El viaje a Israel del presidente de la Nación, Alberto Fernandez, para participar junto con otros cuarenta líderes del mundo del foro conmemorativo del 75º aniversario la liberación del campo de concentración de Auschwitz, se nos presenta como una oportunidad para reflexionar respecto del lugar que asume la educación en la transmisión de estas experiencias de horror y aniquilación.
Como educadores tenemos por delante un desafío irrenunciable, mantener viva la memoria de la Shoa. Entendemos, como afirmara Thedor Adorno que: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. En tal sentido, es imperativo, en el marco de una pedagogía de la memoria -que es también una pedagogía de la esperanza- generar conciencia acerca de los peligros que conllevan las ideologías que difunden el odio y sus consecuencias nefastas para la humanidad.
En las instituciones educativas del país, en sus distintas modalidades y niveles, nuestra tarea docente estará sustentada en continuar educando a las nuevas generaciones en valores democráticos, éticos y solidarios. Asimismo, hemos de fortalecer conceptos y generar herramientas que les permitan a los estudiantes establecer paralelos entre distintos hechos de la historia universal: ¿Cómo fue posible que pudiera concretarse un plan sistemático de persecución y aniquilación donde fueron asesinados por parte del Estado alemán nacionalsocialista seis millones de judíos? ¿De qué modo, disciplinas como la historia y la sociología van asumiendo distintas dimensiones del conocimiento de estos procesos? ¿Qué perspectivas teóricas nos ayudan a comprender la postura de aquellos que “vivieron” esta historia como “testigos", al parecer sin injerencia o indiferentes ante este genocidio? ¿Existen aspectos comunes entre los distintos genocidios? ¿Es posible establecer analogías entre la Shoá y el Terrorismo de Estado en la Argentina?
Es ineludible en cada aula interrogar, investigar, transmitir, informar, difundir y compartir las experiencias para concientizar acerca de las graves consecuencias del autoritarismo, el racismo, la discriminación, la xenofobia y el antisemitismo
Nuestros alumnos y alumnas tienen derecho a aprender, a apropiarse de estos conocimientos valiosos que los formen como ciudadanos y ciudadanas con una mirada crítica, para que la misma sea el sustento de una democracia más justa y equitativa. Destacar desde la escuela los comportamientos solidarios ante el sufrimiento del otro, romper la indiferencia o la naturalización ante el dolor, en suma fomentar las conductas éticas y humanitarias, es, desde mi perspectiva el modo en que la educación puede hacerse cargo de la exigencia de la que Adorno nos habla y así disminuir los riesgos de futuros crímenes contra la humanidad, como los perpetrados por la Alemania nazi y el Terrorismo de Estado
Hoy en día, las propuestas de fortalecimiento de la memoria colectiva deben estar íntimamente relacionadas con la educación de una generación que debe conocer estos tremendos sucesos para que, los duros aprendizajes que de ellos se desprenden, formen parte de su identidad. Pensar de qué modo se produce esta transmisión es la tarea de los educadores. Lograrlo es parte de nuestro legado y nuestra responsabilidad.