"¿Por qué no me tengo que desbordar?", se preguntó Mariana Enriquez mientras reflexionaba sobre por qué no hay una receta para escribir un libro. La escritora compartió con la periodista Silvina Friera una charla que formó parte de las actividades del programa de soci@s de Página/12, en la librería Caras y Caretas (Junín 365).
Días atrás Patti Smith recomendó en su cuenta de Instagram Las cosas que perdimos en el fuego, de la misma Enriquez, publicado como Things we lost in the fire en la traducción al inglés de Megan Mc Dowell. Con este hecho como disparador, Friera dio inicio al encuentro y le preguntó a Enriquez por aquella conexión con la cantante y poeta: ¿cómo llegó el libro a sus manos? Con un tono distendido y un entusiasmo medido, Enriquez recordó brevemente la anécdota.
“Patti dio una charla en la Universidad Diego Portales para la cátedra de Roberto Bolaño. Ella es super fan de Bolaño y a partir de fascinarse con él empezó a buscar cosas. Y así llegó a una novela de Nona Fernández, que es bastante amiga mía. Creo que Nona le dio un libro de otra amiga fotógrafa en el que yo escribí la contratapa. Entonces le debe haber dicho 'esta es amiga mía' y ya. Es complicado cómo llegan las cosas, pero en realidad son caminos muy fáciles. Que le haya gustado está buenísimo, sobre todo para mi yo adolescente que empezó a leer siguiendo lo que decía Patti Smith y otra gente. Todas mis primeras lecturas vinieron de recomendaciones de músicos”, recordó con una sonrisa.
La editora del suplemento Radar de Página/12 es la primera escritora argentina en ganar el Premio Herralde de novela por Nuestra parte de noche. En ediciones pasadas obtuvieron este reconocimiento Alan Pauls (2003), Martín Kohan (2007) y Martín Caparrós (2011).
“En la novela traté de pensar un poco en la herencia: cuánto de lo que heredamos es permanente, cuánto se puede borrar, cuánto nos olvidamos, cuánto estamos condenados a repetir y, en ese sentido, cuán justo o válido es tener un hijo”, explicó. Así es que la orfandad y distintos tipos de desamparo aparecen en Nuestra parte de noche como algunas de las tantas preguntas que plantea la autora.
“Hay diferentes orfandades. El estrés económico produce orfandades. La orfandad está pensada como falta de padres en ese sentido. Después hay algo que es puramente literario. La pareja de padre e hijo la tuve clara cuando leí La carretera, de Cormac McCarthy, que es bastante parecido, porque es un padre y un hijo en un viaje. Ahí hay un padre que se pregunta '¿por qué estoy criando a este hijo? ¿por qué continúo con la vida de este hijo?' Me impresionó muchísimo leer sobr ese vínculo y tuve ganas de escribir sobre eso. Además, me parecía que, para hablar de la orfandad y la herencia, como narradora era más fácil ponerlo en padre e hijo y no en madre e hija porque simbólicamente era diferente”, se explayó la escritora.
En lo que continuó de la charla conversaron sobre el terror como un género a veces subvalorado y pusieron en cuestión el estilo de escritura minimalista, que no necesariamente siempre es el más eficiente, según consideraron.
“No quería una novela que dejara muchas cosas abiertas, con puntos suspensivos o para que imagine el lector. Estaba francamente aburrida de una literatura muy tímida y minimalista, que cuenta poco y tiene pocas palabras. Creo que hay una lección de taller malentendida -manifestó Enriquez-. Para tratar de evitar la retórica lo que te dicen es: 'mostrá, no cuentes'. Pero, ¿desde cuándo eso es un mandamiento? Es absurdo que se siga manteniendo en 2020 como una especie de norma para la literatura. Me pasaba de leer cosas y decía 'no entiendo lo que está pasando', por qué son tan iceberg, tan lo que pasa por debajo de la superficie. Y pensaba: '¿qué está pasando en este cuento?'".
El encuentro también dio lugar para indagar sobre cuál es el espacio que se le da al género de terror en lo cultural y más específicamente en el espacio de la literatura. Sobre esto, Friera preguntó si no se trata un género asociado a lo “no serio” en la sociedad.
“Cada vez pasa menos pero es asombroso que todavía siga pasando. Yo creo que hay que tomar con pinzas quién es el que dice 'esto es serio y esto no'. Cuando veo un montón de jóvenes que se iniciaron en la lectura leyendo a Harry Potter no puedo decir de ninguna manera que eso no es un libro serio y que de ahí en más tienen que pasar a la literatura seria. Porque, ¿cuál sería la literatura seria? Me parece que es muy sano cuestionar esos lugares de poder. ¿Quién determina que hay ciertos consumos que son despreciables? De ninguna manera voy a decir que el adolescente que leyó todos los tomos de Juego de tronos, de mil páginas cada uno, es un adolescente que no lee”, enfatizó la autora.
El resto de la conversación entre la escritora y la periodista tuvo que ver con los insumos presentes a la hora de aventurarse a la escritura y con la realidad como disparador para la creación. “La verdad que uso la realidad de acuerdo a lo que le convenga a la historia. Creo que ser periodista me ayuda con eso porque sé cómo es una escritura que semeja lo real. Mi formación en periodismo hace que la manipulación de lo real sea bastante natural y usarlo en el terror es fundamental porque me parece más efectivo”, explicó Enriquez.
La charla continuó con la rememoración de aquellos escritores que sirvieron de inspiración en su escritura. Stephen King, refundador del género, apareció como el pionero: “Desde que empezó a escribir terror de otra manera en los setenta, todos empezaron a escribir con la realidad, a sacarlo de los lugares arquetípicos y a reconvertirlo en alguna otra cosa. El resplandor es una novela en la que el origen del miedo es la violencia de los hombres. Para mí eso fue revelador porque dije: ‘entonces puedo agarrar cosas de la vida cotidiana y convertirlas en disparadores del terror’. Leer a King, de alguna manera, me enseñó que poder hacer todo esto era posible”.