Mediodía en San Telmo. Es un día húmedo de esos que te pegotean la tanga. Salgo de casa algo apurada para ser puntual porque quedé en reunirme con el director de teatro Pablo Maritano para esta nota que como ya verán, es sobre una obra que él dirige y en la cual estoy participando, Don Gil de las calzas verdes, un clásico del siglo de oro español. Una comedia de enredos de aquellas, donde no falta la doncella vestida de varón para confusión general. Mucho más que eso. Sobre todo en esta versión escrita por Gonzalo Demaría. No es solo el texto lo que hace que la modernidad de la obra redoble su actualidad: escenografía maravillosa, una iluminación que mete magia, la versión increiblemente libre y atrevida, y unas actuaciones barrocas nunca vistas.
Voy caminando por Bolívar, una vecina dueña de una compraventa TOP me grita de vereda a vereda que tiene una cartera Jackie Smith divina que en el mercado sale 17000 pesos y que me la deja a 5000. No me siento Jackie Kennedy y menos una de los ángeles de Smith, tengo el bolsillo flaco y sigo de largo saludándola con la mano. Nunca soñé con esa cartera pero tampoco soné con actuar en una obra clásica en el Teatro San Martín. Yo, acostumbrada al cabaret y al under, a despilfarrar vocabulario travaporno, escatológica sin límites, auténtica barra brava, trava en barra, soy un personaje de este Don Gil del siglo XXI.
Camino salteando baldosas flojas y empedrado traicionero para mis tacos altos, jamás chatitas. Diviso por fin el edifico más alto de la cuadra. Toco botón y se escucha la voz de Pablo. Un tipo de Seguridad me señala el ascensor indicado y subo. Jamás viviría en un piso 20, aunque con gusto me comería un pendejo de 20 con 20 colgando en su entrepierna. ¡Ya está el comentario zafado, lo hice otra vez! Al abrir la puerta del ascensor me encuentro con dos chongazos obreros comiendo unas frutitas sentados en las escaleras, me hubiera quedado con ellos de no tener que hacer la nota, pero ese día admirablemente estaba más responsable que promiscua.
Llegué a tiempo. Aquí está Pablo con su pelo rubio con un mechón delante que parece teñido de peluquería. Pero no, me aclara que es un lunar de nacimiento. Hay una pared llena de cuadros, creo divisar algo de El Bosco y otro con un pubis con una gran concha entreabierta. Me cuenta que ese lo pintó una amiga. Me ofrece mate y empezamos a charlar, le pido un enchufe para cargar mi celular de medio pelo y me ofrece que grabemos esto en su Iphone. Accedo, obvio. y empezamos.
Empezó a dirigir ópera en el 2005 y a estudiar dirección en el 2001. Parece que en su infancia, único hijo, lo dejaban mirar de todo, menos ópera, porque su madre lo consideraba un poco mersa. Música de cámara, permitida.
¿Estás cumpliendo un sueño de infancia metiéndote con el Siglo de oro?¿Fuiste un niño culto?
La verdad es que en casa me estimularon mucho de chico. Con la pintura, con la literatura. Mis primeros discos fueron de música clásica y como me dejaban ver absolutamente de todo, a los 11 años me vi el Casanova de Fellini. La vi solo, para colmo, y no entendí nada, pero las escenas de ópera de Nino Rotta me parecieron la verdad revelada. Y como me empezó a interesar tanto empecé a hinchar para ver ópera. Un día lo logro, y arrastro a mi vieja al Colón. Sacamos entradas. Imaginate la desilusión después, yo me había imaginado un mundo mágico y no tenía nada que ver con lo que vi. Fellini fue algo que me voló la cabeza.
¡Yo vi un documental donde contaban que Fellini se basaba mucho en sus sueños! (Cuando escucha esto, Pablo se levanta de la silla como impulsado por un resorte anal y me trae un librazo de las ilustraciones del famoso director italiano. Es cierto, es un fanático.)
El también pinta y dibuja. Empezó a dibujar escenografías, estudiar piano, teatro. Vivió con su madre hasta los 19 . Su padre y su madre se separaron cuando él tenía un año. Los dos eran psicoanalistas. Pobre chico le digo yo y él me contesta como dice mi psicoanalista: yo soy un sobreviviente. Tiene una lengua filosa y no se pierde detalle pienso en un momento que debe tener ojos distribuidos en diferentes partes de su cuerpo y del oído ni hablemos. Yo no estoy tan lejos.
¿Y qué tiene que ver la ópera con Don Gil?
Bueno, es que yo no diría que es teatro, es en realidad teatro en verso, es una opera. habla de amor por la ficción, del barroco, de cero pretensión del naturalismo. -uno de los temas del barroco es la verdad o la mentira. Esta obra es eso, si algo me interesa es eso que la ficción no sea verdad no sea real
¿Por qué elegiste hacer esta obra? ¿Por qué habría que ir a verla?
Tenía ganas de hacer siglo de oro hace mucho. Organicé con amigos de todos lados una serie de lecturas y también nos juntamos con Monina Bonelli que a mí siempre me encantó como actriz. Sobre todo porque es una persona con la que podemos compartir este humor caníbal. Surgió ente los dos esta idea del siglo de oro. Yo venía de leer Don Gil y me había fascinado por muchas cosas. Y no faltó mucho para que surgiera la idea de que fuera un siglo de oro trans.
¿Qué dirías que es lo que más te fascinó de la historia?
Para empezar, la modernidad de ese siglo. Los dos ejes de la historia son el deseo como experiencia en la que no se puede mentir. Vos fijate que nivel de lucidez, el problema de la obra es la percepcion social del género y no la identidad del genero. La identidad nunca está puesta en consideracion. Coincide con lo que yo pienso. Para mí no existe el tema trans, existe la percepcion social. Lo que hace doña Juana en la obra es un delito gravisimo. Me resulta también increíble pensar que su autor, Tirso de Molina era un hombre religioso. Por las condiciones de los canales de la cultura del momento era una manera de subsanar un cierto acceso a lo culto y una garantia de proteccion y un medio de vida. La produccon de Tirso oscila entre obras religiosas y esta obra que como dice Gonzalo Demaría son sus obras herejes. Pensemos que lo que hace Doña Juana es penado por Inquisición, te quemaban viva por traicionar el genero.
¡AY Dios mio! Detengo la conversación porque me pongo a pensar que de haber vivido en esa época yo me habría convertido muy pronto en una llamarada con tacos. Y hbalando del asunto... cuánto hay de moda en la elección de reversionar un clásico. ¿No te parece que ahora hay que meter travestis y trans porque queda lindo?
Esta obra se pregunta qué es ser una mujer y qué es ser un hombre. No fue por seguir una moda. Sí, creo que hay que seguir la lucha en todos los frentes, en todo lo que uno hace. Tienen que temblar estos esquemas porque los esquemas estan mal, este lugar encasillado del genero le hace mal a la gente, nos hace mal a todos. Yo no me conosidero trans pero me gustaría un mundo mejor donde el genero no martirice a las personas.