“Es un desafío interesante desde todo punto de vista”, reflexiona Eduardo Jozami sobre su designación al frente de la Dirección de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa. Escritor, profesor, abogado, periodista, activista de derechos humanos, ex diputado, ex dirigente del gremio de prensa pero sobre todo militante político, Jozami tendrá la misión de reactivar un área creada durante la gestión de Nilda Garré que hizo valiosos aportes al proceso de Memoria, Verdad y Justicia pero también a la democratización de las Fuerzas Armadas, a su integración a la sociedad civil y a la equiparación de derechos entre hombres y mujeres en las filas castrenses. El ex director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti habla de sus objetivos en la misión que le encomendó el ministro Agustín Rossi, de los retrocesos del macrismo en términos políticos y discursivos, de la creciente presencia militar en el Cono Sur y de la importancia de la formación democrática de los militares.
--¿Lo sorprendió la propuesta?
--En un sentido sí, porque ese lugar estaba ocupado (en la anterior gestión de Rossi) por una excelente profesional (en referencia a Stella Segado). Por otro lado no, porque tengo una relación de años con Rossi, que conoció mi actividad al frente del Conti. Lo cierto es que tuve que ubicarme rápidamente en una nueva perspectiva.
--¿Mantiene su trabajo académico?
--Sí, dirijo el Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente en la Untref y estaba por iniciar un doctorado en la UBA, además de escribir y dedicarme a la política. A lo largo de mi vida política siempre he mantenido la actividad universitaria, no sólo porque la legislación establece que no son ejercicios contradictorios, también porque me hace pensar la política desde la perspectiva de las ideas. Claro que mi prioridad va a ser esta nueva responsabilidad.
--¿Trabajó antes con militares? Hizo el secundario en un liceo militar...
--Hace unos cuantos años, sí. Mi padre, de origen libanés, fue oficial del ejército francés cuando el Líbano estaba bajo mandato francés, entre las dos guerras mundiales. Si bien no le interesó que sus hijos siguiéramos la carrera militar, ese mundo no me resultaba totalmente ajeno. Después conocí la época de grandes desfiles en la Argentina, cuando no existía ese vacío entre Ejército y sociedad que se amplió con los golpes militares. Y en el Conti, entre tantas cosas que pensamos y discutimos, estuvo el rol de las Fuerzas Armadas en el terrorismo de Estado. Pero nunca me dediqué especialmente al tema militar y menos en una tarea de gestión.
--Usted fue preso político cuando las Fuerzas Armadas concentraron el máximo poder imaginable. ¿Qué implica tener que asumir cuarenta años después en un cargo relacionado con la formación militar?
--Es un desafío interesante desde todo punto de vista. Primero desde el intelectual. Para nuestra generación hay una toda una idea de Fuerzas Armadas que irrumpen derribando al poder civil, ejercen una función de tutela sobre la sociedad, denegando derechos. Después, la desastrosa experiencia en Malvinas. Por eso creo que a la mayoría de los argentinos nos gustaría poder tener otra mirada de las Fuerzas Armadas, que tampoco sean un mundo misterioso e impenetrable y de pronto puedan darnos una sorpresa, buena o mala, porque no sabíamos lo que pensaban los oficiales ni en qué clima vivían. Si bien no voy a tener responsabilidades de conducción política me parece que debemos pensar en Fuerzas Armadas integradas a una sociedad democrática, en función de la integración latinoamericana y de la defensa nacional.
--Durante la gestión Cambiemos volvieron los desfiles militares, se desdibujó la frontera entre seguridad y defensa, Macri esperanzó a los genocidas con devolverles cierta impunidad y también los defraudó, por el rechazo social al 2x1. ¿Tiene un diagnóstico sobre cómo influyeron esos hechos al interior de las Fuerzas Armadas?
