En sus apellidos, a Raimondi y Raimundi los separa una sola letra, pero la distancia es inconmensurable en sus posicionamientos. No es un tema menor, porque está en el centro de una discusión de política exterior que viene enfrentando al nuevo gobierno con su antecesor desde antes del traspaso del mando y que llegó a un súbito final con la publicación en el Boletín Oficial de este miércoles.
Daniel Raimondi había asumido la embajada argentina en la OEA el 26 de noviembre pasado y este miércoles se publicó en el Boletín Oficial que por orden del Poder Ejecutivo volverá enseguida al país. En su reemplazo, el gobierno tiene decidido enviar al ex diputado Carlos Raimundi.
El cambio tiene su historia
La cancillería, entonces liderada por Jorge Faurie, fue uno de los ministerios que dispuso importantes nombramientos entre las elecciones primarias de agosto, que dejaron claro que ya no seguirían en el gobierno, y las generales de octubre. Tantos, que generaron la protesta del futuro ministro del área, Felipe Solá, y del presidente prácticamente electo Alberto Fernández.
“Los nombramientos son escandalosos. Empezó a nombrar gente y sigue nombrando gente, hasta embajador en la OEA ha nombrado”, denunció por entonces Solá. "Faltando diez días para el nuevo gobierno nombran embajador en la OEA, donde tenemos posiciones muy divergentes con el gobierno actual. El actual canciller no tuvo ningún problema en nombrar un embajador que viajó hace cinco días", subrayó el futuro titular de Relaciones Exteriores.
El tema tenía sus implicancias. Tal como señaló entonces este diario, en una nota firmada por Fernando Cibeira, "estas designaciones de último momento podrían ser revertidas por el nuevo gobierno pero con un importante costo en divisas --se calcula que el traslado de un embajador o cónsul a un nuevo destino ronda los 50 mil dólares--, además del papelón diplomático que significa hacer volver a un representante que acaba de presentar sus credenciales".
Un hombre de Macri... y Trump
Daniel Raimondi, que de él se trata la polémica, había sido vice de Faurie hasta que un día se pelearon a los gritos en su despacho. Después del altercado, el gobierno se comprometió a nombrarlo en el organismo regional y cumplió con su palabra en los últimos momentos de la administración PRO. Tal como expresó Cibeira, la embajada en la OEA "es uno de los cargos que se consideran 'políticos' en el ambiente diplomático. Raimondi fue nombrado para reemplazar a la ex diputada Paula Bertol, quien renunció para participar de la campaña de Juntos por el Cambio". Raimondi le presentó sus cartas credenciales nada menos que al secretario general del organismo, Luis Almagro, completamente enfrentado con el actual gobierno argentino por su seguidismo incondicional a las operaciones de Washington. Cuando lo hizo, Raimondi dejó claro su alineamiento con Almagro: "Argentina siempre ha valorado su pertenencia a este foro y el rol que cumple en el hemisferio", aseguró.
Un escándalo repetido
Raimondi no fue un caso aislado dentro de la Cancillería. En sus días finales, Faurie designó embajadores en países como Yemen, Omán, Haití, Rumania y Filipinas. De tan escandaloso, en Filipinas, por ejemplo, respondieron que no le darían el plácet al embajador nombrado hasta que lo ratificara el nuevo gobierno. Y el representante que designaron para los Países Bajos dijo él que esperaría a que asumieran las nuevas autoridades antes de aceptar el cargo. Una excepción.
Pero un caso que molestó especialmente a Alberto Fernández y sus colaboradores fue el de la designación de Carlos Cherniak, un diplomático de origen radical que se desempeñaba en la dirección de Asuntos Parlamentarios, como nuevo representante argentino en la FAO, el organismo de las Naciones Unidas que trata sobre la alimentación, justo el área donde el nuevo gobierno puso la mira con el ambicioso Plan contra el Hambre.
Cónsules también
Faurie también designó al ex director de Ceremonial, Marcelo Suárez Salvia, en el estratégico consulado en Nueva York. Suárez Salvia, Faurie y el principal asesor de Macri en temas internacionales, Fulvio Pompeo, venían trabajando juntos desde la época que Carlos Ruckauf ocupó la Cancillería. El caso del consulado en Nueva York se replica en Milán, donde Faurie nombró al antiguo director de Asuntos Consulares, Luis María Sobrón.
Hay que destacar que para los casos de los cónsules no es necesario que el país al que son trasladados les otorgue el plácet, por lo que el trámite es mucho más sencillo. De ahí que Faurie optó en su momento por nombrar a sus amigos cónsules y no embajadores. De todas formas, los gastos de traslado -que incluye alquiler, mudanza y demás- son los mismos, algo no menor para una gestión que tiene la escasez de divisas como uno de sus más urgentes problemas.