“Soy bailarina gracias a mi discapacidad, no a pesar de ella”, ha dicho alguna vez la escocesa Claire Cunningham, una de las artistas con discapacidad del Reino Unido con mayor reconocimiento internacional, según el catálogo del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Luego de haber brindado una conferencia respecto de su técnica basada en el empleo de muletas, la intérprete presentará este sábado y el domingo a las 21 Give me a reason to live, obra inspirada en las pinturas de El Bosco, en particular en el rol de mendigos y lisiados “como posibles símbolos de pecado”. En esta suerte de estudio sobre “la noción de la empatía”, Cunningham despliega las habilidades que cultivó por fuera de la norma. Se lo puede ver en el Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556).

Foto Gentileza Hugo Glendinning

Debido a una osteoporosis usa muletas desde los 14 años. Luego de probar suerte como cantante y de no lograr que esta actividad le diera dinero, a los 27 tomó conciencia de lo “fuerte” que se había vuelto por usar muletas durante tanto tiempo y se preguntó sobre la posibilidad de trasladarlas a la escena. Junto a una amiga comenzó a practicar acrobacia aérea y en tela. Supo de un casting en el que buscaban a una bailarina con discapacidad para un dueto y fue elegida. Fue así como se metió de lleno en el mundo de la danza, y especialmente en una investigación en torno al uso de las muletas. Quería convertirse en una “experta”, estaba “obsesionada” por conocer y aplicar todos “los usos posibles” de su herramienta. Aquello de que es bailarina gracias a su discapacidad no es simplemente un modo de decir.


“A partir de esta búsqueda me di cuenta de todo lo que podía hacer, que era algo que los que no tenían mi discapacidad no podían. Lo tomé como algo positivo. Puedo hacer movimientos únicos, propios de mi relación con las muletas”, expresa Cunningham, de 43 años, a Página/12. “Nunca quise hacer lo que no puedo hacer; me planteé encontrar mi propio movimiento. Me generé mi forma de entrenar y de aprender con mentores y profesores, me rodeé de gente que me motivara, que fuera lo suficientemente abierta. Hay instituciones, escuelas y compañías que no tienen esa apertura, que intentaban que yo hiciera lo que no podía”, completa.


Give me a reason to live –que significa “dame una razón para vivir”- toma como disparadores figuras de El Bosco, sobre todo las de los paralíticos, ciegos y otros discapacitados que aparecen en “El carro del heno”, “El jardín de las delicias” y bocetos que dejó. Desde el punto de vista técnico, Cunningham exhibe su “expertise” en torno al uso de muletas. “Hay una primera capa, que tiene que ver con cómo manejarla. Con su peso, su tamaño. Es lo primero que la gente ve: la fuerza, la técnica. Un segundo elemento es la relación con la experiencia sensorial, que fui descubriendo con el tiempo. Esto es, cómo puedo sentir a través de la muleta, como si fuera una extensión de mi propio cuerpo”, explica. Y continúa: “La muleta deja de ser una muleta. Pasa a ser un elemento poético. Y puede convertirse en una marioneta, tomar la forma de un móvil, puedo hacer una vertical con ella, tomarla como elemento de circo, con la exactitud con la que los artistas de circo usan sus objetos”.


“La mía es una pieza oscura, que no pretende entretener, que trabaja sobre cómo se juzga a las personas con diferentes habilidades. Puede ser provocativa, aunque es abstracta y no define un bien y un mal”, añade la artista. La obra aborda, además, temas como el arte religioso y es un homenaje a las personas con discapacidad que padecieron el programa de eutanasia nazi Aktion T4 y a las actuales víctimas de la reforma del sistema de bienestar social del Reino Unido. La acompaña una banda sonora creada por la artista musical Zoë Irvine.