Se sabe que los diplomáticos son gente profesionalmente discreta, pero más de uno debe haberse sonreído internamente el miércoles en Nueva York. Habrán pensado, alegres o no, que Argentina estaba volviendo a una de sus tradiciones más estables, la de reclamar la soberanía nacional sobre las islas del Atlántico sur y definir la presencia británica como un caso de colonialismo. El flamante Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus, mostró el cambio que impulsa el nuevo gobierno ante las Naciones Unidas. Es un cambio que él define como de “intensidad” y que consiste en volver a poner la agenda de soberanía en el primer plano.
La misma presencia de Filmus en la reunión del Comité de Descolonización de la ONU fue un signo del cambio, por el rango del representante y por su pedido de que el Secretario General del organismo internacional haga una gestión bilateral para reabrir el diálogo. En los últimos cuatro años, nuestro país era representado por algún diplomático de menor rango y nadie hacía pedidos molestos para Londres.
El gobierno de Mauricio Macri mantuvo las formas, ya que las Malvinas y el reclamo nacional están en la misma constitución. Pero más allá de la pasión de algún diplomático, el tono era tibio, formal, con el lenguaje diluído y el ente específico reducido a subsecretaría. Macri, en los noventa, ya había explicado que las Malvinas no le importaban “porque no son negocio” y fue el primer presidente en democracia que no mencionó el tema en su discurso inaugural. No extraña que su única iniciativa sobre esta agenda fuera tratar de seducir a los británicos para hacer negocios en conjunto.
“Macri tuvo un síndrome de Estocolmo”, explica Filmus. “Lo escribí en una columna para Página/12, que él cree que si hacemos todo lo que quieren los británicos, ellos nos van a ver con simpatía y van a hablar de soberanía. Pero Argentina cedió y del otro lado no hubo nada”.
El cambio de rumbo se dio desde el primer momento del nuevo gobierno, cuando Alberto Fernández le dedicó a la agenda de soberanía cuatro párrafos de su discurso inaugural, hablando hasta de los recursos naturales de la región. También anunció una construcción que perdure más allá de los gobiernos: a partir de marzo, se construye una comisión nacional que responda directamente a la Presidencia, que reúne a los partidos con representación parlamentaria, juristas, veteranos de guerra, académicos y a la provincia de Tierra del Fuego. La idea es tener un órgano que elabora políticas de Estado, estratégicas, de largo plazo.
Pero como buena parte de la oposición está en el espacio macrista, cabe la pregunta de si es posible encontrar legisladores que tengan una actitud firme hacia la soberanía. Filmus afirma que sí y recuerda que cuando se firmó el comunicado conjunto Foradori-Duncan, la figura que llamó a los opositores de entonces para parar la iniciativa de Macri y recordarle que no hay acuerdos si no son votados en el Congreso, fue nada menos que Elisa Carrió. “¡Nos llamó a nosotros! Y en cosa de días las dos cámaras votaron por unanimidad una reafirmación de nuestros derechos imprescriptibles. Hay muchos en ese espacio que apoyan claramente la agenda de Malvinas. No todos tienen la lógica de mercado de Macri”.
“El presidente y el canciller Felipe Solá insisten en que tiene que haber una mirada hacia el tema de soberanía que pase los cuatro años de un gobierno”, subraya Filmus. “estamos ante una situación colonial totalmente perimida que hay que transformar en un tema regional y global que termine de una vez con el colonialismo en este mundo. Es un trabajo de muchos años, como muestra el caso de las Islas Chagos”.
Estas lejanas islas son parte de la nación isleña de Mauricio, en el océano Indico, al que Gran Bretaña le concedió la independencia pero no por completo. Se guardó el archipiélago, deportó a la población y le alquiló una isla, la Diego García, a sus socios norteamericanos para que instalaran su principal base en la región. Mauricio terminó recurriendo a la Corte Internacional de Justicia reclamando que Londres cumpliera la resolución 2046 y devolviera las islas. La Corte, en un fallo histórico, decidió que las resoluciones de la ONU son de cumplimiento obligatorio. La Asamblea General del organismo le dio seis meses a los británicos, un plazo que se acaba de cumplir y que Londres dejó pasar con el argumento de que en cuestiones estratégicas militares no están obligados.
La resolución sobre Chagos es la 2046. La de las Malvinas es la 2045.
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