Desde Villa Gesell
La causa por el asesinato a mansalva de Fernando Báez Sosa avanza en dirección a establecer el grado de culpabilidad de cada uno de los diez detenidos. En el ámbito judicial y en los corrillos de cada esquina de la ciudad, luego de la clausura del boliche Le Brique y de otros locales por intervención del ministro de Seguridad de la provincia, Sergio Berni, creció la inquietud por develar un misterio inexpugnable: quiénes son sus dueños y por qué nunca fue sancionado por notorias irregularidades en su funcionamiento.
Todos los consultados sobre el tema sostienen que “es un misterio”, porque nadie sabe a ciencia cierta la identidad de los propietarios, porque el local figura a nombre de quien consideran “sólo un testaferro”. Se trata de Fernando Fernández Carretero, un hombre de 37 años, quien es el “encargado” del boliche. La misma persona aparece cumpliendo igual función en el despacho de bebidas alcohólicas Full Escabio, en el Paseo 105 entre 2 y 3, en una zona de la ciudad en la que no podría estar autorizada la venta de alcohol. Una cosa es cenar en un restaurante y pedir bebidas alcohólicas, y otra cosa es ofrecerlo en forma directa al consumidor, incluso fuera del horario (las nueve de la noche) en la que no pueden hacerlo los almacenes y supermercados.
Es otro de los misterios por develar. Las habilitaciones de este tipo, la de Full Escabio, son otorgadas por la Secretaria de Comercio de la comuna, cuya titular ocuparía al mismo tiempo una función en el sector privado que sería incompatible a todas luces con su labor pública. La única explicación posible es que los dos locales, el boliche bailable y el despacho de bebidas, sean propiedad de las mismas personas. Así lo acreditaría la presencia del mismo “testaferro”, Fernández Carretero.
Todos consideran que el que tiene la llave para conducir a los propietarios de Le Brique es el abogado del boliche, Sebastián Alvarez, quien fue director de la Anses local y ocupó varios cargos públicos, incluso fue secretario de Comercio, de manera que maneja muy bien el tema.
La aparición sorpresiva de Sergio Berni en la madrugada del jueves dejó al desnudo una serie de cuestiones que se sabían y que llevaron a la clausura del boliche en el que la patota de rugbiers había agredido en principio a Fernando, pero también la licorería a cielo abierto en una ciudad en la que ahora se puso el cepo a la venta de alcohol, más la medida que se aplicó contra el megaemprendimiento bailable Pueblo Límite. Lo que descubrió Berni se sabía desde siempre: que en Le Brique y Pueblo Límite entran menores de 18 años y en el caso del primer boliche, hasta trabajan chicas de 17 años, que sigue entrando gente después de las dos de la madrugada, cuando eso está prohibido y que las pistas se llenan más de lo previsto.
Otra cosa que se llena más de lo permitido son los vasos con bebidas alcohólicas, ya que tienen una medida predeterminada que tampoco se cumplía. De todos modos era una medida casi ridícula porque qué diferencia es no poder servir un vaso de un litro de cerveza, pero sí dos de medio litro. Era más o menos así lo que se podía servir legalmente y lo que no.
A nivel de clamor popular, lo que se evidencia con más fuerza son los reclamos hacia el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera, porque afirman que tuvieron que venir de la provincia para aplicar medidas que debían haberse tomado mucho antes.
“Si hasta hubo que hacer una sentada frente al boliche, para que decretara el duelo por la muerte de Fernando”, es una frase que se repite en cada esquina de la villa.