La reivindicación de los cuerpos que se apartan de la norma es uno de los ejes principales en el que se sostiene la programación del 13º Festival Internacional de Buenos Aires. Y en ese marco, de rigurosa selección de obras internacionales que visibilizan la diversidad y la disidencia, aparece Naturaleza trans, propuesta que llega desde Uruguay para estrenarse en el teatro porteño Dumont 4040 (Santos Dumont 4040), con funciones el 27 y 28 de enero, a las 22, antes de desembarcar en el Teatro Solís de Montevideo el 31 de enero.
Dirigida y escrita por la directora uruguaya Marianella Morena, la obra de formato documental gira en torno a la historia de Alisson Sánchez, Nicole Casaravilla y Victoria Pereira, tres mujeres trans, oriundas de Rivera, departamento ubicado al norte de Uruguay, en la frontera que limita con la ciudad brasileña Santana do Livramento. Allí, las tres protagonistas revelan en primera persona vivencias íntimas atravesadas por la incomprensión y el rechazo a la vez que convierten el ritual teatral en una celebración de su identidad. “Como ellas tienen la fiesta muy incorporada no quise convertir la obra en una especie de queja u oda a lo trágico, sino que me parecía importante la fuerza y la alegría que tienen. Las tres son muy reivindicadoras de la festividad corporal y hay en ellas una rebeldía frente al dogma”, sostiene Morena.
La puesta se gestó en 2018, por iniciativa de la coreógrafa Tamara Cubas, quien cedió una casa propia en la zona rural de Rivera para montar Campo Abierto, un espacio destinado a promover proyectos de residencia artística y de trabajo con la comunidad. “Rivera es un lugar abandonado por todos, donde hay muchos crímenes y femicidios, donde las iglesias evangélicas de Brasil están avanzando de una manera feroz y donde lo que se había adquirido como derecho se piensa como un pecado. Entonces es un combo de todo lo que está mal. Y es también un lugar donde hay mucha pobreza y donde la gente no habla español, sino portugués. Por eso tiene un componente diferencial del resto del país”, explica.
Fue a partir de una serie de convivencias compartidas entre la directora y las mujeres participantes en ese contexto natural, en julio y noviembre de 2018, que se fueron articulando los relatos que se escuchan en Naturaleza trans. “La idea de frontera es la columna vertebral de este proyecto, porque trabajamos con distintas fronteras: la territorial -de Uruguay con Brasil-, la biológica -entre un hombre y una mujer- y la de la lengua”, cuenta la directora quien ya había abordado el género de no ficción cuando realizó la dramaturgia de Antígona Oriental (2013), obra de la que participaron ex presas políticas, hijas y exiliadas de la dictadura militar uruguaya, y cuando dirigió en Perú Bicentenaria (2017) una intervención escénica en una plaza pública con 200 mujeres, muchas de ellas sin formación actoral.
Antes de que se definiera el elenco final el proceso creativo comenzó con la participación de siete mujeres trans. “Todas tenían una fragilidad emocional muy alta, y cualquier perturbación externa les generaba un desequilibrio, y como la obra necesitaba que tuvieran un mínimo de estabilidad emocional Nicole fue la que decidió qué chicas iban a poder estar”.
Todos los testimonios que se exponen tienen un factor en común: la discriminación. Alisson no pudo terminar la escuela secundaria porque sus profesores y la directora de su colegio no respetaban su elección. Nicole no puede transitar por la calle libremente. Victoria recuerda el día en el que fue echada de la casa familiar con sólo 16 años. Y todas, en algún momento, ejercieron la prostitución.
“El lugar de estas mujeres siempre es la marginación, y cuando tienen un lugar que no es marginal y una posibilidad de ser, eso genera un gran conflicto”, reflexiona Morena quien advierte en la pobreza una condición que agrava la situación de las personas transgénero. “Como son pobres y son rechazadas socialmente no pueden trabajar. Entonces la prostitución es la única salida que les va quedando”.
Con pañuelos amarillos como bandera, Uruguay obtuvo su propia Ley Integral para Personas Trans en octubre de 2018, aunque esa conquista no evitó la embestida reaccionaria de grupos ultraconservadores que buscaron derogar la ley a través de un pre referéndum. “No termino de entender por qué molesta tanto la opción de otra persona. Por eso también creo que este tipo de trabajo que hacemos tiene un valor, porque cuando se trabaja con la emoción y se involucra también la parte física la llegada al espectador es diferente. El teatro es una herramienta poderosa para hacer proyectos así. Y esta experiencia me atravesó. Con esto crecí mucho y encontré dónde estaban mis propios prejuicios y debilidades, porque uno a veces se para en el lugar de que los prejuicios los tienen los demás”.
La comunidad trans, sistemáticamente vulnerada, hoy tiene nuevos derechos, como la posibilidad de hacer los cambios registrales según la identidad sexual y un cupo para ocupar el uno por ciento de los cargos de la administración estatal, pero el cambio que se requiere para llegar a una igualdad plena es más profundo. “Las personas trans tienen un apoyo de parte del Mides (Ministerio de Desarrollo Social), y ellas mismas te dicen que las cosas están cambiando. Pero lo que nunca sabemos es si esos avances son un maquillaje para lo políticamente correcto o si son genuinos. Porque, a veces, pasa que hay una aparente evolución, y en realidad eso no sucede porque no hubo antes un trabajo de conciencia y educación. Entonces hay que pensar desde qué lugar se trabaja para educar a las nuevas generaciones en la diversidad y en la diferencia”.