Despertarse con la alarma del celular. Chequear WhatsApp, Instagram o Twitter. Ir al trabajo con Waze o Google Maps. Recibir algún pedido de una compra online por Glovo. A la vuelta del laburo, distenderse con Netflix y pedir comida por una de las tantas apps que brindan ese servicio. Estas imágenes corrientes durante la última década no lo fueron en la anterior. La revolución tecnológica que comenzó hace aproximadamente 120 años de la mano de la radio, encontró en los teléfonos, los televisores y las computadoras nuevos arcos de desarrollo, y fue exacerbada durante los ‘90 y 2000. Y la década que fue de 2010 a 2019 tuvo a las tecnologías de uso cotidiano creciendo a pasos agigantados.
En la niñez de los millennials, hace 20 años, acceder a un teléfono celular era un símbolo de status. Salvo que se consiguiera aquel zapatófono horrendo, el Tango 300 de Morotola, mediante alguna concesión medio polémica. Quienes tenían acceso a una PC luchaban contra sistemas como DOS o Windows 3.1. También por esos años, el Profesor Frink de Los Simpson pronosticaba que “en 100 años las computadoras serán dos veces más potentes, 10 mil veces mas grandes y tan costosas que solo los cinco reyes más ricos de Europa las tendrán”. Pero terminaron entrando en la palma de la mano. Pasamos de computadoras y celulares a celulares computadoras. Los smartphones resultaron ser miles de veces más potentes y muchísimo más pequeños que aquellas viejas computadoras de escritorio, hoy por hoy casi inexistentes, salvo entre gamers.
Popularizados durante la última década, especialmente a partir del abaratamiento de los costos –aunque eso ya no se note, y menos en Argentina–, los smartphones lograron una revolución de portabilidad nunca antes vista: el uso original de los teléfonos móviles (hablar y eventualmente enviar SMS) terminó siendo el menos corriente con la llegada de internet móvil. En cambio, brillaron para navegar por la web, revisar emails, recorrer la ciudad al resguardo del GPS, pedir taxis mediantes aplicaciones, scannear sin la necesidad de ese mamotreto tamaño A4, hacer compras y pagar cuentas con el teléfono, transferir dinero o disfrutar juegos, pero no ese Snake pedorro que se veía como mágico en el Nokia 1100, sino juegos del calibre de los FIFA , Call of Duty, Mario Kart o Minecraft.
Tecnologías de la información y el entretenimiento
Precisamente en el ámbito de los videojuegos, la gran evolución de los últimos años se hizo ley: de las “antiguas” PlayStation y Nintendo 64 a estas consolas hiperconectadas a internet, en las que ya no es necesario jugar con amigos presentes físicamente. PlayStation 4 y Xbox One pareadas con smart TVs en casas inteligentes donde con una acción en el teléfono se puede encender el aire acondicionado o el horno a distancia, o vigilar los movimientos con cámaras conectadas a la web.
El cambio tecnológico fue sigue siendo tan grande que hasta el arte se ve modificado permanentemente. Antes, buscar una película online era prácticamente obra de un hacker, o al menos conllevaba un trabajo importante de búsqueda online; mientras que hoy se encuentra fácilmente en plataformas como Netflix o Amazon Prime Video. La evolución es tan exagerada que incluso algunas series o peliculas “envejecieron mal” para las nuevas generaciones, debido a la inverosimilitud que puede acarrear para la trama la falta de un celular o internet.
Y ni hablar de los ídolos: si algo cambió en la última década es el pedestal donde antes podían encontrarse, por ejemplo, los rockeros. Hoy ese lugar lo pueden ocupar youtubers o influencers de redes sociales. De hecho, la forma de consumir arte, en este caso música, también ha cambiado rotundamente. Ya no es necesario concurrir a espectáculos en estadios masivos, porque hoy se puede flashearla con el streaming de la Red Bull Batalla de los Gallos , por ejemplo.
Hemos pasado de consumir las primeras redes sociales como Fotolog –¿se acuerdan de los floggers?– y MySpace a Facebook, Twitter, Instagram . De bajar horas de canciones y discos para Winamp mediante Napster, Audiogalaxy y otros, a encontrarlos instantáneamente en YouTube y Spotify. El cambio es tan inmenso y vertiginoso que es muy difícil pararse a pensar en lo que se viene sin que la novedad y la actualización nos pasen por encima. Si algo está claro, es que el futuro llegó hace rato.