La Agencia Federal de Inteligencia (AFI) de Mauricio Macri jugó al show de la superpotencia del espionaje y mandó a importar un vehículo al que denominaron, como el de Donald Trump, La Bestia. La camioneta Grand Cherokee ultra--blindada se importó en 2016, con factura a cargo de la AFI de 122.000 dólares. El estilo de lujo del macrismo --a costa del dinero del estado-- derivó en que se incorporara otra Grand Cherokee y cuatros autos más, todos de fuerte blindaje, con ridículos costos de mantenimiento: los vehículos pesan muchísimo y, por ejemplo, un cambio de neumáticos cuesta 5.000 dólares y el recambio debe hacerse de manera mucho más frecuente. Lo mismo ocurre con las pastillas de frenos y casi todos los repuestos. Incluso un leve toque derivó en un presupuesto de un millón de pesos de chapa y pintura. La Bestia y otros 69 vehículos van a ser subastados por orden de la interventora de la AFI, Cristina Caamaño.
Estilo
El manejo de los vehículos del espionaje exhibe el estilo macrista de utilización del estado: fabulosas cifras gastadas para mostrarse, privilegios insólitos, uso de dinero sin control alguno, horarios de oficina y todo al servicio de los intereses propios, en este caso la persecución de opositores. La Bestia pasó a ser usada por el amigo del presidente y entonces titular de la central de espías, Gustavo Arribas.
Una de las funciones claves del lujo es exhibirse ante las visitas de servicios de inteligencia de otros países, principalmente Estados Unidos. Tiene que ver con el alineamiento internacional y ser tomados en cuenta pese a que a la inteligencia argentina se le colaron dos tremendos atentados y no pudo esclarecerlos. Por ello, no es muy reconocida en el plano internacional.
Quienes entienden de espionaje sostienen que es lógico que haya un vehículo blindado en la AFI, porque no se puede descartar que el jefe de la inteligencia sea un blanco para terroristas o narcos. Pero nada explica que haya seis autos blindados y menos todavía que dos de ellos sean camionetas de altísima gama, La Bestia y otro vehículo similar.
En el mismo estilo, frente a la norma de usar autos que pasen desapercibidos, durante el macrismo se fueron cambiando los Gol, Siena o Fiesta por modelos de mucho más nivel, que llaman la atención. Eso motivó que la nueva intervención haya resuelto que pasen a subasta 70 de los 209 autos que tiene la AFI.
Peso
La Bestia es de fabricación norteamericana pero se trajo al país desde Canadá. La importación se hizo con la camioneta ya blindada --122.000 dólares--, lo que significó altísimos costos.
El macrismo trajo una segunda Grand Cherokee, también de altísima gama, pero se importó sin protección. Hubo que gastar 40.000 dólares en el blindaje. A esto se sumaron tres Ford Mondeo, también de alta gama, en los cuales se gastaron 31.000 dólares en cada uno para blindarlo.
Por el peso de los coches, gastan neumáticos de una forma totalmente anormal: hay que cambiarlos cada 40.000 kilómetros, y deben gastarse 5.000 dólares. Los desgastes en toda la estructura son enormes, por lo que el resultado es que los vehículos están mucho tiempo en reparaciones. La conclusión es que tener seis blindados es, no sólo innecesario, sino mucho show, poca efectividad y gastos siderales. La versión más extendida es que los coches los usaban, alardeando, esencialmente los familiares --esposas, hijos-- de los jefes.
Subasta
Con todo el derroche a la vista, la intervención de la AFI, que encabeza Caamaño, decidió que se subasten todos los vehículos que no son adecuados para el trabajo de juntar información y preservar la seguridad del país. El plan de venta tiene como cabeza La Bestia, pero también serán vendidos otros 69 vehículos.
Habrá que ver ahora cómo se reorienta toda la acción de la AFI. Hasta ahora, gran parte de los movimientos estaban destinados a intervenir en las causas judiciales contra el gobierno kirchnerista, al tiempo que la central de espías se llenó de ex comisarios que se dedicaban al espionaje ilegal --intercepción de llamadas, cámaras ocultas y demás-- y seguimientos más relacionados con la política que con la seguridad del país. El propio presidente Alberto Fernández puso como ejemplo que en la AFI había una frondosa carpeta con el título Anarquistas, en la que se detallaban las actividades de quienes realizaron pintadas en iglesias. Los autos de alta gama se usaban para hacer seguimientos de esta naturaleza.
En la época macrista se creó además el fantasma de la inteligencia militar, es decir que existía un aparato de espionaje creado en tiempos de César Milani, que a su vez espiaba a los titulares de la AFI. En su momento, Patricia Bullrich y Laura Alonso denunciaron que Milani tenía una inmensa estructura, pero ni ellas ni la justicia encontraron nada de nada. Sin embargo, también se usaron los autos para hacer seguimientos derivados de esta insólita interna.
Todo indica que más que una flota de autos dedicada a seguir anarquistas o un fantasmagórico aparato de inteligencia militar, hoy en día se requiere de tecnología para evitar, como ya ocurrió, el espionaje a la Casa Rosada, los ministros y hasta los artistas. O lo que está sucediendo a nivel internacional: la intervención clandestina en elecciones, participación extranjera en procesos políticos con falsas cuentas en las redes sociales; los peligros del terrorismo y la escucha de los diálogos entre mandatarios, como ocurrió con las conversaciones entre Lula y Dilma Roussef.
La realidad de la AFI es que la Dirección de Contraterrorismo está desmantelada y lo mismo sucede en Contrainteligencia, con un asombroso crecimiento en estos cuatro años de los comisarios de la Federal y la Bonaerense, en lugar de personal entrenado y capacitado en materia de inteligencia y tecnología.
La actividad básica fueron operaciones en las que se gastaron cifras delirantes y todo volcado al espionaje ilegal o las maniobras de los D'Alessios, Fariñas y personajes semejantes. Eso sí, las cosas se hicieron en vehículos con todos los chiches.