Atado y bien atado. Así ha estado el juicio político al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desde que fuera lanzado por los demócratas en septiembre desde la Cámara de los Representantes. Tras la investigación previa, el impeachment llegó el pasado martes al Senado, donde los republicanos tienen mayoría, así que parecía que el partido se jugaría en campo propio para Trump, en terreno seguro. Sin embargo, varios senadores republicanos están moviéndose entre bambalinas para complicarle el proceso al presidente.

Según han expresado de forma más o menos explícita, la semana que viene votarán a favor de citar a declarar a nuevos testigos, entre ellos, el exconsejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton. Precisamente, el escenario y el hombre que pueden volarlo todo por los aires. Justo lo que Trump y su partido han estado bloqueando con denuedo.

Esos cuatro jinetes (ya se verá si del apocalipsis) republicano tienen nombre y apellidos: el eterno detractor de Trump, Mitt Romney (senador por Utah), Lisa Murkowski (por Alaska), Maine Susan Collins (Maine) y todo apunta a que el cuarto en discordia acabe siendo Lamar Alexander (Tennessee).

¿Por qué es tan importante que sean, al menos, cuatro? Porque cualquier votación en el Senado sobre incorporar más elementos al proceso necesita de mayoría de la cámara, de cien escaños justos. Y en estos momentos, está repartida así: 53 senadores republicanos frente 47 demócratas.

De modo que si cuatro republicanos secundan la propuesta demócrata de reclamar más documentos y de llamar a nuevos testigos (léase, sobre todo, John Bolton), la trinchera que tan bien armada tenía Trump —a través del líder republicano en el Senado, Mitch McConnell— se vendrá abajo. Hasta qué punto el agua que entre acabe inundando o no al partido republicano, será cuestión de los documentos y de qué declaren los nuevos testigos.

Pero una cosa está clara: uno de los dos cargos que se le imputan a Trump es, precisamente, el de obstrucción al Congreso por haber bloqueado la entrega de documentos oficiales y vetado a ciertos testigos clave de comparecer.

No sólo a Bolton, también a su jefe de gabinete, Mick Mulvaney, y a diversos responsables y oficiales del Departamento de Presupuestos y del de Energía. Si ese dique se rompe, el escenario del impeachment puede abrirse hasta niveles insospechados. Por eso los demócratas no cesan de empujar en esa dirección.

En la estrategia demócrata seguro que está en mente el juicio político a Richard Nixon en 1974. En aquel caso, el partido republicano siempre se mantuvo fielmente apiñado en torno a su presidente… siempre hasta que, de pronto, cuatro congresistas (Larry Hogan, Hamilton Fish, Tom Railsback —fallecido precisamente el pasado jueves— y William Cohen) cambiaron su voto en un plazo de un par de días. Era la pequeña grieta que se necesitaba para que todo se desmoronase.

Si luego sucederá algo como en el caso de Nixon, es una incógnita, pero desde luego es la única baza que les queda a los demócratas (y a los detractores internos de Trump) para afilar la punta de este impeachment aburrido, enmarañado y sin un excesivo tirón mediático, salvo momentos puntuales. Y no es una baza baladí. Si sucedió una vez…

Una prueba de que Trump teme este escenario es que va aumentando la agresividad en su Twitter, su canal de expresión habitual. El pasado miércoles, según el portal Factbase, batió su récord de intervenciones en un solo día con 142 tuits y retuits. Una cifra que no revela que el presidente está confiado y tranquilo.

Romney: "Me gustaría escuchar a John Bolton y otros testigos"

En cuanto a los nombres de Romney, Murkowski, Collins y Alexander, los tres primeros son sospechosos habituales; sin embargo, el de Alexander ha sorprendido porque está muy vinculado al líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, quien está siguiendo en todo momento la estrategia de Trump para que el impeachment sea rapidísimo y huero (es decir, que cuente con el menor número posible de pruebas y de testigos).

