición del equipo de campaña que quedó diseminado por las renuncias. Entre la muerte en las urnas y una apuesta electoral manchada por el comportamiento poco recto de su candidato, la derecha eligió la segunda opción. Fillon torció el brazo de su campo luego de haber perdido la cúpula de los responsables de su campaña, el cimiento oficial de los centristas de la UDI, más otros 300 responsables políticos que se alejaron de él. Los conservadores no salen sin embargo del marasmo creado menos por el caso de corrupción que lo afecta que por la estrategia que Fillon adoptó para defenderse. Giro populista, tremendas arremetidas contra los jueces, denuncias de complot e impugnación de la prensa fueron los ingredientes de su defensa. Fillon, como lo reconoció Alain Juppé, disponía de un inmenso capital electoral. El candidato contaba con una “avenida” hacia la victoria luego de su inesperado triunfo en las elecciones primarias pero lo dilapidó y, con ello, puso en peligro a su propio bloque. Los líderes simulan ahora una unión de papel y cartón. A Los Republicanos no le quedaban muchas opciones a apenas 11 días de que se cerrara el plazo oficial para la presentación de las candidaturas, tanto más cuanto que Fillon repitió hasta el cansancio que no se retiraría:””Nadie puede impedirme ser candidato. No es el partido quien decidirá. No es en los pasillos donde se va a arreglar algo”, dijo Fillon. Las heridas siguen abiertas. El vespertino Le Monde se pregunta en un editorial cómo hará la derecha “para superar los daños en el tiempo que le queda de aquí a la primera vuelta de las elecciones presidenciales”.
Los aprietos del representante de Los Republicanos paralizaron el despegue de la campana. Esta quedó confiscada por el caso Fillon al tiempo que estimuló las divisiones entre moderados y radicales. Lo más sorprendente de este escándalo radica en el hecho de que el empecinamiento de quien fue durante cinco años el primer ministro del ex presidente Nicolas Sarkozy obligó a este último a zambullirse de lleno en la crisis para salvar a su campo de una inmolación política. Sarkozy se ha convertido en la figura providencial, en la única referencia con crédito y autoridad suficiente para, al menos, intentar la elaboración de una salida honrosa. El hombre que perdió las presidenciales en 2012, que volvió a la política en 2014 con el objetivo de ser otra vez presidente, que refundó el partido que el mismo había creado -la UMP–con el nombre de Los Republicanos vio su proyecto político deshacerse cuando, en noviembre de 2016, quedó en tercera posición en las elecciones primarias que él había organizado. Nicolas Sarkozy no sólo había perdido la designación presidencial sino que, encima, lo superaron sus dos peores enemigos:Fillon, el primero, y Alain Juppé, el segundo. Sarkozy decidió entonces poner punto final a sus ambiciones políticas y consagrarse a una próspera vida de negocios. La hecatombe Fillon lo sacó del retiro y lo puso en el centro de la solución como mediador de una situación en la que debe pactar un acuerdo entre sus adversarios de antaño e impedir así que, por primera vez en la historia moderna, la derecha quede eliminada en la primera vuelta de una consulta presidencial. El episodio oprobioso no concluyó por más que François Fillon siga siendo el candidato, y que la pieza de teatro de la unión se monte en los próximos días y que los artificios de la comunicación hagan el resto.Los conservadores han decidido mantener en la elección presidencial al hombre que pasó de la probidad a convertirse en el más acérrimo agresor de las instituciones democráticas cuando estas dejaron de convenirle. El trumpismo a la francesa sigue libre como oferta política ante una izquierda fraccionada, una ultraderecha pujante y un centro social liberal que, hasta hoy, es la única oferta que parece capaz de derrotar al radicalismo católico y conservador de Fillon y a la ultraderecha xenófoba de Marine Le Pen.