El shock tóxico que acabó con la vida de una joven belga por no haberse sacado el tampón es similar al efecto de un aborto séptico, el proceso infeccioso que se genera cuando se interrumpe un embarazo en malas condiciones sanitarias, como las operaciones que se producen en la clandestinidad. Así lo reveló la médica infectóloga Gabriela Piovano, quien explicó a este diario las características del proceso infeccioso en cuestión.
El caso de Maëlle , de 17 años, comenzó con un mal diagnóstico de gastroenteritis a raíz de un cuadro de fiebre, náuseas y vómitos. Horas más tarde tuvo problemas de visión y un cuadro de deshidratación. Ya internada, se comprobó que había sufrido un shock tóxico por el uso de un tampón durante mucho más tiempo que el recomendado. Ya era tarde. Falleció en el hospital y su madre divulgó la historia en las redes sociales para crear conciencia acerca de los riesgos del mal uso de los tampones.
El shock tóxico es como el de los abortos clandestinos. “Un aborto con una sonda, una aguja de tejer o una rama de perejil produce algo muy similar”, precisó Piovano. “El shock se da en abortos sin higiene, porque el flujo no circula y el útero rechaza un cuerpo extraño y genera contracciones”. Así, hay una perforación y se genera la infección que lleva a la falla orgánica.
Piovano explicó a PáginaI12 que el tampón frena el flujo vaginal pero que hay una gran flora de gérmenes que pueden sobrevivir sin aire, como los bacilos anaerobios, el estafilococo y el estreptococo. La infectóloga del Hospital Muñiz remarcó que “un tampón se debería cambiar cada cuatro horas” y que funciona bajo “condiciones de temperatura” en las que no debería haber problemas. “Con el uso excesivo se acumula la flora vaginal, ya que el tampón corta el aire. Hay un caldo de cultivo al no haber aire, más el hecho de que se corta el flujo, y la irrigación sanguínea distribuye los gérmenes por todo el cuerpo”.
La proliferación de gérmenes se produce, principalmente, porque la vagina “es una zona muy vascularizada”, con gran presencia de vasos. Piovano consideró que en el caso de la adolescente belga “no se debe haber acordado de que tenía el tampón puesto y olvidó sacárselo”. Advirtió, además, que la irrigación es algo común si hay uso excesivo del tampón y que el caso belga es excepcional por el avance del cuadro que produjo la muerte. La especialista, recordó, por último, que “el uso prolongado produce mal olor”.