Aunque todos se han alineado hasta ahora para bloquear las peticiones del Senado para aportar más documentos oficiales de la administración Trump y más testigos al impeachment, en los últimos días los cuatro han declarado que una vez que acabe, el próximo martes, esta primera fase (exposición del caso por las dos partes: acusación demócrata y defensa de Trump) del juicio político, estarían dispuestos a votar a favor de abrir la baraja.

Romney ha sido el más explícito de todos: "Me gustaría escuchar a John Bolton y otros testigos", declaró sin ambages la semana pasada. Alexander se ubicó en la misma posición, ante la sorpresa de todos: "Estoy abierto [a que declaren testigos. Por eso] pienso que es importante que tengamos un voto sobre si necesitamos más testigos y más documentos una vez que escuchemos a las partes presentar el caso".

La senadora Collins es, sin duda, la que está concentrando todas las miradas. Primero, porque es a menudo un verso suelto dentro del partido. Segundo, porque es una de las senadoras que se enfrenta a su reelección este año y no tiene precisamente una contienda electoral fácil, así que podría estar barajando hasta qué punto un Estado como Maine vería bien que su senadora le ofrezca de una manera tan cerrada su apoyo a Donald Trump en este caso.

Collins ha argumentado también de forma explícita en los últimos días que le gustaría ver más documentos y escuchar a más testigos en aras de que el Senado disponga de más información: "Tener información es algo que tiende a gustarme", ha asegurado a la CNN.

Collins ya estuvo en el impeachment de Clinton en 1998 (la votación final fue en 1999) y ya entonces votó a favor de más testigos y documentos. Y en la votación final, fue la única republicana que votó la inocencia de Clinton en los dos cargos que fueron puestos a votación.

Del mismo modo, cuando Trump propuso al polémico Brett Kavanaugh para juez del Supremo, Collins fue una de las senadoras republicanas que votó a favor de investigar más las acusaciones que se hicieron públicas en cuanto a un escándalo de acoso sexual en torno al juez.

¿John Bolton por Hunter Biden?

Ante la apertura de esta brecha que parece inevitable, los senadores republicanos que están dirigiendo (en connivencia con Trump) la estrategia del presidente, ya se han puesto a maniobrar y han dejado caer una oferta que no deja de ser juego sucio: podrían avenirse a aceptar más testigos si los demócratas aceptan que el hijo de Joe Biden sea llamado a declarar.

Hunter Biden, el hijo del candidato demócrata a las elecciones presidenciales del próximo noviembre, fue la persona a quien Trump exigió investigar en su llamada telefónica de julio con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

Según la acusación demócrata, Trump supeditó una ayuda militar a Ucrania de 400 millones de dólares a cambio de que Zelenski anunciara una investigación sobre el hijo de Joe Biden, que en esos momentos estaba trabajando para una empresa de energía ucraniana.

Con todo, no existe ninguna evidencia de que Hunter Biden estuviera implicado en nada ilegal. Fue el inicio de las maniobras de Trump para iniciar su campaña de desinformación contra Biden, que lidera hasta ahora las encuestas demócratas. Esa llamada le valió a Trump, de hecho, el primer cargo que se le imputa en el impeachment: abuso de poder.

Los demócratas, en principio, no quieren aceptar que Hunter Biden declare porque sería poner en bandeja que Trump inicie su campaña de desinformación acusando a la familia Biden de corrupción. El simple hecho de que declare, tener esa imagen en televisión, ya daría la idea de que declara porque ha hecho algo ilegal o irregular.

Es lo que quieren evitar los demócratas. Según el escenario actual, todo dependerá de si finalmente hay cuatro senadores republicanos dispuestos a aceptar más testigos a cambio de nada o de si éstos acaban abriendo la mano a cambio de que también acude Hunter Biden a declarar.

Desde el pasado sábado, la defensa de Trump expone el caso ante el Senado. Así que el momento de votar por más testigos y más pruebas llegará, previsiblemente, el próximo miércoles, una vez haya concluido la fase de presentación del caso por parte de la acusación demócrata (de miércoles a viernes) y de la defensa del presidente (sábado, lunes y martes).

De Público de España. Especial para Página/12

@ManuelRuizRico