Cuando la marea los quiere tapar
En el corazón de la noche
Pagan con promesas los nenes de oro
El asesinato de Fernando Báez Sosa no es un hecho aislado. Es parte de una larga lista de hechos de violencia entre las que se cuentan ataques a indigentes y homosexuales, también el asesinato de Ariel Malvino (2006) y ponen en evidencia la violencia clasista, machista y etnocéntrica que se encarna, otra vez, en rugbiers. Y no tiene nada de irracional ya que forma parte de los modos de ser hombre y macho que promueve este deporte, tal como señala Juan Branz en este diario .
Los jóvenes se encuentran y reconocen como parte de un grupo social y económico y realizan contactos y redes que luego pondrán en juego en su trabajo, en sus desarrollos profesionales.
Esto nos hace volver a pensar sobre los “valores” que supuestamente celebran los rugbiers y en lo que subyace: ese modo de ver el mundo que se enlaza con hechos en los que jóvenes de sectores populares son abusadas y violadas por esos chicos bien. Son estos chicos ricos en sus Audis, que ebrios por Libertador atropellan peatones. Y en todos esos casos sus padres movilizan dinero e influencia para garantizar impunidad con sus amigos jueces y abogados.
Hay una serie cultural que enlaza estos sucesos recientes en los que afloran dimensiones propias del arribismo de la cultura de country (de esos que se cuelgan de la luz). El machismo y el desprecio por la otredad propio de “los nenes de oro” que retrata el Indio Solari en Nuatatori Professionisi
, están imbricados en estos actos de violencia. Es la misma serie que legitima la fuga de divisas, el lavado de dinero y el trabajo esclavo en talleres textiles clandestinos.
Bourdieu señala, en La dominación Masculina
, que las ideas que tenemos acerca de las personas y de los objetos del mundo son construcciones binarias que tienden a naturalizarse. La naturalización del mundo obedece a una arbitraria división de las cosas y de las actividades de acuerdo con la oposición entre masculino y femenino. Allí nos da pistas sobre cómo pensar el modo en que parte de nuestras elites tilingas, ejercen y encarnan el necesario ser heterosexual y “macho”.
Desde su categoría de hábitus, el filosofó francés, nos orienta respecto del modo en el que encuentran sentido y legitiman su modo de entenderse a sí mismos y a los otrxs. La masculinidad encuentra su utilidad como performatividad de las élites y es el mejor instrumento de legitimación del sistema de clases.
Los hábitus son inseparables de las estructuras que los reproducen. Así, la asimetría fundamental, la del sujeto y el objeto, que se establece entre los que tienen y los que no, se produce y reproduce en el intercambio de los bienes simbólicos (ritos, mitos, relaciones de parentesco, matrimonio) y materiales.
La dominación es resultado de un largo proceso de transformación de los cuerpos. Encarna desde las amenazas explícitas y desde la construcción simbólica del cuerpo, para producir hábitos diferenciados y diferenciadores entre los que trabajan y los que viven a expensas del trabajo de los otros.
Existe un andamiaje religioso, cultural y pedagógico armado para que los nenes de oro cumplan sus caprichos. Ellos son los que mandan, los que dicen qué hacer. Otros obedecen. La internalización de ese modo de funcionamiento del mundo es adquirida en parte, en los clubes. La camaradería es entre ellos, entre los que tienen y merecen. Ellos pueden estar por arriba de las reglas y leyes que ellos mismos imponen.
A veces pareciera que el legado de quienes se
levantan a la mañana y tienen la leche servida y la ropa planchadita es eterno.
Pero la organización popular, la intervención del
Estado y de los clubes y los mismos jugadores puede cambiar las cosas, transformar
las subjetividades, desnaturalizar este ejercicio legitimado de la violencia y
lograr, contradiciendo al Indio Solari, que los nenes de oro, no sólo paguen
con promesas.
Christian Dodaro es Dr. en Ciencias Sociales, UNDAV / UBA.