El machismo mata. Lo dijimos --y decimos-- una y mil veces ante cada femicidio desde hace años. A Fernando Baez
lo asesinaron en Villa Gesell. Lo mató el machismo. La patota de machos rugbiers de un club de Zárate.
No se trata de estigmatizar a un deporte sino de pensar y reflexionar sobre qué modelos de masculinidad propone y promueve. Relatos de jugadores y ex jugadores dan cuenta de ritos de iniciación por los que deben pasar "los nuevos" que se suman a un plantel, que incluyen golpizas de todos contra uno, hasta violaciones grupales con objetos, para que se curtan, para -supuestamente-- tornear su espíritu.
¿Qué buscan? ¿Qué se busca? ¿Ese es el modelo de varón que se les impone, dónde priman la humillación hacía el otre, la violencia, las piñas y patadas cobardes de muchos contra une que no puede defenderse? Pareciera que es un mandato que deben refrendar en público, dónde se vean y adquieran fama de "chicos malos". Lo escribo y pienso en los machos femicidas. ¿Cuántos puntos de encuentro entre rugbiers asesinos y machos femicidas? El ataque a una víctima que no puede defenderse, que se la humilla, que se la golpea cobardemente ¿Hay salida?
Es fundamental sostener y profundizar la implementación de la educación sexual integral, para desarmar estereotipos de género dañinos, para repensar los modelos de masculinidad machistas, para prevenir las violencias, entre otros objetivos. Debe ser un imperativo para las nuevas autoridades educativas nacionales y provinciales. Y un desafío, pensar también la posibilidad de su incorporación en instituciones deportivas, donde transitan cotidianamente tantas niñeces, adolescencias y juventudes, para formarlos no solo a ellxs sino sobre todo a entrenadores y dirigentes, promotores muchas veces, de esos modelos machistas de ser varón.