Hoy jueves 23 de enero se celebra el Día del Músico en conmemoración del nacimiento de Luis Alberto Spinetta. Su figura, que en tanto artista trasciende por largo el ámbito de la música, cobra hoy un superlativo valor habida cuenta de que en este mundo --posverdad mediante-- pareciera estar permitido decir cualquier infamia sin que se produzcan mayores consecuencias. En efecto, su condición de poeta explica el compromiso que este músico mantuvo con la palabra, un decir cuya melopea propuso un más allá del sentido trivial o establecido. Creo que por eso se lo extraña tanto al Flaco, es que por ir más allá de lo obvio, sus textos transitan los hilos invisibles del discurso cotidiano, allí donde la fragilidad es compañera de la belleza, el detalle revela el paisaje, lo banal se disipa ante lo sagrado y la vergüenza convoca a la dignidad.


Es que este músico supo interpretar los matices de nuestros más íntimos silencios: “Cuando todo duerma te robaré un color”, dice en Muchacha y “quiero que sepan hoy qué color es el que robé mientras dormías” en Para ir. Si bien, en ambas canciones, el texto sugiere que el destinatario de la frase es una mujer, en realidad Spinetta desde hace largo rato nos arranca colores a todos. Su particular manera de componer e interpretar ha logrado atravesar la emoción fácil y predecible que suelen generar la fascinación o la idealización por el performer para, en cambio, recalar en lo más íntimo y singular de quien se presta a escuchar sus canciones.

Así, cuando el Flaco nos transmite un sentimiento, se despierta esa pregunta aletargada por el cotidiano bla bla y, sobre todo, por el ensimismamiento al que nos conducen nuestras fantasías diurnas que, por lo general, no hacen más que testimoniar el malestar de nuestras propias frustraciones, desde ya nunca ajenas al devenir colectivo.

Quizás por eso cantaba: “Hay un tinglado inconcluso/ donde moran dos bolitas/ ilegales pero limpios/ y entre las lluvias y los Falcon/ ya no viven ni adentro y ni afuera”. Todos estos años de gente dice el título de esta canción escrita hace muchos años y que sin embargo --por condensar los nudos de nuestra ser colectivo-- sigue tan vigente como la xenofobia, la exclusión y el negacionismo que hasta hace poco pretendieron sumirnos en lo peor de nuestra historia. Es que por más que cante una Plegaria para un niño dormido, en Spinetta lo político surge como inevitable consecuencia de la ética que portan sus canciones. Por tratarse de una propuesta no complaciente sus textos convocan más por lo que despiertan que por lo que festejan. Por eso puede cantar Maribel se durmió y hacer que el dolor se convierta en himno cuando nos invita a corear: “canta conmigo/ canta tus penas de hoy”.

Ética y estética conforman entonces en este músico y poeta un matrimonio que, lejos de la armonía de la buena forma, hacen del acorde disonante y los cambios rítmicos armas privilegiadas para que el conflicto encuentre un camino en la ciudad. Por algo en Resumen porteño dice “Y en el infierno inflacionario/ y entre los líderes del mundo/ tu corazón se abrirá... tal vez”. Es que, tal como Borges, Spinetta es irremediablemente argentino: puede soñar con Madre años luz o transportarse con el lirismo de Todas las hojas son del viento pero, al igual que el autor de Evaristo Carriego cuando recrea y comenta sagas sajonas con nombres criollos, su vuelo astral jamás se aparta de los cuerpos: el Capitán Beto vuela por el espacio pero tiene el banderín de River Plate y la foto de Carlitos en un colectivo hecho en Haedo. Por eso, tal vez hoy Spinetta no sea sólo Barro tal vez, sino una luz, una marca, un norte, del cual abrevar con urgencia, con premura amorosa y dedicación infinita. No debe ser casualidad que Alberto Fernández (un Beto al fin) tenga el retrato del Flaco en su escritorio. Es que el actual presidente llegó al cargo de la mano de un pueblo (un colectivo) que, tras cuatro años de saqueo neoliberal entendió que si esto seguía así, “ni una triste sombra quedará/ni una triste sombra quedará” (1).

Sergio Zabalza es psicoanalista.

[1] Luis Alberto Spinetta, “El Anillo del Capitán Beto”.