"La vida es un ajedrez y yo soy la reina", exclama Lola. La protagonista drag del musical Kinky Boots que se estrenó el miércoles 15 de enero en el Teatro Astral. Debajo de la peluca rizada y el vestido rojo que brilla hasta la última fila está Martín Bossi. Quien para interpretar este personaje bajó cuatro centímetros de cintura y estudió canto y baile un mes y medio en Nueva York. El lugar donde Kinky Boots llenó funciones desde 2013 hasta el año pasado cuando llegó a su fin. "Esta soy yo. Distinta. Atrevida", canta Lola atravesando el escenario subida al infinito taco de unas botas rojas de gamuza. Estira sus largas piernas, lampiñas y musculosas. Alrededor bailan 6 drags, "mis ángeles", como las llama, luciendo una colección de pelucas que sacuden al hacer cada pirueta. A simple vista es difícil reconocer al famoso imitador y actor debido al cambio físico que hizo para transformarse en esta drag desfachatada y explosiva que Pashkus se encargó de argentinizar. Con un elenco de cuerpos diversos y belleza no hegemónica, la historia que hilvana los números musicales narra cómo la visión creativa de una drag salvó a una antigua fábrica de zapatos para hombres de la bancarrota. La clave es encontrar un nicho de mercado, y es a partir de un encuentro inesperado en un callejón entre Lola y Charlie (el co-protagonista Fer Dente), el reciente heredero de la fábrica "Price & hijo-calzado de calidad", que el inexperto empresario de zapatos halla la respuesta a su conflicto. "Un taco diseñado para una mujer no resiste el peso de un hombre", dice en voz alta Charlie. De hacer aburridos mocasines marrones para hombres conservadores de un pequeño pueblo a crear botas mosqueteras estridentes de todos colores para drag queens. La linea Kinky Boots hará renacer la empresa familiar pero también un puñado de prejuicios. "Acá solo hay baños para hombres y para mujeres", le dice un empleado, Don, a Lola el día que visita su nuevo lugar de trabajo no montada y bajo el nombre de Simon. "Los esclavos del maricón" se hacen llamar algunxs empleadxs reticentes a la idea de que una drag tome el mando de la fábrica que se dedicó a hacer zapatos para los llamados "jefes de familia". Lola lidia con esas miradas estigmatizantes lanzando chistes al aire, porque el humor también es un arma de lucha.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
Apenas uno entra en el Teatro Astral las luces rojas te tiñen la piel de ese color sexo que tanto menciona Lola. En el hall un dúo de maquilladorxs te proponen bañarte en glitter los labios y párpados para combinar con las drags que desfilan,bailan y cantan en cada número luciendo el vestuario con mezclas de telas y texturas de Verónica de la Canal y Alejandra Robotti. Si bien el musical argentino comparte el mismo argumento con el de Broadway hay algunas diferencias entre ambas. El vestuario de Canal-Robotti es más lúdico y atrevido que el estadounidense, el diseño de Lola es más salvaje y algunos números presentan una escenografía diferente, además de no tener intervalos. En esta Kinky Boots se juega con el lenguaje inclusivo, con el choque entre lo nuevo y lo obsoleto. Sea por la estética de los zapatos o por la forma de hablar. En Kinky Boots de Broadway hay un número musical en solitario de Lola donde el personaje deja de hacer chistes para cantar una canción que refleje el dolor que arrastra por no ser aceptada y respetada por lxs otrxs, en particular por su padre. Quien la obligaba a boxear y demostrar que era bien macho. Al final Lola se reencuentra con su padre moribundo en silla de ruedas, y ella lo perdona diciéndole que lo ama. En el musical de la calle Corrientes esa escena no está, ni tampoco los niños que corretean para representar quienes fueron en el pasado. ¿Es obligatorio perdonar a los padres que causaron tanto dolor? "Te asusta que sea feliz", canta envuelta en un vestido blanco a lo Marilyn la Lola argentina. En la Kinky Boots porteña la sanación no viene del pasado sino del futuro, de la anhelada deconstrucción de un público que se vuelve a su hogar conociendo la diferencia entre trans y drags. Kinky Boots es un musical que busca deconstruir a lxs espectadorxs, al público masivo que no suele ver obras con drags queens. "Una travesti, deconstruite", corrige Lola a una empleada de la fábrica (Sofi Morandi) que se refiere a travestis en masculino. "Yo soy una drag queen", grita Lola, y las dudas de Charlie son la excusa perfecta para explicarle al público la diferencia entre trans y drags entre otras lecciones básicas, elementales y necesarias.
Los primeros pasos
La realidad puede superar a la ficción y esta no es la excepción: a principios de los años noventa, un hombre llamado Steven Pateman continuó el legado de su padre al dirigir una fábrica de zapatos (WL Brookes) que llevaba más de un siglo en el mercado. La crisis financiera y la modernización que traía la competencia en el exterior lo arrastraban al quiebre de la empresa ubicada en el pueblo de Earls Barton en Northamptonshire (Inglaterra). Hasta que una llamada telefónica le trajo un halo de esperanza. Sue Sheppard, la dueña de un negocio para personas trans en Folkestone, le manifestó la necesidad de encontrar un proveedor que fabrique zapatos especialmente para su clientela queer. Pateman aceptó el reto y esta historia llegó a la BBC en forma de documental. Fue tal el furor que generó la linea Kinky Boots que a los pocos años, en 2005, se estrenó en cines una gran película de ficción inspirada en los hechos reales. Dirigida por el británico Julian Jarrold, Kinky Boots presentó en sociedad a Lola, interpretada por Chiwetel Ejiofor, muchas vidas antes de ser la estrella de Hollywood que se puso en la piel del esclavo sufrido del film multipremiado 12 años de esclavitud (2013, Steve McQueen). La primera escena del film inglés muestra a un niño afroamericano de trenzas cosidas que se quita su calzado para subirse arriba de unos zapatos de taco rojo. La cámara se concentra en su placentero andar que pronto se convierte en saltos rítmicos y brincos al compás de una música. Pasos de baile que anuncian no solo un instante feliz en la vida de ese personaje, sino la revelación de haberse encontrado con su verdadero yo. Encajar dentro de esos zapatos de cuero que transmiten un mensaje en código morse al espectador cuando choca contra el piso: esa relación será para siempre y nada, ni nadie podrá separar a los tacos de sus enormes pies. Ese niño es Simon, fantaseando ser lo suficientemente adulto para liberarse de la opresión a la que lo somete su padre y por fin usar tacos todas las noches presentándose como Lola.
La comedia dramática guionada por Geoff Deane y Tim Firth llamó la atención de Harvey Fierstein, el actor y dramaturgo estadounidense que adaptó la película a un musical con canciones compuestas por Cyndi Lauper. Cantando Sex in the Hell (El sexo es en el talón) la creadora de Girls Just Want to Have Fun anticipó la llegada de Kinky Boots que se llevaría varios Tony Awards. Después de adaptarse el musical desde Tokio hasta Hamburgo, la colección de zapatos llega a Buenos Aires con diseños nacionales de Luciano Marra.