Adia Victoria 

Silences

“Antes que nada/ no hay Dios/ porque salí y maté a mi Dios ”, canta esta hija de una familia de Adventistas del Séptimo Día, que cuando dejó de ir a la iglesia se sumergió en los libros hasta que al cumplir 21 años le regalaron una guitarra, y así fue como la nativa de Carolina del Sur, fanática de Flannery O’Connor y Angela Davis, comenzó a fascinarse por el blues más antiguo y acústico. Tal es la historia antes de este segundo opus, producido por Aaron Dessner (The National), sucesor de Beyond the Bloodhounds (2016), el debut blusero con el que la cantante llevó al disco —de la mano de Roger Mountenot, productor de Yo La Tengo y Josh Rouse— su impactante presencia en la escena musical de Nashville. Después de tres años, un EP cantado en francés y otro de blues clásicos, Adia Victoria demuestra que ha incorporado otras influencias a la particular mezcla de su música, seductora e inquietante, con la que se calza mejor sus botas, lista para caminar por sobre quién se le ponga por delante.

Mdou Moctar 

Ilana (The creator)

A pesar de que asegura no saber nada sobre rock, con su guitarra eléctrica bien al frente Moctar es el autor de uno de los discos más rockeros del año. Zurdo como Hendrix, y criado en el desierto del norte de Nigeria dentro de una familia tan creyente que la música estaba prohibida, el pequeño Mahamadou Souleymane atravesó su infancia practicando en secreto con un instrumento construido con un palo de madera y los frenos de una bicicleta. Se trata de su primer registro acompañado por una banda después de una década de grabaciones siguiendo el camino de Tinariwen o Bombino, incluyendo su participación en una bizarra remake tuareg de Purple Rain, en la que por supuesto supo hacer de Prince. Sucesor del relajado y acústico Sousoume Tamachek (2017), y grabado en Detroit por Chris Koltay —ingeniero de Jack White y Deerhunter, que comparte con Moctar un inesperado fanatismo por ZZ Top—, Ilana (the creator) es eléctrico y explosivo , sin dejar de ser también profundamente religioso.

Le Villejuif Underground 

When Will the Flies in Deauville Drop?

Cinco años atrás, Nathan Roche abandonó Sydney para instalarse en un suburbio al sur de París. El inquieto nativo de Far North Queensland, que en su país supo editar tanto libros como discos solistas y en grupo (Camperdown & Out fue uno de ellos), reclutó a tres jóvenes músicos locales con los que en 2016 sorprendió a la escena del rock francés gracias a un debut bautizado como el nombre del grupo, que honra su punto de partida tanto geográfico como musical. Fanático confeso de Alex Chilton y Lee Hazlewood, tres años después Roche —reubicado en Marsella, y con el resto de sus compañeros repartidos por toda Francia— lo ha vuelto a hacer , como buen rocker anglosajón dispuesto a reinventarse lejos de casa. ¿Les suena la historia? Mas Limiñanas que Mano Negra —o Sumo, por caso—, Roche y sus Villejuif profundizan en su segundo disco el encanto de su desprejuiciado rock de garage cantado en inglés, celebrando a los mochileros, los sótanos y los sobrevivientes.

100 Gecs 

1000 gecs

Son diez canciones en apenas 23 minutos, una sobredosis de azúcar nerd capaz de resumir las obsesiones y las cegueras de la nueva década antes siquiera de que haya empezado. Yendo del punk a los discos de las ardillitas, igual que una colección de discos cantada a velocidad y tono de modem por una línea telefónica conectada a un autotune, el duo integrado por Dylan Brady y Laura Les es dueño de los sonidos más extraños que se hayan escuchado dentro del contexto de un disco durante 2019 , al punto de que han confesado que jamás se imaginaron tocándolo en vivo. De hecho, compusieron sus ¿temas? mandándose mails de Los Angeles a Chicago —sus respectivas residencias— y su primer show fue virtual, dentro de Minecraft. Sin embargo, el hype los ha llevado a los escenarios reales, y de allí a las listas de los mejores discos del año, donde la velocidad de sus referencias musicales esconden letras que se pueden reconocer como chats confesionales de trasnoche, lo mejor de Pet Shop Boys resumido para Twitter.