--No. Puedo tener alguna idea y he pensado mucho las últimas horas, pero no sería serio opinar. Voy a tratar de introducirme en este nuevo mundo con las convicciones que tengo, pero sin prejuicios. Lo que es claro es que también en este terreno el macrismo ha hecho más difíciles las cosas. La Dirección de Derechos Humanos tiene menos personal que hace cuatro años, se ha despedido a trabajadores con competencias técnicas que ojalá podamos recuperar. En términos de discurso también hubo un gran retroceso frente al cual lo único que podemos hacer es felicitarnos por la reacción social que impidió que avanzara. Si uno escuchaba los discursos de Bullrich o de Macri y pensaba en un nuevo período de gobierno lo lógico era esperar avances contra el proceso de Memoria, Verdad y Justicia. Lo mismo con el desconocimiento del límite entre defensa y seguridad. Si no avanzaron más, fue porque había un consenso social importante que lo hacía riesgoso políticamente.
--Los militares recobraron protagonismo político en la región, sobre todo en Brasil y en Bolivia, donde aún están impunes los crímenes cometidos en tiempos del Plan Cóndor. ¿Qué lectura hace de ese retroceso?
--La primera es que tal vez creímos que los procesos de profundización democrática en la región desde comienzos del siglo XXI estaban más consolidados de lo que realmente estaban. La segunda, que si las Fuerzas Armadas adquieren mayor protagonismo en la vida política, como en Brasil, donde formalmente gobierna Bolsonaro y no una junta militar pero cada vez se hace más difícil de distinguir, esa tendencia es peligrosísima para la vigencia democrática en América Latina y para la paz de la región. Frente a un mundo cada vez más conflictivo, con guerras no declaradas pero no por eso menos efectivas, que los gobiernos tengan fuerte presencia de Fuerzas Armadas tampoco es bueno para la integración latinoamericana y la paz mundial.
--Pasando a la gestión, Defensa fue pionera en implementar políticas de género desde la gestión de Ileana Arduino en Derechos Humanos. ¿Qué objetivos se plantea ahora, con un movimiento feminista más consolidado y un gobierno con un ministerio abocado al tema?
--En ese área es fundamental dar continuidad a lo que se hizo porque estuvo muy bien, incluso con una audacia notable porque de pronto nos encontramos con oficiales de las tres fuerzas escuchando conferencias de Dora Barrancos, entre otras feministas. Ahí se produjo un choque de dos mundos muy distintos y quienes participaron de esas experiencias, más allá de lo anecdótico, destacan que fue realmente importante para introducir a las Fuerzas Armadas en los debates de la sociedad. Hoy hay que estar muy atentos a lo que haga el ministerio cuya titular es Eli Gómez Alcorta. No es bueno que yo opine hasta que conozca bien la situación interna, porque cuatro años de macrismo han dejado su huella y habrá que ver que pasó con esas políticas al interior de las fuerzas.
--Durante los gobiernos kirchneristas se trabajó con los archivos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, de donde surgieron pruebas valiosas para los juicios a represores. ¿Se va a retomar esa tarea?
--Sí, en los últimos años tampoco se hizo mucho para profundizarla, al contrario, se despidió gente, y el hallazgo de archivos abandonados y mojados es bastante simbólico en ese sentido. Para mí tiene absoluta prioridad continuar una tarea que ha dado frutos importantes para la investigación histórica, para una cultura democrática que tome en cuenta las experiencias de derechos humanos y terrorismo de Estado. Lo primero que tendré que discutir con Agustín Rossi, dada la situación económica y que seguramente habrá restricciones, es cómo retomar estas tareas con la importancia y la fuerza necesarias.
--¿Qué otros temas pretende trabajar?
--Me parece muy importante, incluso desde el punto de vista intelectual, tener un mejor conocimiento del proceso de formación de las fuerzas, tarea que no sólo compete a la Dirección de Derechos Humanos. La perspectiva de unas Fuerzas Armadas integradas a la sociedad y a la convivencia democrática tiene mucho que ver con cómo se mantenga este proceso de formación democrática y cómo se integran a la vida nacional en el terreno de la cultura y de los grandes debates argentinos.