Germán Lozano Cazón fue un histórico militante de los derechos humanos en Salta. Nació en Tarija, formó parte del Partido comunista y vino a la provincia por razones de hostigamiento político durante la década del 60.
A sus 80 años falleció hoy en la capital salteña a las 5:50. Sus restos serán velados en Pieve ubicado en la calle San Luis 516 a partir de las 11 en la Sala F.
En una de las últimas entrevistas a este medio, Germán hizo un recorrido de su historia, que fue marcada por la solidaridad y la resistencia en cada hecho que lo ameritaba. Pues, su última aparición pública fue el 25 de diciembre donde acompañó a los trabajadores de prensa de Salta que exigían estabilidad laboral.
Llegó a la provincia obligado por su madre y por el hostigamiento político que se vivía en Bolivia en plena dictadura de René Barrientos. Dejó su país a los 21 años, luego de ser referente del movimiento estudiantil y dirigente juvenil. Siendo parte del Partido Comunista, en el 60 fue fiscal, pero “ya no me dejaban estar tranquilo”, recordó.
La persecución por parte de la derecha de Santa Cruz de la Sierra llevó a que un día su madre le dijera: “tenés que irte”.
Instalado en Salta fue testigo, poco tiempo después, de los golpes de Estado en su país, Chile y Argentina. El primero fue en Bolivia en 1972, encabezado por Hugo Banzer. Lozano Cazón, que también integró la Liga Argentina por los Derechos Humanos, recordó que muchos de sus compatriotas bolivianos huyeron a Chile. “Se fueron al pueblo de la libertad y la democracia. Allí estaba Allende” dijo en ese momento.
Pero en septiembre de 1973 Chile sufrió también un golpe de Estado. Entonces chilenos y bolivianos vinieron a Argentina, sobre todo porque “el exilio más barato era Argentina”. En tanto, el militante había entrado en Agua y Energía para después encolumnarse en el sindicato de Luz y Fuerza.
Tras la caída de Salvador Allende, en Salta ya gobernaba Miguel Ragone y Lozano Cazón había formado parte de la Tendencia en apoyo al gobernador desaparecido.
Siendo parte de la Liga, se preparó entonces para recibir a los perseguidos. “Trabajé mucho con los compañeros. Nosotros los cuidábamos hasta que se lograra el reconocimiento como refugiados”, explicó. El reconocimiento lo otorgaba Naciones Unidas.
“Yo era el encargado de tener el contacto y la seguridad de los compañeros. El Partido (Comunista) se encargaba de hacer los trámites burocráticos. No es muy público lo que hacemos para preservar a quienes piden nuestra ayuda”, aclaró.
En 1976, militando en las filas de Ragone y siendo parte del Sindicato, fue el propio Lozano Cazón quien debió exiliarse por el golpe militar en Argentina. Volvió a Bolivia. “Me fui con mi hija”, relató.
El exilio "te condiciona mucho y duele mucho, pero lamentablemente lo tenés que hacer”, sostuvo. En relación a la situación actual de su país, dijo que entiende “el sufrimiento que los compañeros deben tener. El exilio es lo último en lo que pensás, pero es necesario”.
“Lo que más te duele es el desarraigo”, porque “dejás todo. Todo lo que dejás, te lo quitan, te lo queman y te lo arrebatan”, lamentó.
Aunque su desarraigo "empezó muy temprano" y no lo sintió "mucho”, dijo saber lo que es “tenés que huir y refugiarte”. “Un golpe de Estado es algo terrible”, recordó por lo que vivió y por lo que transita actualmente el país vecino de Bolivia.
En su retorno a la provincia y por el regreso de la democracia, Lozano Cazón fue un imprescindible en la lucha por los derechos humanos.
Estuvo presente en los 11 juicios de lesa humanidad que tuvo Salta, acompañó fervientemente el pedido de la libertad de Milagro Sala y se manifestó, las veces que fue necesario, por la defensa de los derechos de su amada Patria Grande. Un imprescindible se fue, pero dejó sembrado el sentir militante en cada "camarada" que lo cruzó.