Dave 

Psychodrama

Sincero, vulnerable y enojado. Así es como suena Dave en el hipnótico “Black” , el simple numero doce en una carrera musical que comenzó cuatro años atrás, cuando con 16 años su primer tema entró en los charts luego de ser sampleado por Drake. Pero, esta vez, en lugar de otro simple lo que vino después fue su largamente esperado disco debut, obra de un artista maduro y reflexivo pese a su juventud, legítimo triunfador del premio Mercury británico. Criado en el sur de Londres, de padres nigerianos, cuando sus dos hermanos mayores terminaron en prisión su madre decidió que el pequeño David Orobosa Omoregie no saldría de casa. Su intenso debut es casi un disco conceptual, basado en la terapia que su hermano menor llevaba a cabo en prisión. Producido por Fraser T. Smith (Adele, James Morrison, Stormzy) es un trabajo aún más minimalista que sus simples previos, que arranca con un psicoanalista iniciando una sesión en “Psycho” , y termina con la voz de su hermano desde un llamado telefónico en “Drama” .

Drugdealer 

Raw Honey

Con un aire a gran disco perdido de la California de los años 70, este segundo opus del grupo reunido alrededor de Michael Collins cumple con la promesa ligeramente fallida de su predecesor, The End of Comedy (2016). Frustrado cineasta pero decidido skater, Collins supo grabar bajo los nombres de Run DMT o Salvia Plath antes de adoptar su actual bautismo, y conseguir el aporte colegas como Ariel Pink, Mac DeMarco y Natalie Merling (Weyes Blood) para aquel primer opus. Tres años mas tarde, Merling vuelve a decir presente y brilla en “Honey” , uno de los mejores temas de un disco que Collins confiesa que quiso bautizar You’ve Got to be Kidding pero no tuvo quórum. Como un Brian Wilson relajado, el líder de Drugdealer sabe cómo pasearse por lo mejor —y también los descartes— de la época que evoca, ya sea con aires de Steely Dan en “Fools” o haciendo de “Lonely” un tema al que Harry Nilsson bien podría haberle puesto su firma.

Amyl and The Sniffers 

Amyl and The Sniffers

Tan convencidos están de lo que hacen —y cómo lo hacen— que durante gran parte del tema que abre su álbum debut Amyl Taylor deja que el bajo de Bryce Wilson, el bajo de Gus Romer y especialmente la guitarra de Dec Martens —solo incluido— hagan lo suyo. Tarda casi dos minutos en entrar en acción, pero cuando lo hace —mitad Iggy, mitad Wendy O. Williams—, tanto “Starfire 500” como los diez temas siguientes entran en combustión, completando exactos veintinueve agotadores y excitantes minutos, los que necesitan para demostrar que son la mejor banda de pub del momento. Oriundos de Melbourne, fue en el living de su casa comunal donde grabaron en doce horas su primer EP, Giddy Up (2016), al que siguió Big Attraction (2017), y el ruido que hicieron por toda Australia es el que los catapultó al resto del mundo, lanzando riffs y estribillos como puñetazos a diestra y siniestra, hasta ganarse su lugar ante todos los perdedores, borrachos o simplemente necesitados de una buena dosis de eso que algún poeta resumió como “rock maravilla para este mundo”.

75 Dollar Bill 

I Was Real

Madera, metal, plástico, compás, ritmo, rock. La enumeración con la que el guitarrista Che Chen y el percusionista Rick Brown bautizaron su debut es la más sintética decantación de su música, y al mismo tiempo visualiza un imposible punto de partida común para un dúo basado en Brooklyn, sí, pero que canaliza música anclada en las antípodas. No es casualidad que el sello de la añorada disquería neoyorquina Other Music —donde trabajaba Chen— haya editado aquel Wood/ Metal/ Plastic/ Pattern/ Rhythm/ Rock (2016) antes de cerrar sus puertas. Su sucesor tres años después es una de las sorpresas del año, un álbum doble para el que Chen y Brown ampliaron su dúo hasta llegar a la decena de instrumentistas, llevando sus drones y ragas hasta el paroxismo, al punto de que el tema que le da nombre  tiene casi 17 minutos de duración. Con referencias tanto al guitarrista japonés Tetuzi Akiyama como a los bailes en los casamientos de Mauritania y el norte de África, el resultado es mántrico y sorprendentemente accesible.

