La primera vez que la cantautora uruguaya Papina De Palma cruzó el charco para llegar a tierras argentinas fue en 2014 gracias a una idea de Luciana Mocchi. De manera sorpresiva, Mocchi la invitó a sumarse a una propuesta colectiva junto a otras músicas uruguayas -como Samantha Navarro y Queyi- y hacer una gira por Buenos Aires y Córdoba. “¿Qué? ¿Estás loca? Nunca fui, no me conoce nadie, no hay manera”, le dijo De Palma en ese momento. “Pero me dio pila de seguridad la convicción con la que me hablaba de este plan y fue un éxito”, recuerda. Y, claro, terminó siendo la primera visita de muchas. Ahora ambas cantautoras volverán a unir fuerzas y canciones para presentarse este el sábado 25 y el domingo 26 a las 21 en Café Vinilo, Gorriti 3780. Si bien serán dos shows en formato solista, habrá varios cruces y momentos compartidos.
“Nos une la franqueza y el compromiso con nuestro pensamiento. Mocchi, mucho antes que yo, se dio cuenta que estaba bueno componer con responsabilidad. Es muy sarpado poder tenerle cerca porque es tremenda fuente de aprendizaje; es muy coherente y genuina”, apunta De Palma. “También nos encontramos en el humor y no tener vergüenza de ser como somos. Me hace re bien hacer el ridículo en el escenario. Hay algo de desparpajo, algo insolente”. Ambas vienen creciendo a pasos agigantados en su país y en la región. De Palma integró hasta hace poco el coro femenino de la histórica murga Falta y Resto, y su disco debut, Instantes decisivos (2016), se llevó dos premios Graffiti, como mejor artista nueva y mejor álbum pop. Ahora está grabando un disco nuevo -“más electrónico y menos nostálgico”- con Juanito el Cantor y terminado de filmar el ciclo de videos "Los abrazos son instantes decisivos".
En el caso de Mocchi, el humor le aflora de manera espontánea y natural, muchas veces sin buscarlo. Su costado más interesante, de hecho, aparece en vivo. Cada show es distinto al otro e incluso disfruta haciendo nuevas versiones de sus canciones. “Entré en un viaje de no grabar y de experimentar con las canciones en vivo. De hecho, las canciones que hago ahora son de un repertorio nuevo, que no están en ninguno de los dos discos. Algunas sí, pero muchas son inéditas. Y eso se transformó en una experiencia súper copada”, dice Mocchi, quien siente que el estudio de grabación es un “lugar medio raro, apagado, sin ventanas”. Su último material hasta la fecha fue Mañana será otro disco (2016).
"Nos gusta mucho viajar juntes, pasamos re bien, nos matamos de risa y tenemos formas parecidas de hacer las cosas. Quizá pasamos mucho tiempo sin hablar pero de repente algo nos hace ponernos al día”, cuenta De Palma, quien vivió un año y medio en la Argentina. En el escenario, Mocchi estará acompañada por el pianista Luis Volcoff. “Es todo tan espontáneo y desde la amistad que no sabemos muy bien lo que va a pasar. Hay cosas planificadas, pero no es algo rígido. No tenemos canciones en coautoría, pero sí mucha obra en común”, dice Luciana y adelanta que tocará una versión de “Estufa a gas”, compuesta por Papina.
-Papina, alguna vez dijiste que desde lo poético sentís muy lejano tu primer disco. ¿Por qué?
-Cuando compuse esas canciones no pensaba en términos ideológicos, escribía lo que sentía. Pero muchas de las cosas que dije en las canciones hoy me llaman horrible la atención, sobre todo después de haber sido atravesada por el transfeminismo. Hay cosas que se dicen en el nombre del amor que parecen románticas y lindas pero en realidad son re peligrosas. Y en muchas de esas canciones de Instantes decisivos eso se re ve y en mis nuevas canciones lo evito absolutamente, como también lo evito en mi vida. Trato de amar y de querer mejor, estoy en ese aprendizaje. Creo que nuestra generación está empezando a refundar las bases del amor y lo que significa tener un vínculo sexoafectivo. Entonces, cuando canto las canciones más viejas, hago referencia a que ya no creo en ése discurso.
-Luciana, cuando vas a tocar a un festival o ciclo, ¿estás atenta a que haya mujeres y disidencias programadas?
-Más que con atención, lo miro con responsabilidad política. Y si no hay una representación de disidencias, no solo de mujeres, directamente no voy. Muchas veces me pasa que convocan a una grilla de chabones y me llaman a mí, como si eso completara un cupo. Hay gente que me ve como mujer y otra que me ve como disidencia, pero nadie me pregunta cómo me veo yo. No es por mí el tema del cupo, yo trabajo bien, es un cambio mucho más profundo y colectivo. Me parece fundamental la inclusión de disidencias porque hay un montón de gente marginada. Las personas privilegiadas tenemos la responsabilidad de pensar en la gente que se está cagando de hambre. Desde nuestro lugar tenemos que tener una postura política coherente. En este momento de la historia tenemos la posibilidad para luchar por todas aquellas minorías que fueron excluidas por el género y dentro de eso están las mujeres. Hay muchas personas feministas que lo ven así y otras que no. El oprimido no se puede convertir en opresor. Son discusiones que no pueden esperar.