La recesión de 2016 tuvo un protagonista: el consumo. En la Ciudad de Buenos Aires las ventas minoristas de electrodomésticos retrocedieron 10,1 por ciento, las de productos no alimenticios en los supermercados se desplomaron 15,8 por ciento y las de telefonía móvil cayeron 8,1 por ciento. Los datos publicados ayer por la Dirección General de Estadísticas y Censos porteña dan cuenta de la evolución de esos indicadores entre 2015 y 2016. Las cifras exponen el impacto de la inflación sobre la capacidad de compra de los salarios, la destrucción de puestos de trabajo, los cambios en el rol del Estado y el ajuste del gasto público. Sobre un total de siete actividades evaluadas, seis registraron caídas. El único resultado al alza corresponde a las ventas en jugueterías que mostró una mejora de 1,0 por ciento. Las ventas en los locales de comida rápida y los restaurantes cayeron 3,6 y 3,8 por ciento, respectivamente. Por su parte, la facturación por alimentos en los supermercados porteños cayó 2,6 por ciento.
Los datos difundidos por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contrastan con el discurso de la Casa Rosada, el Palacio de Hacienda y el Ministerio de Trabajo celebrando la profusión de brotes verdes en la economía local desde finales del año pasado. Además de las variaciones anuales el informe publicado ayer ofrece datos para el último trimestre del año pasado. Entre octubre y diciembre de 2016 las ventas de alimentos en los supermercados de CABA cayeron 6,1 por ciento frente al mismo período el año anterior. Por su parte las ventas del los artículos no alimenticios en esos establecimientos cayeron 17,3 por ciento en el cuarto trimestre.
El consumo privado es el principal componente del PIB y fue uno de los motores del del crecimiento durante el ciclo 2003-2015. Representa más de tres cuartas partes del producto mientras que la porción restante se divide entre los otros elementos de la demanda agregada: gasto público, inversión y exportaciones netas. A lo largo del año pasado el dinamismo del consumo interno estuvo afectado por una significativa caída en el poder adquisitivo de los salarios que, según estimó el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, se retrajo 5 por ciento. El traslado a los precios de la devaluación, el quite de retenciones, la desarticulación de herramientas como Precios Cuidados y los aumentos de tarifas afectaron al poder de compra de los trabajadores. El gobierno amortiguó ese golpe de forma parcial con transferencias por única vez hacia jubilados y beneficiarios de la AUH o los cambios sobre el Impuesto a las Ganancias. El Indicador Mensual del Consumo (IMC) que elaboran esos investigadores cerró 2016 con una caída de 3,3 por ciento anual y se ubicó en el nivel más bajo desde 2010. Ese desempeño del mercado interno durante el primer año del Gobierno atenta contra la apuesta oficial a la llegada de inversiones privadas que, más allá del clima de negocios, responde a la existencia de una demanda pujante.
Las celebraciones de fin de año tampoco permitieron que repunten las ventas en los restaurantes ni en los locales de comidas rápidas que mostraron retrocesos del 6,2 y 7,1 por ciento respectivamente. Las iniciativas oficiales para la renovación de teléfonos celulares tampoco resultaron en un relanzamiento de las ventas de celulares en la ciudad que cayeron 4,1 por ciento mientras que las de electrodomésticos cedieron 6,6 por ciento. Como sucedió con los guarismos anuales, las jugueterías mostraron una evolución favorable en el último trimestre del año pasado cuando sus ventas subieron 2,8 por ciento.
Los indicadores de ventas porteños publicados ayer están basados en información obtenida de las declaraciones juradas impositivas de Ingresos Brutos. La base imponible declarada de ese tributo guarda correspondencia con las ventas efectuadas en cada período. Asimismo las variaciones están expresadas en términos constantes, o sea incorporan el impacto de la inflación que en la Ciudad de Buenos Aires acumuló una escalada del 41 por ciento durante 2016.