Shana Cleveland 

Night of the Worm Moon

Desde mucho antes de terminar haciéndose un nombre al frente de su cuarteto femenino de noir surf La Luz —que ya lleva tres discos, el último Floating Features (2018)— Shana Cleveland se dedica al folk profundo, primero con el grupo The Sandcastles, y ahora sólo con su nombre al frente en este álbum en el que brilla su rasgueo en guitarra acústica deudor de John Fahey, y un expresivo repertorio que por momentos recuerda al primer Leonard Cohen y en otros honra un bautismo deudor de Sun Ra. Nativa de Kalamazoo, Michigan, y también artista visual, Cleveland se instaló primero en Los Angeles, donde comenzó con su experimento folk (grabó su disco con The Sandcastles en 2011, aunque recién salió en 2015), y luego se reinstaló en Seattle, donde se mantuvo ocupada con La Luz. Este nuevo trabajo parecería reflejar su mudanza de la tierra de los árboles aullantes —Lanegan dixit— al bucolismo del sur de California.

Jake Xerxes Fussell 

Out of Sight

Nacido en Carolina del Norte y criado en Georgia, Jake Xerxes Fussell es hijo de papá Fred, artista, fotógrafo y sobre todo curador de museo y un estudioso del folklore. Desde su adolescencia supo acompañar a su progenitor en sus investigaciones de campo, por lo que no sorprende que Jake se haya convertido en un tradicionalista musical a su manera, recopilando y asimilando canciones que están en el dominio público, como las que integran su celebrado tercer disco , un sucesor con mucho más cuerpo que sus sin embargo no menos fascinantes predecesores: What in the Natural World (2017) y Jake Xerxes Fussell (2015). Tanto Bill Callahan como Wilco se lo han llevado de gira para abrir sus shows con una banda que a partir de este trabajo incluye órgano, violín y pedal steel, y habrá que creerle a Bonnie Prince Billy cuando dice que mientras Fussell siga tocando en vivo y sacando discos “hay amplio sustento para el optimismo en este mundo”.  

Los mejores... pero de verdad

Como viene sucediendo en los últimos años, hay artistas que por noveles podrían formar parte de esta lista, pero su éxito ha sido tan rutilante e inmediato que ya no son ningunos desconocidos, como la norteamericana Billie Eilish, cuyo debut ocupa los primeros puestos de todas las listas. También está el caso campeones del indie, que pican tan alto que también merecen nota propia, como el quinteto irlandé Fontaines DC, los debutantes del año con su disco Dogrel; la californiana Weyes Blood y su Titanic Rising y los prolíficos Big Thief, liderados por la voz y las composiciones de Adrianne Lenker, consagrados este año al editar no uno sino dos discos con apenas cinco meses de diferencia, que se turnan en las listas: U.F.O.F. en mayo y Two Hands en octubre. Otro nombre en ascenso es el de Brittany Howard, cantante de Alabama Shakes, cuyo debut solista Jamie se codea ahí arriba con el último disco de Bruce Springsteen, Anima de Thom Yorke o el agridulce regreso consagratorio de David Berman al frente de Purple Mountains, justo antes de su suicidio. Entre los primeros puestos tambien está la rapper Lizzo, y los discos de Ariana Grande o Bill Callahan, pero hay tres que no faltan en ninguna lista, siempre entre los primeros puestos: el inquietante Ghosteen, de Nick Cave & The Bad Seeds; Igor, del rapper Tyler Gregory Okonma, más conocido como Tyler, The Creator; y el que tal vez sea el disco del año dentro del mundo anglosajón, ya que logró primeros puestos de un lado y el otro del Atlántico: Norman Fucking Roswell, de ese ya indiscutible fenómeno llamado Lana Del Rey.