Suele decirse que el nombre que las personas reciben al nacer influye, casi de manera premonitoria, en sus destinos. Algo así ocurre con Baco, el gaucho de ficción nacido de la pluma de Gonzalo Demaría, e interpretado con absoluto ingenio y carisma por Marco Antonio Caponi en Romance del Baco y la Vaca.

Ganadora de dos Premios Luisa Vehil en las categorías Mejor Director y Mejor Actor, la pieza dirigida por Daniel Casablanca transita su segunda temporada como una de las atractivas propuestas provenientes del circuito independiente que pueden verse en la calle Corrientes, y con una puesta que ofrece un material novedoso e inteligente. Baco es un gaucho huérfano de madre, criado en un tambo. Un marginal de otros tiempos, echado a su suerte, sin otra vocación más que su amor por los vacunos. Bautizado como el dios romano del vino, elige la leche antes que el alcohol y se convence de que su nombre, en verdad, es el masculino de vaca. Y desde allí explica su historia, la que lo lleva a enamorarse a primera vista de Blanquita, un ejemplar de raza charolesa y, como consecuencia, a escapar de la justicia.

Caponi se luce en este unipersonal que significa su primera experiencia en soledad sobre un escenario, y a la vez un proyecto que surgió de su vínculo artístico con Demaría. El intérprete, que además produce la obra junto con Joaquín Bachrach, construye una criatura repleta de matices. Y con una versatilidad que no sorprende en alguien que supo interpretar papeles diversos como Eva Perón, en la versión teatral de Copi, o Sandro, en la pantalla chica. En este caso, se trata de un personaje ambiguo, complejo, por momentos un hombre, y en otros un niño. Rudo, pero frágil. Devoto a ultranza de las vacas, y al mismo tiempo detractor de los veganos. Con una identidad ligada al vino, pero abstemio. Con tonada campera y andar parsimonioso, pero con vestimenta de cowboy y una guitarra improvisada armada con una lata de dulce de batata en la que ejecuta algunos acordes rockeros. Baco se arma a partir de cada una de esas piezas y emerge como una figura que desmitifica al gaucho como el ícono del macho argentino.

Y a esa deconstrucción de los estereotipos de la cultura gauchesca diseñada desde la composición, el texto en verso del reconocido dramaturgo Gonzalo Demaría suma un juego del lenguaje exquisito donde hasta la palabra más incómoda encuentra belleza y sofisticación en su decir, y donde nunca falta el humor.

Con objetos mínimos en escena, las luces de Gonzalo Córdova y la acertada dirección de Casablanca, el protagonista logra sumergir al público en su relato a través de la recreación de distintas hazañas y anécdotas. No hay estridencias ni pretensiones en Romance del Baco y la Vaca. Sólo la necesidad de contar una historia atípica y desopilante, por momentos casi inverosímil, y la capacidad de hacerlo con inteligencia y talento. 

Funciones: Jueves a las 21, en el Teatro Metropolitan Sura (Corrientes 1343).