Fiel a su formato de seguridad, Patricia Bullrich volvió a instalar uso de pistolas Tasser, que fueron retiradas por orden de la actual ministra de Seguridad, Sabina Frederic.
"En dos segundos bajaste al rugbier fortachón que se convierte en un animal" , dijo Bullrich y agregó que "en Argentina se discute el tema, pero son herramientas muy buenas para estas circunstancias en las que hay gente pasada de alcohol, violenta y que pega porque sí, porque las reducís inmediatamente con estas armas. Minimizamos las cosas y después nos agarramos la cabeza", agregó.
La que plantea es una discusión vana porque las fuerzas de seguridad durante el macrismo no fueron siquiera entrenadas para usar el bastón. Pero más allá de las Tasser, lo que propone Bullrich es su modo de solucionar los síntomas. Disparar, borrar, anular, en lugar de buscar los motivos e intentar resolverlos. No es cualquier cosa lo que sostiene, porque al usar un arma garantiza la reproducción del problema. Porque nadie va a creer que transformando "al rugbier fortachón" en un "animal" va a disolverse la violencia en la calle, el hábito del alcohol entre los jóvenes, la violencia de muchos rugbiers, el mandato patriarcal, la costumbre de reconocimiento del machito por su manada. Eso no se va a resolver con las Tasser. Incluso, me animo a anticipar que si se hubieran utilizado pistolas Tasser y supuestamente Fernando no hubiese sido golpeado, el grupo de los diez, de regreso a su madriguera, hubiese sido motivo de mofa por su propia manada, por incapaces de demostrar su potencia sobre el cuerpo de un "enemigo". Es decir, hubiera servido para multiplicar el problema.
Pero más allá de la especulación de lo que hubiera sido (pero no fue) con la reproducción del problema Bullrich garantiza la instalación del miedo. Una manera de disparar el miedo en la población es crear la figura de peligroso, apoyarse en la difusión del peligro con ayuda de medios dispuestos, y promover una curiosa solución: golpear en la superficie del problema mientras se grita a los cuatro vientos que "vamos a cortar de raíz".
No es casual, no es azaroso, no es espontáneo. La doctrina Bullrich lo que propone es un circuito que está a la vista pero que permanece invisible. Se garantiza su existencia alimentando el problema para después fortalecer su presencia con la necesidad de más armas. No hay interés de resolver, al contrario, el interés es que haya más violencia que habilite al uso de la fuerza, la misma fuerza que se alimenta del miedo.
Por eso, cuando Bullrich dice que las Tasser "son herramientas muy buenas para estas circunstancias en las que hay gente pasada de alcohol, violenta y que pega porque sí", prefiere no aclarar que hay herramientas que descarta y que no tiene intención de usar: primero, descubrir quien promueve la ingesta de alcohol; segundo, dónde se origina la cultura de la violencia; tercero, si es cierto que pegan "porque sí" o en realidad fueron educados para golpear y anular a las diferencias. Hay muchas otras herramientas efectivas y sanadoras en lo profundo. Pero no son mágicas y por lo tanto instantáneas como la solución holográfica que propone la exministra.
Si Patricia Bullrich se pusiera a investigar el origen del problema, con un honesto interés de resolverlo, la primera solución que tendría a mano es la de llamarse a silencio, dejaría de promover las ideas de peligro, de miedo y de armamentismo, lo que ya sería un paso enorme para permitir que quienes realmente trabajan en encontrar soluciones no tengan que, además, resolver el problema de parloterismo cínico.