Mientras se terminaba de desarrollar la jornada de cuartos de final femeninos en el Abierto de Australia, la cancha 12 del Melbourne Park comenzó a congregar a muchos periodistas y otros tantos curiosos aquel martes 27 de enero de 1998, hace exactamente 22 años. Es que una de las sensaciones del circuito de la WTA, la prometedora adolescente estadounidense Serena Williams, de 16 años y 53 en el ranking, iba a enfrentarse a un hombre.
Por aquellos días y por insistencia de su padre Richard, la futura campeona de 23 grandes aseguraba que ella y su hermana Venus, de 17, eran capaces de derrotar a tenistas varones ubicados dentro del top 200. Incluso, proponían que las dejarán intervenir en los torneos de la ATP, situación que fue rechazada de plano.
El rival elegido para el particular desafío era uno de los mayores personajes de la ATP, el alemán Karsten Braasch, apodado "Die Katze (El Gato)", 31 años, 203 en el ranking de ese momento, fumador empedernido, precursor de jugar con gafas y dueño de uno de los saques más heterodoxos del circuito. Gracias a que llegó a prender cigarrillos entre juego y juego, terminó siendo el responsable de que la ATP reglamentara la prohibición de fumar durante los partidos.
En el ocaso de su carrera tras haber sido 38 del mundo cuatro años antes y haber perdido su única final ante el holandés Richard Krajicek en Rosmalen 1994, Braasch se preocupaba más por la buena vida que por los resultados, aunque tenía una respetable trayectoria en dobles, modalidad en la que ganó seis títulos y que le servía para acumular dólares. Por eso, tampoco resultó difícil convencerlo para asumir el desafío, que ya había tenido algunos antecedentes: en los '70 el excéntrico Bobby Riggs, ya retirado y a los 45 años, le ganó a la australiana Margaret Court, pero luego perdió ante Billie Jean King en la recordada "Batalla de los Sexos". Más acá en el tiempo, Jimmy Connors le ganó a Martina Navratilova en una exhibición en la que ambos embolsaron casi un millón de dólares cada uno.
Aquel martes del duelo ante Serena, Braasch se tomó la previa sin demasiadas preocupaciones. Eliminado en singles por el español Alberto Berasategui en la primera ronda y en dobles junto a su compatriota Michael Kohlmann por el sueco Jonas Björkman y el holandés Jacco Eltingh, luego campeones, "El Gato" jugó por la mañana al golf, luego tuvo un almuerzo poco recomendable para un deportista, bebió dos o tres cervezas y fumó casi un atado de cigarrillos. "Tomar un partido así demasiado en serio sería un error", describió un par de años después en una columna que firmó en el diario inglés The Guardian. "Me sentí tan relajado que ni siquiera calenté correctamente", recordó sobre su comportamiento aquel día.
El perfil de Braasch era el ideal para la movida publicitaria que se podía generar, aunque su estilo de juego no se adecuaba a los palazos de la joven Serena. Acostumbrado a la potencia del circuito masculino, los golpes planos de Williams no molestaban al alemán. Por el contrario, su variedad de efectos y su condición de zurdo causaba estragos en la menor de las hermanas, que había sido eliminada por Venus en la segunda ronda del certamen australiano.
En pocos minutos, Williams vio como su rival se adelantaba 5-0, sin mayores esfuerzos. "Fue muy difícil. No pensé que sería tan difícil. Pegué tiros que en el circuito hubiesen sido ganadores, pero él los devolvía con facilidad", dijo la estadounidense tras el partido. Braasch coincidió con el análisis: "Pegaba tiros en las esquinas que en el circuito femenino serían ganadores, pero yo podía devolverlos".
Justo cuando el alemán estaba cerrando el set por 6-1, Venus llegó a la cancha tras la conferencia de prensa después de su derrota de los cuartos de final ante su compatriota Lindsey Davenport. Entonces, para el segundo set hubo cambio de rival: Venus, que en ese momento era mejor jugadora que su hermana, reemplazó a Serena. Sin preocupaciones por la modificación, Braasch se prendió un cigarrillo. Y en la cancha, tampoco pareció haber demasiados cambios. Con desarrollo muy similar, el alemán se impuso 6-2 sin pasar mayores sobresaltos.
"No creo que puedan vencer a un jugador ubicado en el top 500 porque jugué como un tipo que ocupa el puesto 600", dijo en broma el alemán, que aseguró que las condiciones no fueron las de un partido real. "En definitiva gané, pero ni Venus ni Serena ni yo nos tomamos el partido demasiado en serio. Nos divertimos un poco". explicó "El Gato", que se ofreció para otro desafío ante las hermanas, con el argumento de que en el siguiente ranking iba a aparecer 350 ya que se le iban los puntos de la tercera ronda del año anterior.
Más allá de la propuesta, la revancha nunca se llevó a cabo, al tiempo que las Williams comenzaron a dominar el circuito femenino, para convertirse en dos leyendas del tenis. Por el contrario, Braasch comenzaba a cerrar una oscura carrera sin mayores éxitos. Pero el cierre de la historia se dio en Roland Garros de ese año, cuando Venus se reencontró Braasch, y el propio alemán lo contó en la columna en The Guardian. "Se me acercó con una gran sonrisa en su rostro y me dijo: '¿Recuerdas aquello en Australia? ¡Nunca sucedió!'".