Eric Cantona fue un ícono del fútbol de los noventa cuando brilló en el Manchester United. El delantero francés es recordado, sin embargo, por sus excentricidades. La más famosa cumple hoy un cuarto de siglo. El 25 de enero de 1995 Cantona saltó a una tribuna para tirarle una patada a un hincha que lo insultaba.
Sucedió en el estadio londinense de Selhurst Park, la casa del Crystal Palace, que caía 1 a 0 frente al United. A los 3 minutos del segundo tiempo, Cantona vio la tarjeta roja por una patada a Richard Shaw. Mientras el galo caminaba al túnel, la tribuna local estalló en insultos. Cantona no pudo con su genio y saltó a la platea para tirarle una patada a un hooligan del Crystal Palace.
Se trataba de Matthew Simmons, sobre quien Cantona focalizó su reacción ante los insultos. Algunas versiones señalaron gritos xenófobos de su parte, cosa que el hincha siempre desmintió. Lo cierto es que tras la patada y ser identificado se supo que tenía ideas de extrema derecha.
Tres años antes había participado del robo a una estación de servicio, en el que había atacado con una llave inglesa a un empleado oriundo de Sri Lanka. Una década después de la famosa patada agredió a golpes a un entrenador de infantiles del club Fulham por haber dejado de lado a su hijo y fue a juicio, pero no por ese hecho, sino por escupirlo e insultarlo cuatro años más tarde cuando se cruzaron en un estadio.
La patada de Cantona le valió nueve meses de suspensión, 120 horas de trabajo comunitario y 30 mil dólares de multa. Una vez le preguntaron cuál fue su mejor momento en el fútbol y respondió: “Mi preferido es cuando le pegué al hooligan”. Nunca se arrepintió, todo lo contrario: “Patear a un fascista no se saborea todos los días. Me arrepiento de no haberle pegado más fuerte”.