Mensaje: Los muertos no pagan, cifró el fallecido presidente Néstor Kirchner. Guzmán expresó lo mismo en otra jerga y con distinta gestualidad.
Ajuste: La oposición, los medios dominantes y los portavoces ocultos de los acreedores vaticinaron un ajuste de gasto público que los hechos desmienten.
“Lo nuestro es nuestro, lo nuestro lo diseñamos nosotros. No vamos a aceptar condicionalidades” respondió el ministro de Economía Martín Guzmán a la última pregunta de la conferencia de prensa. Se lo interrogaba sobre clásicas imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI): reforma laboral, reforma jubilatoria. Antes había mentado el “estrepitoso fracaso” de lo acordado entre el organismo y el Gobierno de Mauricio Macri. Un mensaje intenso formulado en su estilo sereno y hasta cordial.
La palabra “nuestro” evoca una obra clave del pensamiento económico nacional escrita y reformulada por Aldo Ferrer. “Vivir con lo nuestro” que pudo ser en el inicio un programa de desarrollo (revisitado a través de décadas) pero, primero que nada, constituye un objetivo irrenunciable.
La Argentina insiste en proponer renegociación de la deuda a acreedores privados y al Fondo, en condiciones no caóticas, sistémicas. Necesita tiempo para reordenar una economía en situación terminal, crecer y redistribuir para luego pagar. El orden cronológico coincide con el de prioridades. Los detalles de las tratativas se reservan por ahora… en una república debe intervenir el Congreso. En su momento que no es hoy.
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Guzmán escucha las preguntas, se concede medio segundo para contestarlas sin esquivar el bulto. Su modalidad, hasta ahora, permea a los periodistas: el diálogo es respetuoso. El hombre sonríe aunque nunca ironiza.
En comunicación política siempre se habla a auditorios variados. El emisor comienza el circuito que se complejiza con ruidos, lecturas agudas, pavotas o mal intencionadas. Los receptores (un universo variopinto) decodifican y empiezan a cerrar el círculo. El mensaje de ayer tuvo como destinatarios principales a grandes jugadores: la Banca, las elites de gobierno nacionales o foráneas, decisores ostensibles u ocultos.
La divulgación, pongámosle, popular está (desde la campaña hasta ahora) en manos de otros funcionarios. El presidente Alberto Fernández, en primer lugar, que enunció como promesa su opción preferencial entre los bancos y los ciudadanos argentinos, los pobres primero. El Jefe de Gabinete Santiago Cafiero también sale a la liza. La narrativa de Guzmán apunta más a otros interlocutores. Definió la propuesta nacional, enfatizó su rol en el equipo.
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Davos queda lejos: Joseph Stiglitz, un rato antes, había afirmado en el cónclave de Davos que los bonistas tendrían que aceptar reducciones de sus créditos. Se le inquirió a Guzmán si concordaba. Es su discípulo del citado premio Nobel, escribieron libros a cuatro manos. Guzmán gambeteó dichas referencias para resaltar lo básico. La política se decide acá y la reestructuración se está conversando.
Cualquiera, quien lea esta nota o quien la redacta, puede especular acerca de un posible guiño o acuerdo entre el académico y el ministro. Sin información, este cronista evita tirarse lances. La clave, de nuevo, es la diferenciación de roles. Hay contadas voces autorizadas para hablar de estos temas, ninguna propala desde Suiza.
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Buenos Aires, la gran provincia: Guzmán exhortó a los acreedores de la provincia de Buenos Aires a aceptar la prórroga reclamada por el gobernador Axel Kicillof. Remarcó que provincia y Nación trabajan en conjunto. Coló un dato técnico: un eventual e indeseable default bonaerense no arrastraría a la Nación que afronta un cronograma menos acuciante.
Buenos Aires es la provincia más poblada, con el mayor PBI. Para nada la única con el agua al cuello. Los gobernadores desfilan por la Casa de Gobierno. Dialogan con “Wado” (Eduardo de Pedro, ministro del Interior) o con “Santiago” (Cafiero). Algunos se saludan o comparten un ratito con “Alberto”. Discurren sobre una agenda predecible. Casi todos sinceran sus dificultades financieras, mangan si es menester. El endeudamiento constituye un calvario transversal de la vida argentina: ahorca a familias, empresas, municipalidades, provincias.
Los demás gobernadores siguen el toma y daca de Axel como un caso piloto. Ocasión para aprender sobre el ensayo y el error.
Años atrás numerosas provincias practicaban competitividad espuria prometiendo a las empresas mini paraísos alambrados sin impuestos locales… La hecatombe compartida las impulsa a mejorar la recaudación siguiendo el ejemplo nacional.
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En el mundo real: El gobierno fortifica las arcas fiscales sin reducir la inversión social. La oposición, los medios dominantes y los portavoces ocultos de los acreedores vaticinaron un ajuste de gasto público que los hechos desmienten. Las jubilaciones no se congelaron, van aumentando. Otro tanto ocurre con la Asignación Universal por Hijo.
A fin de mes, según proyecciones de Desarrollo Social se habrán repartido 250.000 tarjetas Alimentar. El impacto promedio es de 5000 pesos por beneficiario. Se aspira a llegar a 800.000 en febrero y totalizar el 1.400.000 de familias beneficiarias a fin de marzo. El consumo es inmediato, local. Los pagos llegan el tercer viernes de cada mes, cuando la plata escasea en comercios o en los hogares. El consumo popular crece, de modo paulatino, sobre todo en la base de la pirámide social.
Los muertos no pagan, cifró el fallecido presidente Néstor Kirchner, un precursor del tuit punzante. Guzmán expresó lo mismo en otra jerga y con distinta gestualidad.
La vocación acuerdista de Argentina no admite la instigación al suicidio de los programas tradicionales del FMI. Aunque no se afirme con esas palabras, el Estado deudor define desenlaces aún más tremendos que el default. La demanda de racionalidad sistémica se traslada a los acreedores.
A título de opinión, este cronista intuye que el maestro Aldo Ferrer concordaría con la estrategia de Alberto Fernández, tratando de preservar la soberanía posible, en un contexto geopolítico asfixiante.